El sacrificio: conmoción, muerte y reto artístico

Por Daniele Arciello

(Actualizada el 15 de noviembre de 2017)

Hoy jueves 9 de noviembre  a las 19.00 vendrá a hablar de su novela No hay amor en la muerte el escritor Gustavo Martín Garzo. Queremos homenajearle con una curiosidad sobre el maravilloso mundo del arte.

«No podía olvidar el momento en que, tras tumbarme sobre la leña, había empujado con ella mi cabeza hacia atrás para dejar al descubierto mi cuello / y me bastaba con recordar la presión de esa mano sobre mis ojos y mis pómulos para sentir el deseo de cantar»

Con estas palabras tan sugestivas, poéticas, que rozan lo erótico, Martín Garzo nos ayuda a plasmar en nuestras mentes de apasionados lectores la imagen de un hijo que no comprende por qué su padre está a punto de degollarlo, pero a pesar de ello se entrega con toda su alma al sacrificio extremo. Es un acto que suscita una carga de emociones tremenda, bien para él bien para los que somos testigos de lo que podría ocurrir, y de lo poco que faltó que ocurriera. Isaac no evita pensar en lo trágico y lo simbólico que representa lo que Abraham estaba a punto de cometer. Hasta le dedica una invocación que sintetiza en pocas líneas la complejidad de la relación padre-hijo:

«ah, las dos manos de mi padre / la mano que guarda el rostro del hijo y la mano que blande el puñal con el que le va a matar / la mano que le dice eres mío y la mano que atrae a los ángeles / cómo no sentir el deseo de cantar?»

Es una imagen muy evocadora, que desde la aparición de la primera Biblia se ha convertido en uno de los episodios más utilizados como tema central de obras impares. Para citar uno de los numerosos ejemplos, tenemos que viajar en el tiempo hasta llegar a los albores del Renacimiento. En Florencia, año de gracia 1401, se anunció un concurso para decorar la puerta Norte del Baptisterio, al que acudieron muchos de los célebres artistas de la época. Se llegó a nombrar a más de 30 jueces para la competición, y solo la elite de los orfebres y escultores de Toscana pudo tener la gran oportunidad y privilegio de demostrar su talento.

 

El Baptisterio de San Juan, Florencia

La Puerta Norte del Baptisterio. Tras su restauración, ha sido trasladada al “Museo dell’Opera del Duomo”. En su lugar hay una nueva puerta en el Baptisterio que “Galleria Frilli” realizó en 2015.

Se trataba de esculpir una formella (es decir, un relieve en forma de cuadrilóbulo muy de moda en aquel entonces para adornar los edificios florentinos), cuyo modelo de inspiración tenía que ser un acontecimiento narrado en el Nuevo Testamento. Sin embargo, de forma excepcional se eligió el sacrificio de Isaac, a pesar de que el Antiguo Testamento iba a tener un rol protagónico más adelante, cuando se realizó una tercera puerta: es evidente que un evento tan sugerente no podía pasar desapercibido.

El tiempo concedido para elaborar la formella de bronce que lo representaba fue de un año. Al margen de haber dado lugar a la creación de piezas magníficas —de las que desgraciadamente solo se conservan dos: la del ganador, Lorenzo Ghiberti, y la del que quedó segundo, Filippo Brunelleschi—, el reto cobró importancia también por indicar claramente la diferencia de dos escuelas de estilo muy distintas, y que afectarían contundentemente al panorama artístico italiano durante todo el siglo XV: el gótico internacional, que al fin pudo penetrar en los gustos de las escuelas de la época, y el clasicismo, tan querido por Brunelleschi y que naturalmente se ve reflejado en el estilo de su panel.

La decisión final repercutió en el ánimo de Filippo de tal manera que abandonó la escultura para dedicarse en cuerpo y alma a la arquitectura, emprendiendo un viaje formativo a Roma. Pero un halo de misterio envuelve a todo el asunto: hay historiadores que afirman que ganaron los dos ex aequo, otros que Ghiberti no fue un vencedor muy deportivo, o que hizo de todo para triunfar él. Cualquiera que sea la verdad al respecto, nos conformamos con la certidumbre de que un cuento sacado de un texto ya hoy en día reputado anacrónico, falto de interés o autenticidad, ayuda a que traspasemos los lindes convencionalmente marcados entre un tipo de manifestación artística y otra y nos sumerjamos en el océano, a menudo poco explorado, de la creación humana.

En la primera “formella”, la de Ghiberti, se aprecia la actidud heróica de Isaac, al enfrentarse al puñal de su padre que se dispone a usarlo. En cambio, en la de Brunelleschi prevalece el realismo, la crudeza del acto. Abraham con una mano sujeta a su hijo, y con la otra maneja el arma que está a punto de penetrar en el cuello de Isaac. La descripción que leemos en la novela de Garzo se aproxima mucho más a la obra de Brunelleschi que a la de Ghiberti

Si tenéis curiosidad y os apetece preguntarle a Martín Garzo su opinión sobre el sacrifico en el arte, no os olvidéis del encuentro con el autor hoy a las 19.00 en la Biblioteca de San Isidoro.

Ya está disponible el vídeo con la visita del escritor Gustavo Martín Garzo al club de lectura de Universidad de León. Es una delicia. No dejes de verlo:

 

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