Por Luis Artigue
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Como Juan Carlos Onetti, que dicen que al final de su vida no salía del acogedor territorio de su cama pero alimentaba su imaginación leyendo exclusivamente novelas protagonizadas por maderos y hampones (novelas de un género cuyas señas de identidad son el misterio, la acción, la violencia, el riesgo y la ambigüedad moral), amamos el noir.
Pero no incondicionalmente ni a ciegas ni siempre.
Amamos el noir cuando detrás hay un potente narrador de enigmas y singular retratista del mal capaz de crear uno de esos enclaves tan misteriosos que no son solo reales, y alguno de esos personajes que te permiten masticar su violencia, entender su soledad y compadecer su vértigo.
Eso es la novela negra en sus diferentes subgéneros (hard, boiled, true crime, domestic noir, country noir, juridic noir, crook storie, policial, etc).
NOVELA NEGRA FRENTE A NOVELA ENIGMA
Acaba de reeditarse En el lejano país de los estanques, de Lorenzo Silva, el primer caso de la ya famosa pareja de guardias civiles cultos, sensibles y a su manera vulnerables Bevilacqua y Chamorro. Y la edición de Ed. Destino cuenta con un prólogo inédito a cargo de Paul Preston: en ese interesante frontispicio, el hispanista y devoto de lo que denomina “los Episodios nacionales de Lorenzo Silva”, dedica buena parte de la elucubración a definir con brillantez especulativa ese subgénero del noir que es el hard-boiled, para, al fin, llegar a la conclusión de que “el hard- boiled es la literatura del escepticismo”.
En este sentido desde hace varias décadas la novela negra diríamos que se ha bipolarizado (realismo sucio contra realismo limpio)… Sí, oscila entre el hard-boiled escético, contundente, politizado e implicado con el mal sin coartadas morales o políticas, y la novela-enigma, que es más consciente de que la ficción es más exigente que la realidad, y por tanto es más calculada, protocolaria, clasicista, más buenista quizás en sus finales acabados y en su ausencia de violencia explícita, y desde luego más alejada –se trata solo de distancia escénica– del mal glosado y desglosado…
En Sangre a borbotones el añorado Paco Camarasa explicaba la mala fortuna que tuvo el noir europeo con lo de que los lectores escogieran, como gran éxito comercial, a la ingeniosa e ideológicamente aséptica Agatha Christie (novela-enigma que colabora en el fondo a la banalización del mal por reducirlo a un juego de ingenio), en vez de al atmosférico, hipnótico y social George Simenon con sus historias sobre el mal abrasivo, la desesperación, el odio letal y la venganza o justicia sanguinaria. Y es que, a su juicio, esto dio como resultado que los escritores en busca de la comercialidad se decantaran por la novela negra-enigma en vez de por el hard-boiled que presenta y representa narrativamente las injusticias con su atmósfera, su crudeza y su sinsentido (y por eso tiene siempre su contundente realismo un concienciador y explícito toque social de fondo).
Sin embargo más allá de la banalidad y la simplificación en la última novela negra española hay escritoras audaces que, más allá del repetitivo esquema de la novela-enigma (un crimen, una investigación, unos falsos culpables y un culpable), están haciendo aportaciones ideológicas importantes: citemos por ejemplo Marta Sanz y Susana Hernández (que deconstruyen mediante sus personajes la masculinidad saturada estándar del personaje tipo de novela negra), o Cristina Fallarás (que mediante sus personajes siempre ideologizados incluye en sus novelas carga de alegato social o de memoria histórica), y David Llorente (cuyas novelas noir son distópicas y colindan con la ciencia-ficción ciberpunk), y Noelia Lorenzo Pino (que sabe ponerle idiosincrasia vasca y punk a sus historias negras tan personales como potentes), etc…
Pero últimamente reina demasiado la mímesis en la novela negra, y de eso está tratando de zafarse la mejor novela negra española.
