El polifacético Bruno Marcos a la espera de representar La trampa, su primera obra teatral

Artista plástico, poeta, novelista, ensayista y ahora autor de teatro, con una obra, La trampa, que espera estrenar en breve, Bruno Marcos es un leonés nacido en San Sebastián, que abandonó hace años el País Vasco, con su familia, sintiéndose expulsado del paraíso en un ambiente de gran violencia.

«León es una ciudad bella y literaria y la considero mi casa», así se expresa Marcos Carcedo, el cual reconoce la influencia de los paisajes y aun paisanajes de la tierra leonesa en su obra, «sobre todo en una novela que tengo en el cajón a espera de editor, en ella, sale nuestra ciudad, la calle Matasiete y de la Sal, y parte de la vida de un personaje está inspirada en vivencias de Crémer», detalla el creador de El libro de las enumeraciones, que escribió con 23 años, y cuya lectura, según su propio autor, sigue siendo una experiencia dura, porque en este poemario dio paso a un impulso expresivo que registraba cosas difícilmente comunicables.

En esta obra poética nos muestra, desde una perspectiva nihilista, que «la vida es frágil, dolorosa, contradictoria y que, sin embargo, la afrontamos con rebeldía y pasión», porque no es barbárico escribir poesía después de Auschwitz, como nos dijera el filósofo Adorno, antes al contrario, «después de todos los Auschwitz la poesía es más necesaria que nunca, aunque, a veces, ella misma sea pasar una temporada en el infierno», recomienda, con un guiño a Rimbaud, el polifacético Bruno Marcos, que combina su actividad en el campo de las artes plásticas—ha realizado varias exposiciones nacionales e internacionales— con la literatura y aun con la docencia.

Arte y literatura

En su caso, las artes plásticas y la literatura van de la mano, «porque detrás de cada acto de creación están las mismas ideas», señala él, que es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y consciente a su vez de que, desde hace tiempo, hay una separación evidente entre ambas, a resultas de que en las artes plásticas ha habido algunos importantes avances como la invención de la fotografía y aun otros en la tecnología de la imagen, «que han forzado derivas a las que la literatura no se ha entregado con tanto fervor».

Como teórico del arte, Bruno Marcos cuenta con un ensayo cuyo título, Muerte del arte, es bien sugerente. En este libro sostiene una tesis demoledora: «En la época contemporánea se ha producido la hegeliana muerte del arte, es decir una suerte de disolución, o superación, dejándolo como una cosa del pasado». Y añade: «Es pues el arte contemporáneo un residuo de aquel y como tal hay que tratarlo, estudiarlo e, incluso, producirlo». Como narrador, ha escrito dos novelas premiadas, Lo más profundo es la piel (2002) y La fiesta del fin del mundo (2004). «La primera trata de la felicidad confrontando a dos hermanas que no la tienen –según su autor-. Una impedida y cerrada en sí misma y la otra triunfadora. Esta última ha de aprender que lo más profundo es la piel para poder amar». Su segunda novela «narra la aventura de un hombre que, ante la llegada a su fin, encuentra una ciudad que, extrañamente, se enfrenta también al suyo, poblada por una multitud dispuesta a vivirlo como una fiesta. Plantea la paradoja de sabernos pasajeros y sentirnos eternos». Como aventajado bloguero —otra de sus facetas— le entusiasman los diarios literarios, entre otros, Madrid 1921, de Pla, La novela de un literato, de Cansinos Assens, y aun Las cartas de Van Gogh a su hermano Theo o bien Salón de pasos perdidos, los diarios de Andrés Trapiello, «que son uno de los fenómenos literarios más colosales de nuestros días», porque la escritura de diarios le parece un ejercicio magnífico para crecer como escritor y recomendable también para cualquier persona. «Lo que más valoro de ellos como lector es la posibilidad que ofrecen de acceder a la mirada más sincera y auténtica de un escritor y de ver cómo se va impresionando el mundo en su retina».

Entre sus proyectos literarios más inmediatos está Golfemia, una novela sobre la bohemia española de principios del siglo XX y la representación de La trampa, su primera obra teatral. Esta obra nos invita a reflexionar sobre el sentido de la vida, con unos personajes jóvenes que nos muestran sus miedos y esperanzas «hasta que, ebrios, hacen algo inexplicable y trágico», remata su autor.

Fuente: El Diario de León.es 09-04-2013

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