El escritor leonés Santiago Trancón ha tenido que recurrir al crowdfunding (micromecenazgo) para ‘desmontar’ El Quijote. «Cervantes era judío y de origen leonés», sostiene el que fuera director general de Cultura de la Junta entre 1985 y 1988.
No es el primer autor que defiende esta tesis. En la estela de escritores como Leandro Rodríguez y César Brandáriz, quienes intentaron ‘descodificar’ la novela del hidalgo más célebre de la historia de la literatura, a los que Trancón considera «poco rigurosos», su libro Huellas judías y leonesas en El Quijote es fruto de décadas de estudio e investigación.
Todo comenzó con un viaje que Trancón, que ejerce como profesor de Literatura en un Instituto de Madrid, realizó hace veinte años a Los Ancares lucenses y a Villafranca del Bierzo, en cuyo cementerio encontró muchas sepulturas con el apellido Saavedra. Tanto Saavedra, como Cervantes y Quijano son de origen judío medieval y gallego-leonés. Trancón invita a leer El Quijote con otros ojos. Afirma que en sus páginas hay referencias claras a los judíos conversos y a las montañas y la meseta del Viejo Reino de León. La labor de Trancón ha sido la de un auténtico sabueso, siguiendo una a una las ‘pistas’ que Cervantes siembra a lo largo del libro y que le han permitido concluir su verdadero origen. Trancón espera publicar el libro en dos meses, cuando consiga 3.500 euros para lanzar una tirada de 750 ejemplares.
«Cervantes plantea en la novela una vuelta a la edad dorada, a una sociedad tolerante como la de los concejos abiertos de León», dice. En su opinión, las alusiones a La Mancha no son más que un recurso literario. Y esa ficción se inspira en los lugares que el autor conoce, que son «las montañas y la meseta de León». Argumenta Trancón que La pícara Justina se publica el mismo año que El Quijote y la protagonista se declara «manchega», aunque dice que nació en Mansilla de las Mulas. Se trata de un ‘guiño’ de Cervantes al usar «manchego» como sinónimo de «manchado» o «converso».
Es consciente de que levantará ampollas en La Mancha y entre los ortodoxos del cervantismo. «Afortunadamente, no me van a llevar a la hoguera como en la época de Cervantes, quien, con seguridad habría presenciado autos de fe a parientes cercanos cuando vivía en Valladolid». Sostiene Trancón que Cervantes era judío porque parodia a la Iglesia Católica, los milagros y los sacramentos. «De ahí el dicho ‘al pan, pan; y al vino, vino’, que en realidad pone en entredicho que el pan sea la carne de Cristo y su sangre el vino».
«Hasta Teresa de Jesús compró los apellidos y borró las huellas de su abuelo judío», explica Trancón.
Otra ‘pista’ indiscutible del origen de Cervantes es la gran cantidad de leonesismos que contiene su obra y que los eruditos denominan «arcaísmos». También habla Don Quijote de los mozos que compiten en la lucha. «¿Y qué lucha hay más que la leonesa?». En sus descripciones de tejidos se revela Cervantes como un auténtico experto, lo que hace pensar a Trancón que su familia, probablemente, estaría ligada con la compraventa de telas. Habla de cultivos de lino —que se cultiva casi exclusivamente en León—, porque jamás hubo lino en La Mancha.
«Me van a llover miles de críticas, pero el 90% no han leído El Quijote o no lo han hecho limpiamente», asegura.
Los bosques fértiles, las hayas, los acebos, castaños, olmos, cipreses y nogales, ¿dónde existen en La Mancha?, se pregunta Trancón, quien sí reconoce en descripciones de parajes de El Quijote lugares como La Cabrera, Tierra de Campos, La Maragatería, Sanabria y Sayago.
También los oficios que aparecen en la novela, como los arrieros, cabreros, trashumantes, molineros o pañeros son propios de León, así como los peregrinos tudescos, que nada pintarían caminando a Santiago por La Mancha.
Fuente: El Diario de León.es 08-10-2013