Luis Mateo Díez descubre su faceta de «desayunador» exquisito en su nuevo libro, en el que desvela por qué y para qué escribe. Los desayunos del Café Borenes (Galaxia Gutenberg), que verá la luz el día 9 en una presentación en el madrileño Café Gijón —lugar de míticas veladas literarias—, son en realidad dos textos que se complementan en sus intenciones. En la primera parte, que da título al volumen, el académico leonés aborda los encuentros de un novelista —«que no soy yo, aunque a veces se me parece más de lo debido»— con los amigos que acuden a desayunar a un singular café de una de esas ‘ciudades de sombra’, situadas en el León imaginario del creador de Celama. En la segunda parte, escrita en primera persona y titulada Un callejón de gente desconocida —título que Luis Mateo toma prestado de una frase de Irene Nemirovsky a propósito de toda gran novela— teoriza sobre su pensamiento literario, a modo de una poética personal, no exenta de una pedagogía particular.
«Lo que subyace en el libro es una reivindicación de la ficción». Porque defiende Luis Mateo que hay un descrédito de la ficción, que «se ha trivializado tanto que cualquier cosa vale».
En el Café Borenes los contertulios hablan siempre de literatura, a excepción de los lunes, día consagrado al fútbol. Confiesa Mateo su pasión por los reconfortantes almuerzos matinales «de café con leche y tres churros gloriosos» —«no hay nada mejor en el mundo»—, acompañados de largas charlas con sus «amigos desayunadores», como Manuel Longares, Jesús Marchamalo, Javier Goñi y Tomás Val. Personajes que no son, aunque están, en el Café Borenes.
El autor de Fábulas del sentimiento reconoce ser un «buen escuchador», lo que le permite poner en boca de sus personajes «ideas que no son todas mías». El protagonista, escritor jubilado y hombre dubitativo, comparte mesa de café con unos defensores radicales de la ficción como forma de vida. «Están plenamente convencidos de que lo que la vida no les ha dado lo han encontrado en las grandes novelas. Ante el descabalamiento de esa ficción en la que involucran sus vidas, se sienten consternados y heridos».
Para el autor de Las estaciones provinciales, su nueva aventura literaria es una reflexión personal y un repaso a la cultura literaria.
«Los protagonistas van evaluando, con contradicciones, recuerdos, sueños… la cultura actual», al tiempo que descubren al lector el arte de desayunar. Esa colación —explica el escritor leonés— tiene un ritual de primer encuentro del día, «cuando las cabezas están recién salidas de la noche y del sueño y es un momento propicio para que las malevolencias se perdonen mejor. Y el café es ese primer alivio». Como recuerda uno de los desayunadores del libro, nunca hay que olvidar que cuando Jesucristo resucita a Lázaro, salió de la tumba y lo primero que dijo fue: «Quiero un café con leche».
El refugio de la ficción
En sus teorías disparatadas, los contertulios sostienen con lucidez que el desayuno es un momento fundamental para las llamadas al orden y es un conciliábulo más generoso que la comida de negocios. «Y todos están en contra de los desayunos industriales y escuetos».
«Es un libro que tiene cierto punto de desánimo sobre la realidad y un punto de melancolía». Por Los desayunos del Café Borenes deambula una idea de sonambulismo. «El escritor tiene la sensación de que vive en una realidad desacreditada. Parece que todo es un poco mentira o que todo está lleno de engaños».
El creador de La fuente de la edad no renuncia a su vena irónica, para superar las miserias cotidianas, al tiempo que mantiene sus personajes inquietantes y una trama de desasosiego que son ‘norma de la casa’ en su trayectoria literaria.
Para Luis Mateo, la ficción es siempre «una conquista en lo ajeno. Para escribir novelas hay que salir de casa y no quedarse en el gabinete. La gran ficción sirve para contar la vida y para conocer gente».
Mateo hace un repaso de convicciones personales, de cómo encuentra a los personajes y cómo les hace suyos. Un texto que permite al autor sincerarse con los lectores que le han seguido desde 1973, cuando publicó Memorial de hierbas.
Los desayunos del Café Borenes es «una reivindicación de la ficción pura y dura en estos tiempos de mucha deriva, donde lo real prevalece sobre lo imaginario». En Un callejón de gente desconocida, que aborda la poética personal de Mateo Díez, el escritor concluye que escribe para vivir. «Tengo el alma vendida al diablo», dice. «Me interesa más la leyenda que la realidad»
Fuente: El Diario de León.es 04-09-2015