Nacido en Málaga, Rafael Saravia llegó siendo un niño, con tan sólo cuatro años, a León, ciudad en la que ha crecido y se ha forjado como poeta. «Sin duda mi manera de entender la poesía se ha impregnado de las letras de esta ciudad. Desde adolescente me fueron marcando los textos de Ildefonso Rodríguez, Víctor M. Díez, Eloísa Otero… y sobremanera los textos de Gamoneda», dice el autor de Llorar lo alegre, que se siente a gusto en una tierra pródiga en escritores, como Pereira, Mestre o el mencionado Premio Cervantes y autor del Libro del frío, a quienes Saravia considera maestros de la literatura, porque «hacen mucho más fácil el crecimiento vital y poético». «Entiendo como maestro aquel que aporta luz a tu aprendizaje», aclara, y en ese sentido reconoce a muchos, entre ellos, algunos compañeros jóvenes que en el intercambio de experiencias y textos le hacen crecer y toda una lista interminable de autores «que me han marcado y que han supuesto una iluminación en mi manera de entender el mundo: Rimbaud, Mallarme, Vallejo, Gelman, Cortázar, Valente, Pessoa…».
Como poeta, ha publicado tres poemarios, entre ellos, el ya mencionado Llorar lo alegre -acaso su mejor libro-, Desprovisto de esencias y Pequeñas conversaciones. «Cada uno de los tres publicados ha cubierto una etapa, y aunque sí que hay elementos comunes, creo que son bastante diferentes entre sí». En todo caso, el camino de la poesía, según Saravia, cuya obra figura en varias antologías, es «generar conciencia… o por lo menos no olvidar la propia».
De las antologías, en las que aparece, él mismo destaca Por donde pasa la poesía (Baile del sol, 2011), «por el elevado número de autores a los que admiro –desde J.L. Sampedro hasta grandes compañeros como Méndez Rubio- en sus más de cuatrocientas páginas». Aunque también tiene especial predilección por dos en las que él ha sido el antólogo: El rio de los amigos. Escritura y diálogo en torno a Gamoneda (Calambur, 2009) y Barcos sobre el agua natal. Poesía hispanoamericana para el siglo XXI, publicada recientemente en Leteo y Literal (México).
Además de poeta, es fotógrafo y editor. Su faceta como editor, al frente del Club Leteo, resulta encomiable, porque gracias a él, a través de este dinámico Club, hemos podido conocer a algunos de los más grandes de la literatura, no sólo a nivel nacional sino internacional, porque por la ciudad de León, con motivo del premio Leteo, han pasado, entre otros, escritores de la talla de Fernando Arrabal, Houellebecq, Paul Auster, Adonis, Ledo Ivo o Gelman. Uno recuerda con especial cariño al maestro brasileño Ledo Ivo, que se nos fue a finales del pasado año, aunque siempre nos quedará su Cavalo Morto. «Todos han influido en mi manera de comprender la literatura… Obviamente en mí han calado más los poetas… Es impagable todo lo que he vivido junto a ellos».
La faceta de editor
A través de ediciones Leteo, Saravia se siente satisfecho como editor, «una maravillosa experiencia», puesto que, según él, «no tenemos la obligación del mercado y por eso mismo somos libres. Sacamos dos o tres libros al año que nos gustaría encontrar en las librerías. Sin duda he descubierto buenos autores y amigos en el proceso de edición. Para nosotros es importante esa intimidad entre autor y editor».
Ha publicado algunos buenos libros y edita, desde hace años, la revista The Children´s book of american birds, en la que han colaborado magníficos autores y estupendas autoras, «aunque destacaría la colección de jóvenes escritores e ilustradores de primer nivel –asegura–. Son más de 500 los que han aparecido en estos 10 números, y eso da cuenta del alto nivel en que se encuentra la cultura en España».
Como fotógrafo, aunque le cuesta asumir el calificativo de profesional, porque «últimamente le dedico poco tiempo», Saravia utiliza ciertas herramientas para expresar sus realidades, y una de ellas es el arte de la foto, que le permite referenciar mucho más de lo que se le aparece delante. «Me gusta generar un trasfondo que permita a la conciencia no acomodarse; y el blanco y negro, y la imagen en general, me dan esa oportunidad». Es sobre todo cuando viaja –confiesa su atracción por países como India, Brasil o México-, el tiempo en que explora más el lado visual de la poesía, y por ende cuando más se prodiga en la fotografía.
En la actualidad, ejerce como columnista en este mismo Diario, una experiencia gratificante, que para él supone un ejercicio de estilo que le permite renovar y vitalizar el lenguaje, «y eso es bueno para el escritor» porque «la columna es en sí un género literario. Desde Larra hasta Umbral, o las actuales de Vicent, Millás o Verdú, por poner algún ejemplo, lo demuestran… Para el lector de columnas lo interesante es que la columna periodística se puede empapar de otros referentes y estilos, por ello es tan versátil y puede acoger tantos tonos diferentes».
A lo largo de este año, tiene prevista la publicación de un libro, que ya tiene escrito. «Un libro con el que me siento especialmente a gusto», apostilla. Y ya ha empezado a dilucidar quién será el XIII Premio Leteo. «Espero que a los leoneses les guste la experiencia de poder charlar con otro referente literario de primer orden».
Fuente: El Diario de León.es 19-03-2013