El Codex Calixtinus es un manuscrito de mediados del siglo XII dividido históricamente en cinco libros: el primero de litúrgica católica, el segundo y el tercero hagiográficos sobre el santo Jacobo, el cuarto sobre las campañas del rey franco Carlomagno, y el quinto una estructurada guía para el peregrino que realice su ruta a través del camino francés hasta Santiago de Compostela.
Pero este camino comenzó mucho antes…
Octavio Augusto, primer emperador de Roma, abordó en el siglo I antes de Cristo lo que podríamos llamar el proyecto de una geografía sagrada o sacerdotal, teniendo en cuenta ritos antiguos y leyes muy precisas en las que las ubicaciones de las ciudades, rutas y construcciones no eran arbitrarias, sino que respondían a parámetros cosmogónicos.
Teniendo en cuenta estos aspectos, y uniendo a la geometría tradiciones caldeas, celtas y greco-latinas, el emperador Octavio Augusto propuso un viaje iniciático lleno de dificultades que culminaba en las tierras del Fin del Mundo conocido entonces, donde se levantaba el Ara Solis, (altar del Sol), un sendero de aprendizaje espiritual que permitía al hombre la consecución de la «sabiduría» interior, un recorrido paralelo al del sol hacia el fin de la tierra, de la luz y de la vida: el Callis Ianus.
Porque el Callis Ianus o Sendero de Jano era un camino que se iniciaba el veinticinco de marzo, primer día del año según la tradición mesopotámica; en el anochecer del esa fecha el planeta Venus brilla en el horizonte señalando el antiguo (sumerio) Sendero de Anu que marca la dirección del lugar donde se esconde el Dios Sol. El viaje debía terminar alcanzando el destino, el día primero de agosto, coincidiendo con la festividad gaélica del Lughnasad.
En el siglo XII, durante el papado de Calixto II, sobre esta vía hispánica de origen romano se superpuso una nueva ruta que subvirtió el sentido inicial y conservando los símbolos y mitos tradiciones, se adaptaron convenientemente a la ideología religiosa de la iglesia de Roma. Con la misión de potenciar este itinerario, surgió el Liber Sancti Iacobi, compilación de escritos de la primera mitad del siglo XII, que incluye sermones, misas, oficios, cantos y milagros en honor al apóstol Santiago. De esta obra se realizaron varios manuscritos, el más conocido y completo de los cuales es el Codex Calixtinus, cuya copia está fechada entre 1160 y 1170.
La figura del peregrino dirigiéndose a un lugar sagrado distante de su hogar –Roma, Santiago, Jerusalén-, para solicitar perdón, para demostrar su sincera devoción o para emprender un recorrido de renovación espiritual era frecuente en la Edad Media. Pero en el caso de la ruta jacobea, bajo la idea de la peregrinación devota seguía latiendo la idea de un camino iniciático para viajeros en busca de la sabiduría y el perfeccionamiento interior. Para ellos, las vías están llenas de marcas simbólicas de leyendas y mitos anteriores, expresados a veces de forma secreta, que únicamente pueden ser reconocidos por quienes son capaces de interpretarlos.
De entre esas señales, hay una que destaca sobre los demás emblemas: la oca. Este animal encierra un gran significado en las mitologías antiguas: es el mensajero de otro mundo, hace referencia al iniciado y personifica la sabiduría, pues domina la tierra (camina), el agua (nada) y el aire (vuela). Se representa generalmente por su pata colocada hacia arriba.
El tarso palmeado de la oca se encuentra abundantemente a lo largo del viaje, y supone una clave compartida por grupos de iniciados, templarios y maestros constructores que marcaban ubicaciones de lugares especialmente emblemáticos.
Esas señales-guías, presentes en el camino, parecen recogerse crípticamente en el juego de la oca, en el que 13 ocas y varias casillas con obstáculos y trampas reflejan las dificultades del camino físico y espiritual del peregrino
«En el Juego de la Oca, como en la vida y en el Camino de Santiago hay un peregrinaje, un recorrido que se hace, o se hacía, una vez en la vida y que llevaba a la gente a reconvertir su existencia, a cambiar de hábitos y entrar en un mundo nuevo», relata el etnógrafo Joaquín Díaz, para quien «siempre se ha unido el Camino, que tiene muchos lugares que se refieren a las ocas, con el juego»
El juego de la oca se compone de una espiral, redonda o cuadrada, formada por 63 casillas en las que se encuentran repartidas 13 ocas, 9 obstáculos… y la Meta. Es curioso que 13 sean las ocas y 13 las jornadas que el Códice Calixtino establece para recorrer el camino de Santiago. Veamos ahora qué obstáculos y azares aparecen en el tablero y cómo pueden relacionarse con la experiencia de aprendizaje del peregrino.
- Los Puentes, como símbolo del paso de la tierra al cielo, un avance y un primer aprendizaje, en ocasiones peligroso para el viajero.
- La Posada, el lugar de parada con el fin de descansar y recuperar fuerzas para continuar con el aprendizaje. Pero el reposo no es gratis, detiene el aprendizaje, y el peregrino no debe abusar del descanso
- Los Dados como símbolo del azar. El iniciado deberá aprender a distinguir para su avance la casualidad y la causalidad, aprovechando los imprevistos para su aprendizaje personal.
- El Pozo es una figura que representa la unión entre la superficie y el interior de la tierra, entre el hombre y el inframundo. Caer en él no sólo supone una parada, sino la necesidad de ayuda para salir y seguir adelante.
- El Laberinto, con su cruce de caminos confusos para los no iniciados es una prueba más en el aprendizaje del viajero.
- La Cárcel supone la poderosa presencia de la ortodoxia intransigente, amenaza para el peregrino que presente la más mínima desviación religiosa detectada.
- La Muerte como gran obstáculo del recorrido. Curiosamente, esta casilla representa la tumba del Apóstol Santiago, que no es el objetivo final, la meta del juego de la oca. Quien así lo entienda deberá reiniciar el camino hasta que sea capaz de comprender que el sentido del viaje trasciende el sentido religioso.
- La Meta. Una vez superada la casilla de la Muerte, ya solo existe la dificultad de obtener la tirada justa y mesurada para llegar a la Meta.
En el centro de los tableros se suele representar el Jardín de la Oca, que carece de numeración como casilla puesto que ya no pertenece, según el sentido del juego, al mundo terrenal sino al divino. Ese es el final del camino, el objetivo último del peregrino que en su búsqueda de la Verdad,se ha iniciado ya en su conocimiento.
¿Ahora sigues creyendo que el juego de la oca es solo un inocente pasatiempos para niños?