NOVELA NEGRA ESPAÑOLA
La novela negra americana y la novela negra inglesa y hasta la novela negra sueca tienen su sello propio intransferible, identificable, que, además, ha calado en el público lector desde hace décadas.
Teniendo en cuenta esto no han sido pocos los intentos de conseguir, y creo que se ha logrado, una novela negra española con marchamo propio. Tal logro, saltándonos precedentes como García Pavón o Mario Lacruz, empieza a culminarse con Manuel Vázquez Montalbán y González Lesdesma, pasa por Andreu Martín, Guelbenzu, Lorenzo Silva, Julián Ibáñez, Alicia Giménez Bartlett y Juan Madrid, y ha cobrado un renovado vigor por parte de las últimas generaciones de escritores.
La novela negra española no es ajena a los subgéneros del género negro: no está de hecho dejando de tener el corte social del verista y sociológico crook storie (las novelas de Paco Gómez Escribano a este respecto son geniales), y del contundente y casi sádico del hard boiled (Lorenzo Silva, Carlos Zanón, Marcelo Luján, Alexis Ravelo, Noelia Lorenzo del Pino y un largo etc.), y del feísmo político del realismo sucio, y de la sofisticación legal maquiavélica del juridic noir (en esto novelas de José Javier Abásolo repletas de abogados que salvarían antes su casa con piscina que sus principios como Asesinos inocentes son muy recomendables), etc… Pero ha sabido singularizarse mezclando todo eso sincréticamente con nuestra tradición. Y lo ha hecho en especial bebiendo en las ricas y también castizas fuentes del esperpento y el humorismo genial de narradores de nuestra vanguardia histórica como Mihura, Gómez de la Serna y Jardiel Poncela: por ese fértil camino se están adentrado nuestros nuevos escritores del género noir como por ejemplo Juan Aparicio-Belmonte (recomendamos en este sentido su novela Una revolución pequeña), David Torres (véase Niños de tiza) y Juan Jacinto Muñoz Rengel (léase El asesino hipocondríaco).
LOS CAÍN EN EL CONTEXTO DE LA NOVELA RURAL
Un pueblo castizo en el posfranquismo. Un maestro de ciudad, esto es, de otro mundo. Una niña ahogada hace ya 20 años. Una misteriosa epidemia que mata ciervos. Lugareños que albergan odios ancestrales en un entorno de rencillas, polvo y miseria…
La novela rural en nuestra narrativa fue en efecto restablecida gracias el gran éxito de Julio Llamazares y su La lluvia amarilla, y a la perseverancia novelística de, entre otros, Alejandro López Andrada, Abel Hernández y Moisés Pascual Pozas…
Pero está cogiendo nuevos bríos postmodernos.
De hecho la más reciente incorporación al elenco de los escritores literarios para público de paladar exquisito es Jesús Carrasco (Badajoz, 1972), el cual, con su novela inaugural Intemperie (una sinergia brillante de los mundos narrativos de Juan Benet, Miguel Delibes y Cormac McCarthy en forma de novela rural inquietante situada en la España vacía –por decirlo con un término de Sergio del Molino–, la cual, por su fraseo, su personalidad, su temática y su poder descriptivo, opera en el ámbito de la excelencia) consiguió un éxito formidable…
Y la siembra de Jesús Carrasco ha dado sus frutos como demuestran las obras de últimos narradores neorrurales tales que Elvira Valgañón, María Sánchez, Andrés Pascual, Virginia Mendoza, Marc Badal, Pilar Fraile, Urbano Pérez, Pilar Adón, Óscar Esquivias, Ginés Sánchez, Lara Moreno, Jenn Díaz, Mireya Hernández, Iván Repila y Manuel Darriba…
Y a esos nombres rescatadores de la renovada novela rural hemos de añadir ahora el de Enrique Llamas (Zamora, 1989) gracias a una atmosférica novela country noir llena de metáforas y muy en la línea de Intemperie de Jesús Carrasco; una sobre un maestro de escuela en el tardofranquismo, titulada LOS CAÍN (AdnAlianza).
