Para acercarnos al coloquio participativo de los socios del club de lectura, que sobre la obra Cuentos de los días raros, de José María Merino, tendrá lugar hoy, 27 de marzo, a las 19:00 horas en la sala de conferencias de la Biblioteca General San Isidoro, reproducimos el artículo «El juego cotidiano de la fantasía», que el crítico literario J. Ernesto Ayala-Dip publicó en el diario El País el 22 de enero de 2005.
De las 15 piezas que componen Cuentos de los días raros, probablemente sea Papilio Síderium la que mejor ilustra una de las facetas cuentísticas de José María Merino: la metaliteraria. No significa esto que hablemos de exposición de conocimientos literarios, en lo que muchas veces acaba convirtiéndose esta instancia narrativa, sino en comentario autorreferencial, en diálogo de tradiciones o tendencias. Las alusiones en ese cuento a Monterroso, Kafka, Cortázar y Borges no hacen sino recordarnos el apego de José María Merino a estos autores y a su compromiso con la imaginación, el absurdo y ese innominado territorio que se crea entre la vigilia y los sueños. En esta misma línea podríamos interpretar la materia fantástica de otro cuento, Mundo Baldería, donde al final del mismo la solución cortazareana o borgeana se hace casi previsible. No ocurre lo mismo en Celina y Nelima, relato donde retorna el profesor Souto, ese pertinaz buscador de significados, con una anécdota jugosa. En general, en todo el libro del autor de La orilla oscura se impone la lógica onírica, el sobresalto, la irrupción, no por esperada menos singular y eficaz, del fogonazo fantástico u ominoso. Pero por encima de estas características, no podemos soslayar su tarea imaginativa ni la trabazón entre su escritura y material argumental a la hora de enfrentarse a la realidad cotidiana. Esa afinidad de lo cotidiano con lo imposible es una ley que nunca adquirió tanta carta de ciudadanía como con el cuento de Jorge Luis Borges, El Aleph; ese objeto único y fundamental para aprehender la sustancia humana y mineral del mundo no lo encuentra el narrador ni en un país ignoto ni en un universo paralelo, sino en la escalera de un sótano. En ese cruce se sella no sólo la realidad más prosaica sino también la fantasía más audaz que se necesita para descifrarla.
Dicho esto, me gustaría resaltar de Cuentos de los días raros algunos relatos de mucha valía literaria. Es impecable La memoria tramposa, la historia de una familia que espera entre ansiosa y rutinariamente la llegada de Australia del hijo mayor. Sinara, cúpulas malvas es el relato de una alucinación o de una experiencia poética. El borracho que desvaría y que no puede sacarse de los labios un relámpago lírico es apenas una excusa en una historia donde prima un misterio o la impotencia de lo indescifrable. En El fumador que acecha, nuevamente tenemos al profesor Eduardo Souto, moviéndose entre la inmediatez de lo cotidiano, una felicísima parábola sobre los fumadores, o sobre el humo. No me ha gustado All you need is love por todo lo que tiene de formulario en el capítulo de los mundos paralelos, pero sí celebro La casa feliz y El apagón, dos hermosos cuentos sobre eso que el mismo Merino llama «el realismo quebradizo». La realidad ofrece márgenes a las que sólo podemos llegar mediante una fórmula matemática o una metáfora certera. En definitiva, estamos hablando de imprecisión y rigor, dos componentes sin los cuales el juego de la fantasía no tendría el premio del conocimiento humano. Es precisamente lo que encontramos en el libro de José María Merino.
También puedes leer la reseña de Eduardo Larequi «De lo fantástico y sus aledaños: Cuentos de los días raros, de José María Merino».