Se cumplen 50 años del descubrimiento del fondo cósmico de radiación
Aunque casi nadie se acuerda de ellos, todas las grandes historias de un éxito científico tienen siempre un perdedor. Y en la cadena de carambolas que cimentaron la teoría del Big Bang esa figura le corresponde a la mente más visionaria y quizá el cerebro más brillante de la época: el poco menos que olvidado astrofísico de origen ruso y nacionalizado estadounidense George Gamow. A él le pertenece -tras afinar las ideas del sacerdote y astrofísico belga Georges Lemaitre- buena parte de la propuesta inicial del origen del Universo como una expansión repentina de la masa del Cosmos desde un único punto: el llamado Ylem en la teoría de Gamow, quien tomó el nombre de la sustancia fundamental de la materia de Aristóteles.