NOVELA NEGRA RURAL O COUNTRY NOIR
Como en La sima de José María Merino, Enrique Llamas sitúa la acción de esta meritoria novela de espacio opresivo y de grandes venganzas en Somino, un pequeño pueblo que emula a la Celama de Luis Mateo Díez, donde el enterramiento apresurado de Arcadio Cuervo provoca que su tumba quede mal cerrada, y por eso en dicho pueblo guerracivilero y tendente a la superstición de los mitos y leyendas (como los son los pueblos de las novelas de los escritores leoneses Luis Mateo, Merino, Juan Pedro Aparicio, Julio Llamazares y Antonio Pereira) las heridas de los vivos también permanecen abiertas, y ni los muertos logran descanso.
Pero LOS CAÍN, como esa joya pionera que es La novela número trece del gran Francisco García Pavón, además de una novela rural es una novela negra (country noir); una en concreto que se centra en lo ocurrido veinte años después, cuando, en la tardofranquista década de los setenta, Héctor, un joven e ingenuo maestro madrileño de familia bien, es destinado al colegio de Somino.
Y se convierte desde el principio en el forastero observado e ignorado a partes iguales.
Aunque el recelo de los habitantes de Somino va mucho más allá de malas miradas y cuchicheos.
Mientras tanto, se suceden los merodeos y preguntas de Curro y Palomo, dos guardias civiles que investigan el accidente de una joven del pueblo, amén de las extrañas muertes de los ciervos (animales que suponen el principal sustento de las familias de la zona).
Ante tantas visitas, Somino entero se revuelve, porque es un pueblo continuista, desconfiado y receloso como todo pueblo de la España profunda… ¿Es Héctor, el maestro de escuela, un chivato?.. ¿Para qué queremos en este pueblo a la guardia civil si podemos resolver mejor los asuntos turbios, aunque sean de sangre, por nosotros mismos?
Mientras la riña visceral y el odio de los niños del barrio de los Llanos y del barrio del Teso se nos antojan un correlato de la España de la época (también subdividida política y socialmente), en el pueblo se suceden los episodios vecinales de acción reacción en medio del espacio desasosegante, y, cada vez, más asfixiante… Como en toda novela country noir donde, más allá del juego de ingenio de la novela-enigma, el enclave donde sucede la acción funciona como un personaje más en un primer nivel de lectura, pero en segundo grado de ficción es a su vez como metáfora de todo un país y de una época.
Pero esto Los Cain no es una novela-enigma, y tampoco una novela negra convencional.
Se trata, más bien, de una novela audaz, ambiciosa y renovadora cuyo lenguaje literario es canela fina. A su vez hay quien diría que tiene caídas de intensidad en el argumento, y que la prosa deja de ser eficaz cuando está más recargada de lirismo valleinclanesco de lo que acostumbran las novelas de género negro (pag. 13: “con la tranquilidad de quien sabe que, entre los vivos, los muertos solo dejan herencias”; pag. 78: “un amarillo lánguido ocupaba las calles”; pag. 119: “a esa hora en que se hace audible el zumbido laborioso de las farolas”, etc.), y que muestra otras influencias muy evidentes (Llamazares, Luis Mateo y Merino, Jesús Carrasco, Ana María Matute y David Lynch). Pero nosotros nos quedamos con que es una novela extraordinariamente magnética en su fraseo, brillante en su construcción de mundo e intencionalidad narrativa, agradeciblemente superadora de la novela negra filo-americana estándar y que propone un country noir castizo en un tan atmosférico entorno rural que parece de novela tremendista.
He aquí un debut notable de un muy prometedor contador de historias bien empalabradas.
De hecho he aquí una novela que ganó con todo merecimiento el Premio Silverio Cañada a la primera novela negra (tuve el honor de ser miembro de ese jurado junto a Marta Robles y Paco Gómez Escribano).
