El libro Mascaradas de la Península Ibérica adjunta un meticuloso mapa en el que cada manifestación del carnaval tradicional aparece marcada con un número y un color: basta echarle un simple vistazo para comprobar cómo la mayor concentración de ellos se apiña en una especie de ‘triángulo mágico’ localizado entre Zamora, León, Orense y el norte de Portugal. Unas tierras largo tiempo aisladas y desatendidas —coinciden en gran medida con la médula del Viejo Reino—, que, por contra, han conservado tradiciones de enorme arcaísmo y muy elocuentes del modo de pensar de nuestros antepasados.
Óscar Julián González, etnógrafo asturiano, ha recorrido toda la península para escribir un volumen cuya primera edición ya se ha agotado y que ahora espera la segunda. Ante la pregunta de qué es exactamente esta fiesta y a qué motivaciones responde, el autor aclara algunas cuestiones previas. «El carnaval, mejor llamado entroido, antroxu, antruido, etc., es decir, ‘entrada’, es la última fiesta del periodo festivo de las mascaradas de invierno de mozos, que comienza tras el solsticio de invierno, el 25 de diciembre, y marca el paso de cambio de temporada». En cuanto a si se constata su presencia en todas las culturas del mundo, González explica que estas manifestaciones se han venido produciendo en Europa «desde tiempo inmemorial y también aparece en lugares colonizados, pero no tenemos constancia de una celebración similar en otras partes del hemisferio norte o sur».
«Eso sí, hemos sabido recientemente que los lugares de mayor concentración de mascaradas en Europa coinciden con los lugares de ocupación de las primeras poblaciones: norte de las penínsulas Ibérica e Itálica, Alpes y Balcanes», argumenta Óscar J. González, investigador de temas etnográficos, sobre todo asturianos, y que en 2005 se propuso hacer un documental sobre las mascaradas del vecino Principado. «En ese momento comenzaban a popularizarse nuevas herramientas de Internet, como Youtube y los blogs, y estuve rastreando mascaradas durante cuatro años. Fue entonces cuando me di cuenta de que en toda la franja sur europea las similitudes eran asombrosas… así que decidí abandonar la idea del documental y recoger, en fichas, descripciones de cada una de estas fiestas», detalla el autor, quien comenzó a contactar con informantes en 2009 y acabando la recopilación a finales del año pasado, fruto de la cual es un libro que en 724 páginas recoge 321 mascaradas y fiestas asociadas, aunque González posee una base de más de mil a nivel europeo. «Se trata de una descripción de cada mascarada sin entrar en su posible simbolismo u origen, es una herramienta para etnógrafos y antropólogos, aparte para los interesados en el tema», indica.
Hablando de aspectos significativos o diferenciadores de los entroidos o antruejos de la península, Óscar avisa de que todos los investigadores «solemos caer la trampa de localizar diferencias mínimas». «La clave para entender las mascaradas —continúa— es determinar lo esencial, no fijarse en si la máscara es de madera o de cartón. La estructura de acción y de personajes es muy similar en toda Europa, y en la península podemos distinguir varios grupos, pero esencialmente todos lo celebran de la misma forma. En resumen, el boteiro gallego es el mismo que el sidro asturiano o el guirrio leonés. La teoría de un origen simbólico de la máscara comienza a ponerse en entredicho a favor de una funcionalidad que beneficia al grupo en general». En cuanto a León, González confiesa haberle llamado la atención «lo completos que son en personajes, tanto en la ribera del Órbigo como más al norte. Además, también incluyo en el libro los birrias de los danzantes de Pobladura de Pelayo García y Laguna de Negrillos, o la Dama de Corporales, que esencialmente descienden de las mascaradas. En León también vemos elementos, como el toro, que después aparecen con fuerza más al sur».
Pero estos antruidos nuestros, ¿han mantenido su esencia o se han desvirtuado en época moderna? «Los antruejos tradicionales forman parte del pasado —dictamina el autor— y en casi todos los casos estamos haciendo recreaciones. Curiosamente, cuando queda solo un personaje, la cosa suele tener más continuidad. Es importante la conservación de las figuras, pero no se puede volver al pasado. Los mozos no tienen necesidad de unirse esos días y festejar el cambio de temporada con cenas de confraternización, aunque hay fiestas de quintos herederas de esas mascaradas… El caso de los antruejos es significativo, pues es la única mascarada que evoluciona con el tiempo. Antes se disfrazaban de vieja o de oso, ahora de vaquero. La cuaresma está ahí porque existe el carnaval, no al revés. Las mascaradas son muy anteriores al cristianismo, y forman parte esencial de la ancestral estructura social europea».
Fuente: El Diario de León.es 03-03-2014