Me imaginaba algo parecido a Los cuatro pilares de la sabiduría y, sin embargo, uno se topa con una novela imposible de clasificar, una obra sobre el absurdo de la cotidianeidad, sobre la náusea que produce darse cuenta de que la rutina nos tiene atados a la inmutabilidad y, al tiempo, Los cuatro palos del tiempo es un dibujo costumbrista, y un poema acerca de lo poco que importa todo, un retablo cabalístico y una plegaria con la que David Rubio trata de creer que el pasado aún no ha terminado; también habla del miedo… «Todos los personajes del libro tienen miedo: los que juegan, a perder, los que miran, a ser juzgados, a regresar a su tierra y soportar las miradas de su gente, los emigrantes, y miedo el narrador a confundir unos días con otros, unas historias con otras, y que su relato se pierda como si fuera otro pronóstico meteorológico»…
Cada capítulo es una carta de la baraja y detrás de cada carta, el autor esconde una historia, y así se pasa la novela, con las visiones de una partida eterna, de una partida que se repite en un bucle infernal y el jugador, que a veces juega y que otras veces sólo recuerda la jugada de otros, intenta convencernos de que cada uno de los cuadros que nos presenta no es más que una fotografía fija, solo que esta tiene movimiento, porque «los días se repiten hasta el punto de que pasan de largo sin que el tiempo pase por ellos», destaca David, para quien hay días que se pueden barajar sin que importe demasiado el orden en el que transcurren. Por eso, porque hay veces que los días simplemente se dejan pasar, solemos perder (dice el escritor) nuestra capacidad de sorpresa, porque, al final, «para refugiarnos del miedo acabamos por dejar que se pierda la ilusión. Tratando de encontrar el camino que le libere del bucle, David Rubio se ha aventurado a través de este libro, una especie de diario que le permite diferenciar unos días de otros, levantar acta de los momentos más intrascendentes para saber que sus días no los ha vivido ya antes. «El viaje es un estado del espíritu en el que impera la capacidad de sorpresa», repite las palabras de Luis Mateo Díez, porque para muchos la vida pasa sin que pase nada. «Sí, pero la gracia está en que a través de los detalles se puede apreciar que pasan muchas cosas, cosas que para mucha gente son intrascendentes pero que, en un determinado contexto, son lo único que se sale de la rutina». Y él elige un juego de cartas, como la vida, que al final se cierra en torno a una certeza, que todo se resume en eso: tener o no tener suerte y saber o no saber aprovecharla. Y, en torno a ese juego, las historias de decenas de personajes, como las de los emigrantes, que siempre son desterrados «porque cuando tienen la oportunidad de volver, no lo hacen». David Rubio ha confiado la edición a Camparredonda, el proyecto dirigid por Gregorio Fernández Castañón, que hoy también presenta su revista. En el mismo acto, se entregará el premio Armonía de las Letras, que este año se ha adjudicado el escritor José Ignacio García.
Lugar: Teatro San Francisco, León
Hora: 20.00 horas
Fuente: El Diario de León.es 15-04-2015