Además es una novela que ha ganado con el tiempo, y ahora vuelta a leer nos parece una propuesta tan inusual que bien parece la precuela hispánica de otra fascinante novela country noir reciente de gran belleza y gran éxito: El mapa de los afectos de Ana Merino (último Premio Nadal).
Me está gustando mucho » Los Caín » como habla de los personajes y como los define y caracteriza .Me resulta muy entretenido y de fácil comprensión
Buenas tardes,
A pesar de que aún no se ha realizado el coloquio con los socios ni el encuentro con el autor, me gustaría comentar una de mis reflexiones preferidas del libro. Pese a que la obra se enmarca hacia finales de los años 70, es importante cómo vemos semejanzas con nuestros días, pues, sin llegar a desvelar ningún contenido relevante de ella, es significativa la soledad que se refleja en el protagonista, el maestro, la sensación que, como lectores nos queda después de comprobar cómo se siente un extraño e incomprendido en ese pueblo. Debido a las circunstancias que nos rodean en la actualidad, se ha reflejado un incremento en el uso de las redes sociales y de la tecnología en general para, precisamente eso, no sentirnos solos. Este reflejo es una de las razones por las que he disfrutado mucho de esta obra, a pesar de que me ha dejado un triste sabor.
Saludos.
Este libro me ha generado sentimientos agridulces. Una cosa que me ha gustado mucho es la historia de Somino y de Héctor y las distintas rivalidades entre los dos bandos del pueblo. También, ese cambio de perspectiva que él hace respecto a uno de los personajes es muy interesante, pues te hace cambiar parte de tu opinión sobre la Mayor de las Cuervo (aunque no me acabe de convencer la situación de este pasaje). Respecto al narrador, me encanta la idea de que sea un amigo contando la historia que Héctor le cuenta (sin embargo, los bruscos cambios de narrador entre la segunda y la tercera/primera parte me confundieron en algún momento).
A pesar de que la novela me ha gustado sí que he notado que no me acaba de convencer del todo. Los cambios de tema al inicio de los capítulos me parecían algo bruscos (cuando empezaba en días distintos a leer la novela, no entendía lo que pasaba y me costaba volver al ritmo del libro). Los motes son un tema muy interesante, con el que conoces a los personajes pero, a veces, no sabía si los hechos eran de los del Llano o de los del Tejo. El propio misterio de la novela me ha parecido poco (casi nada) sorprendente, y lo mismo me pasa con los giros que hace. También, aunque la ambientación y el contexto me han parecido magníficos, me ha parecido que el final de la novela era un poco apresurado y que se podía haber expandido más en algunas secciones. Volveré a leer la novela a ver si mi actitud es distinta hacia el mismo.
Esta lectura es completamente distinta a la anterior. En este caso, al principio creía que iba a ser un libro que me gustase en su totalidad, ya que cuando hicimos la guía de lectura de este libro, tanto el ponente como algunos socios que habían comenzado a leerla habían comentado que les gustaba. Al ir leyendo el libro, he encontrado partes que se me han hecho un poco pesadas e incluso a veces no conseguía seguir el hilo de la historia.
Como han comentado más socios tanto en otros comentarios, como en el coloquio, me ha fascinado el uso de motes con los personajes. Es realmente impresionante como puedes saber perfectamente de que personaje habla en cada momento con solo referirse a ellos con un mote.
Otra cosa que me ha llamado la atención de este libro, es que no se revela el nombre del que relata la historia hasta el final. Es uno de los temas, por los que el libro te engancha a seguir leyéndolo. Ya que yo personalmente, en muchas ocasiones paraba de leer el libro para pensar en ello.
Finalmente, ha sido un libro que me ha gustado a pesar de que no es el género de libros que suelo leer y que ha habido partes que se me han atragantado un poco.
