El primero es un misterio mayúsculo y un reto ante el que musicólogos y expertos de todo el mundo, uno tras otro, se han venido dando por vencidos a lo largo de los años. Pero además de un enigma singular es un documento histórico extraordinario: el Antifonario Mozárabe que se guarda en el Archivo de la Catedral de León y data del año 1069 constituye una compilación única de los cantos que se empleaban en las celebraciones relacionadas con la liturgia hispánica o mozárabe. La notación musical que presenta no está configurada por notas, como modernamente, sino por unos signos similares a acentos y sin pentagrama, los llamados neumas: un sistema empleado entre los siglos IX y XIII en el que tales elementos representaban sonidos pero sin especificar el ritmo —esto es, había que conocer la melodía para poder leerlos—. Hasta la fecha, nadie ha podido descifrar el más valioso de estos antifonarios, el leonés.
El segundo documento, pese a su enorme valor lingüístico, es relativamente desconocido fuera de León. Se trata de la Nodicia de Kesos, los apuntes, por parte del monje despensero del monasterio de los santos Justo y Pastor —cerca de Ardón—, del número de quesos que llevaba gastado el cenobio y a qué se habían destinado. Los filólogos están de acuerdo en que se trata de uno de los textos más antiguos que pueden estudiarse para comprobar en la evolución de las lenguas románicas peninsulares, y su antigüedad se ha calculado entre el 974 y el 975.
Estos dos documentos exclusivos podrían seguir el sendero iniciado hace unos años por los ‘Decreta’, los testigos de que el rey leonés Alfonso IX convocara en 1188 una curia regia en la que por primera vez se daba entrada a representantes del pueblo, esto es, las primeras Cortes de Europa, el más antiguo germen del parlamentarismo moderno. El entonces director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, el cepedano Rogelio Blanco, fue la persona que en 2010 puso en marcha las primeras gestiones encaminadas a elevar la propuesta para que esos documentos fueran admitidos por la Unesco en su registro de Memoria del Mundo, equivalente documental a la categoría de Patrimonio de la Humanidad. Los esfuerzos culminaron con éxito el pasado mes de junio, abriendo así camino para que un título, el de León, cuna del parlamentarismo, popularizado por el escritor Juan Pedro Aparicio, figure junto a los carteles indicadores de la ciudad y pueda ser una suerte de filón que el Ayuntamiento capitalino intenta, en estos momentos, explorar y explotar.
«Esa declaración y ese título tiene muchísimas posibilidades», refirió a este periódico el profesor, filósofo y escritor natural de Morriondo, que confía en que sirva de incentivo turístico y científico para esta tierra y a quien además le parece una buena idea el intento de reunir los ‘Decreta’ originales para una exposición que podría abrir sus puertas en primavera. Pero, a la vez, Blanco lanza el guante de estas dos nuevas propuestas, las del Antifonario y la Nodicia, ambas «con muchas posibilidades de salir adelante». De la segunda, en concreto, precisa que podría ir englobada con el resto de testimonios (glosas Silenses, etc.) de esa temprana evolución del latín que daría origen al nacimiento de los romances peninsulares, especialmente el castellano pero, en nuestra área, también el leonés. Aunque Rogelio Blanco ya no ocupa aquel puesto de responsabilidad, está plenamente dispuesto a poner toda su experiencia y ayuda para que estos escritos únicos puedan también ascender hasta el ‘olimpo’ de los más importantes documentos del mundo.
Fuente: El Diario de León.es 20-01-2014