Entre ellos hubo beatos mártires, exploradores de Australia y Nueva Guinea, un amante de la reina Cristina de Suecia, militares, abades y diplomáticos. Los Prado fueron una de las familias nobles más prestigiosas del antiguo reino de León, establecida en la pequeña localidad de Renedo de Valdetuéjar, en la montaña oriental leonesa.
Su señorío abarcaba los concejos de La Guzpeña, Valdetuéjar de Abajo y de Arriba y Los Urbayos, repartidos en dos villas y 14 lugares, además de la villa de Anciles, hoy sepultada por el embalse de Riaño. Su fortuna y relaciones fueron fabulosas, pero cuando las Cortes de Cádiz acabaron con los señoríos jurisdiccionales, su importancia comenzó a decaer hasta que a principios del siglo XX venden todas sus propiedades y se desarraigan de León.
El investigador Ramón Gutiérrez Álvarez ha reunido en el libro Los marqueses de Prado la historia de esta insigne familia y sus descendientes, además de los diversos destinos que ha tenido su magnífico palacio en Renedo, dispersado ahora por toda la provincia y otras limítrofes.
Han sido más de diez años de trabajo reunidos en esta publicación, que será presentada al público el próximo martes 16 de abril a las 20.00 horas en el Instituto Leonés de Cultura.
De palacio a hospital
Los Prado construyeron en el siglo XVII en Renedo el palacio barroco más lujoso de cuantos han existido en la provincia. Tanto que el propio Lope de Vega llegó a publicar una comedia titulada Los Prado de León dando cuenta de la importancia de esta familia y que la amante de Godoy, Pepita Tudó (la presunta modelo de los cuadros de Goya de la Maja, tanto vestida como desnuda) usaría siglos después para ocultarse tras la invasión de España por los franceses.
Ver la fachada del palacio en la fotografía de Manuel Gómez Moreno de 1910 que encabeza esta noticia sólo produce la sensación de algo vagamente familiar, pero el reconocimiento se produce al instante al descubrir que se trata de parte de la actual fachada del hospital de Regla, al lado de la Catedral, imagen que se reproduce a su derecha.
Es el vestigio más importante de la existencia de este palacio, dividido ahora en mil y un trozos en casas e iglesias de toda la provincia. En él había por ejemplo más de sesenta escudos repartidos por toda su fachada, que actualmente decoran casas en Puente Almuhey, en el Palacio Episcopal de León, en la pared noroeste del Museo Catedralicio, en la torre nueva de La Mata, en Mayorga, Villamoros, Prioro, Santa Olaja de la Varga y Taranilla, por decir sólo algunos. Un rastreo que Gutiérrez Álvarez documenta con varias fotografías en un trabajo de investigación propio de Poirot.
Un puzzle de piedra
El puzzle en el que se ha convertido el palacio de los Prado nos habla de la decadencia de la familia a partir del siglo XIX. Durante la centuria anterior habían adquirido los marquesazgos de Bedmar y Escalona, de más categoría económica y social, y poco a poco fueron olvidando el palacio. Durante la guerra de la Independencia las tropas francesas plantan sus botas en él y se ordena el ‘secuestro’ de la plata que había en la capilla del palacio para ser destinada a los gastos de guerra. A partir de entonces, afirma Gutiérrez Álvarez, «se inicia un deterioro irreversible».
En los setenta se desmontaron las piezas de valor de la capilla. Las tablas del retablo del Cristo fueron llevadas a Madrid y cuatro tallas de los evangelistas, de la escuela de Gregorio Fernández, se salvaron ya que al desmontarlas el San Marcos se cayó y se rompió, por lo que parece que los encargados cogieron una especie de temor supersticioso y acabaron dejando las tres restantes en la iglesia de San Adrián de Renedo, donde están a día de hoy.
Por fin, en 1905 el marqués de Prado, Ernesto de Heredia y Acuña, vende sus restos al famoso industrial leonés Agustín Alfageme, que revende por lotes estas históricas piedras que Gutiérrez Álvarez ha buscado para que, al menos en su libro, estén de nuevo todas juntas otra vez.
Fuente: El Diario de León.es 13-04-2013