La novela «Los Caín»me ha gustado mucho al igual que el encuentro con el autor. La atmosfera apresiva que se crea para el lector asi como el ambiente en el que se desarrolla la obra, las palabras de nuestros abuelos y la trama me han parecido super interesantes. El misterio que tiene asi como los giros es algo que tambien me ha sorprendido. También, me ha llamado la atencion el final , cuando lei la novela por primera vez no entendi muy bien ese final pero despues lo releei y si que es verdad que todise resuelve y no deja nada abierto. Los motes que pone el autor a los personajes tambien me parece un tema bastante interesante ya que si que es verdad que en aquella epoca la gente de los pueblos no se conocia sino era por el mote que tenia su familia y a dia de hoy sigue siendo igual. Al igual que mis compañeros tambien relacione el principio de la novela con «Cien Años de Soledad» y ciertos aspectos de la obra con Pedro Páramo.
Qué bonito me pareció el diálogo con el escritor ayer.
Una de las cosas que más me sorprendió fue el hecho de que el autor concibiera esta novela para sus padres, sintiéndose nostálgico por una vida que no había vivido. Esa emoción al lado del cainitismo que compone la novela me lleva a pensar en el mal que sigue perdurando en el mundo y que esta vez vemos representado a través de un pueblo cuyos rasgos lingüísticos nos son muy familiares. Como lectora, sentirme representada a través de las palabras que oigo y que pronuncio en mi día a día es todo un placer.
También me quedo con una de las frases que apunté de boca del escritor y que reza así: «para mí escribir es recrearme en las sensaciones». Esto me lleva a reflexionar y a ahondar sobre mi propio sentir a la hora de abordar un tipo de novela, enmarcada en el mundo rural, que no suelo leer. Aunque urbanita, encontré elementos esenciales que me mueven por dentro como son las heridas abiertas, que siempre permanecen en la historia de un pueblo, o la complejidad que encarna el bien y el mal, que nunca son absolutos en ningún caso.
Para no extenderme mucho más, quería mencionar la importancia de la casa, tan peculiarmente construida a partir de la mixtura de otras dos casas: la de sus abuelos y la de la película Psicosis. La casa con doble de Los Caín tiene vida y probablemente fuera en ese día de nieve la que le cerrara a Héctor las puertas, ¿quién sabe?
Esta novela de Enrique Llamas no me ha terminado de convencer, la historia que cuenta me parece interesante pero no demasiado entretenida bajo mi punto de vista, me ha costado engancharme a la novela. Además, me parece que la historia se corta de una forma brusca al final del libro. Después de la intriga que hay a lo largo de toda la novela, me esperaba un final diferente.
Sin embargo, cuando el club contacto con el autor y pudimos hablar con él mi opinión cambio un poco. Nos conto su punto de vista y comprendí el porque de algunos personajes. Por ejemplo, el hecho de que uno de los protagonistas sea un maestro de escuela sea en honor a su padre. También me ha parecido que la ambientación de la novela y la forma tan brusca y clara de retratar esa sociedad del franquismo es interesante y lo ha conseguido de una forma realista, a pesar de todo.
Sin ninguna duda es un libro que ha conseguido engancharme desde la primera página. Es una novela que es capaz de hacerte sentir intriga y nostalgia al mismo tiempo. Si le tuviese que poner una pega a la novela, sería su final, puesto que al principio me dejó un poco descolada, después, tras releerlo, logré entender lo que pasaba.
El comienzo de la novela recuerda a «Cien años de soledad», algo que me ha sorprendido de forma muy grata.
Por último, mencionar que el encuentro con el autor fue maravilloso.
Ha sido una lectura muy entretenida. Me llamó mucho la atención, porque me daba la impresión de que como lectora no sabía nada de lo que estaba pasando, pero los personajes ya lo sabían todo y te lo iban desgranando según discurría la narración.
De esa manera captó mi atención e hizo que quisiese seguir leyendo para poder comprender la situación en la que se encontraba el personaje principal, pero también el pueblo.
También consiguió entretenerme, porque desde el principio, intenté descubrir quién era el narrador. Saber quién habla es algo que necesito en una lectura para entenderla completamente, pero en esta obra no se descubre hasta el final, por lo que me mantuvo alerta e hizo que prestase atención a cada detalle.