Acaba de finalizar una novela que le lleva en esta ocasión a las tribulaciones ‘francesas’ que Jovellanos atravéso al final de su vida y que se publicará en la primavera del 2014. Mientras escribe lo que él califica como un filandón de lores —un conjunto de relatos con Londres de protagonista geográfico— recibe la noticias de la concesión del premio de las Letras de Castilla y León. «¿Abrumado? Tendrían que restringir la concesión de premios», ironiza para agradecer a continuación la adjudicación del galardón.
Especialmente satisfecho se muestra con las razones que el jurado ha expuesto para otorgarle este reconocimiento: su dedicación y compromiso con una literatura muy personal e imaginativa reveladora de la realidad y el tiempo de su poderosa memoria. Y es que para Juan Pedro Aparicio la memoria articula la creación literaria. «En mi caso, la memoria es una memoria de emociones porque se vertebra a partir de la infancia, un momento en el que la intensidad de las emociones tiene una potencia virginal», destaca el autor de El año del francés. «El milagro de la niñez es que no necesitas vivir las experiencias para sentir todas sus emociones», subraya.
Acerca de Lot, esa protoespaña que le acompaña en algunas de sus novelas, destaca que ha cambiado mucho. «Ahora tiene un empaque de ciudad que antes no tenía», defiende. Aparicio reconoce que podría tener más pujanza, pero asume que «en el dorsal de la vida española nos ha tocado este papel».
No se olvida de Sabino Ordás, el crítico errante de Ardón. «No he hablado con él. Supongo que dirá lo mismo que Luis Mateo Díez y José María Merino», destaca el escritor, que lamenta que el profesor ya casi no salga de Ardón a causa de su edad.
En cuanto al discurso que pronunciará el próximo 22 de abril, apunta a que tratará de prestar la voz al resto de premiados. «Me parece un honor inmenso, y una responsabilidad, sobre todo porque tengo la intención de ser claro y consecuente», subraya Aparicio, que siempre ha defendido la singularidad leonesa. El premiado destaca que la importancia de la comunidad radica en el hecho de que tiene dos regiones históricas con una historia paralela que converge en España. «Una de las características de León es que es una fábrica de españoles, y esta idea vale exactamente igual con los burgaleses, los abulenses o los vallisoletanos», reflexiona, al tiempo que defiende la necesidad de que se respete la riqueza de todas ellas.
Admirador de la cultura británica —desempeñó el cargo del Instituto Cervantes en Londres— Juan Pedro Aparicio subraya que el país cuenta con un público consumidor de cultura que sabe valorarla y pagarla. «Es una sociedad madura de la que tenemos mucho que aprender», asegura.
Obra y premios
El relato corto, con el que se dio a conocer, más tarde la novela y ahora también dedicado al microrrelato, revelan un escritor que no ha encontrado excesivos obstáculos para hacerse eco, a través de una «poderosa memoria», de la realidad que en cada momento le ha tocado vivir.
Lo constata el acta de un jurado que ha presidido Luis Mateo Díez, coterráneo, amigo y compañero de Juan Pedro Aparicio (León, 1941) en los populares ‘filandones’ que, junto a José María Merino, han protagonizado durante los últimos años para recuperar la vieja memoria de la tierra leonesa a través de relatos de tradición oral que se han mantenido vivos al transmitirse de una generación a otra.
Como narrador, el autor se dio a conocer el año de 1975 con El origen del mono y otros relatos, y ha publicado las siguientes novelas: Lo que es del César (1981), El año del francés (1986), finalista del Premio Nacional de Literatura, ambas recientemente reeditadas en Espasa Bolsillo; Retratos de ambigú, Premio Nadal de Novela en 1989; La forma de la noche (1994), Malo en Madrid o el caso de la viuda polaca (1996), El Viajero de Leicester (1997), Qué tiempo tan feliz (2000), La Gran Bruma (2001), Tristeza de lo finito (2007). El juego del diábolo (2008); y los libros de cuentos: La vida en blanco (2005, Premio Setenil) y La mitad del diablo (2006); así como la colección de microrrelatos Palabras en la nieve: un filandón. Su obra El Transcantábrico (1982) inspiró la puesta en marcha del tren turístico con el mismo nombre.
Es habitual en los filandones al lado de figuras de las letras como Luis Mateo Díez y José María Merino. Precisamente junto a Merino escribió el libro Los Caminos del Esla, una especie de reportaje literario sobre este río. Además, destacan en su obra Sabino Ordás: Las cenizas del fénix (1985), colección de artículos periodísticos. Y de nuevo con Luis Mateo Díez y José María Merino ¡Ah, de la vida! (1991), colección de artículos periodísticos, La mirada de la luna (Diez días entre los nietos de Mao) (1997). León (2003). Guía monumental y turística y Del cuento literario (2007) junto a José María Merino.
Del jurado del Premio Castilla y León de las Letras han formado parte, entre otros, la escritora leonesa Elena Santiago y el catedrático de la Universidad de León Nicolás Miñambres, así como el escritor y editor leonés Ernesto Escapa. Este galardón, sin dotación económica, es el primero de los ocho que, en diferentes modalidades, serán fallados en las próximas semanas antes de su entrega el 22 de abril.
Fuente: El Diario de León.es 23-03-2013