La Capilla de los Quiñones, pese a estar situada en el claustro, a pocos pasos del Panteón Real, es una de las salas más secretas de San Isidoro. El tesoro de los reyes de León se ha trasladado a esta estancia del siglo XII que sólo abrió puntualmente en 1993 para albergar doce piezas del Metropolitan de Nueva York. Ahora, 27 joyas que los monarcas leoneses donaron a San Isidoro han encontrado refugio en la que fue también sala capitular de la colegiata.
La mudanza se ha hecho por cuestiones prácticas; la nueva sala permitirá que el museo exhiba sus mejores piezas y, por consiguiente, siga teniendo público, mientras la Cámara del Tesoro, también denominada Cámara de Doña Sancha, queda despejada para que los restauradores inicien la recuperación de los frescos renacentistas arrancados de las paredes hace 55 años por orden del arquitecto Menéndez Pidal.
Cuatro tallas románicas —dos de Santa Ana, de los siglos XIV y XV; y dos vírgenes sedentes con niño, de los siglos XII y XIII— flanquean la entrada a la nueva estancia, que aún conserva algunas pinturas murales. El enclave que el conde Luna eligió como mausoleo, convertido en establo durante la invasión napoleónica, preserva la antigua puerta norte de la basílica, hoy cegada e inutilizada.
Esta estancia se restauró hace dos años con el fin de exhibir en ella la espléndida colección de telas regias y sagradas de la colegiata, incluido el conocido Pendón de Baeza. La estrella iba a ser el ajuar de la infanta doña María, una de las piezas textiles más importantes de la Edad Media de cuantas se conservan en España, ya que apenas existen prendas tan antiguas como estas, del siglo XIII. Muy probablemente los tesoros que se han trasladado —vitrina incluida— acaben en otras ubicaciones cuando se lleve a cabo la reforma del Museo, presupuestada en 4,8 millones de euros, de los que la Junta sufraga 2,3 millones; la Fundación Montemadrid, otros dos millones y el Cabildo, 500.000 euros.
Entre las joyas que ahora decoran la antigua sala capitular está el arca de las reliquias de san Isidoro, el Arca de los Marfiles y la Arqueta de los esmaltes de Limoges. Sin duda, una de las mejores colecciones de orfebrería medieval del mundo. De hecho, dieciséis investigadores de cinco países están actualmente inmersos en averiguar —a partir de 33 piezas del tesoro— cómo llegaron a San Isidoro estos objetos —muchos de ellos de origen musulmán— y la utilización que de ellos hicieron los monarcas, tanto como obsequios para los aliados, como reservas financieras que se podían despiezar en tiempos de necesidad.
Otra vitrina custodia una de las piezas más enigmáticas de San Isidoro, un diminuto relicarios del siglo X que podría ser un ídolo vikingo o la pieza de un antiguo juego parecido al ajedrez y que en la década de los noventa atrajo la atención de investigadores daneses.
La nueva sala del tesoro, a la que se accede desde el claustro, permitirá la entrada a personas con movilidad reducida, para quienes era infranqueable la angosta escalera de caracol que conduce a la Cámara del Tesoro.
Fuente: El Diario de León.es 09-02-2017