No pretendemos valorar la situación actual de la universidad española (quien lo desee puede consultar el último informe de la CRUE sobre La universidad española en cifras, pero somos muy conscientes de que la (in)suficiencia y la (in)eficiencia que caracterizan a la financiación universitaria actual representan una de las principales tendencias que, junto con la política de incremento sustancial de los precios públicos de las enseñanzas y las deficiencias del sistema de becas, hacen peligrar la equidad en el acceso a la educación superior.
A los recortes en los fondos asignados y la reducción de los recursos humanos que impone el momento actual se unen otras lacras tradicionales de la universidad española: la mediocridad, la burocratización, las políticas erráticas o descabelladas con las que nunca dejan de sorprendernos nuestros legisladores…
Mientras tanto, la ANECA sigue evaluando la calidad del profesorado, los profesores tramitando resignadamente sus quinquenios docentes y sus sexenios de investigación, los alumnos preguntándose qué países conocerán después de finalizar su carrera y, en fin, todo el mundo intentando salir adelante de la mejor manera posible.
Esto no viene de ayer, hace muchos años que investigar en España es llorar. Quizá una reflexión honesta y un planteamiento responsable ayuden a encontrar una solución: Universidad y ciencia en España : claves de un fracaso y vías de solución / Clara Eugenia Núñez
Y así, con este alegre panorama, el pasado 26 de septiembre tuvo lugar el Acto de Apertura del Curso Académico 2014 /2015 de la Universidad de León: actos religiosos, entrega de premios, discursos y gaudeamus.
Eventos oficiales y anecdotario oficioso podrían formar parte del primer capítulo de una nueva novela de campus, si alguien se animara a escribirla…
Nadie mejor que Max Besora, que actualmente trabaja en su tesis doctoral sobre novelas de campus para introducirnos en este subgénero de la novela académica o de campus (Fuente: Pliego Suelto.com 11-04-2014)
El término «campus» se ha identificado tradicionalmente con un modelo universitario específicamente anglosajón, un lugar alejado de las grandes urbes, ideal para el estudio, la crítica, la reflexión y la contemplación. Un caldo de cultivo propicio para que emerja todo un subgénero literario: las llamadas novelas académicas o novelas de campus. Novelas que narran los tejemanejes de sus habitantes (profesores o estudiantes) y todo lo que tenga que ver con la docencia o el aprendizaje. Así, dentro de ese espacio geoliterario, universidad y literatura funcionan como parejas epistemológicas donde cada uno de los campos encuentra sus límites en los del otro en un intrincado juego intertextual.
Bajo el pretexto de novelas que tratan sobre la universidad se alza toda una literatura que atraviesa casi dos siglos de existencia y que participa al mismo tiempo de otros géneros literarios, desde el romántico hasta el «thriller» policíaco. Es en el siglo XIX cuando estas novelas inician su andadura con títulos como Fanshawe (1828) de Nathaniel Hawthorne en Estados Unidos o Barchester Towers (1857) en Inglaterra, de Anthony Trollope.
Sin embargo, debemos distinguir las “novelas de universidad” o “college novels”, como las que acabamos de citar, y las “novelas de campus”, como subgénero específico aparecido después de la Segunda Guerra Mundial. La principal diferencia literaria entre ambas, a grandes rasgos, radicaría en que mientras las primeras son esencialmente novelas de formación (Bildungsroman) –centradas en el estudiante y escritas por autores que no son académicos de profesión– las segundas se centran en la figura del profesor y sus contradicciones respecto a la misma institución, además de estar escritas, la gran mayoría de ellas, por docentes universitarios.
A pesar de los orígenes religiosos y feudales de la universidad –y del tradicional carácter conservador de la propia institución académica– una vez concluida la Segunda Guerra Mundial las universidades occidentales empiezan democratizarse debido, entre otras cosas, a la puesta en marcha de unas políticas públicas que fomentan una “educación para todos” que incrementan el número de estudiantes y de centros universitarios a lo largo y ancho de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Durante los años 50, mientras las élites comienzan a dejar paso en el entorno universitario a los hijos de las familias de la clase obrera, dos obras inauguran las llamadas novelas de campus en Norteamérica e Inglaterra. Por un lado, Mary McCarthy escribe The groves of academe (1952), un libro sobre la libertad académica en Estados Unidos. Por otro lado, en Inglaterra, Kingsley Amis publica Lucky Jim (1954), una novela contra la esclerosis cultural de la institución universitaria, de cuyo humor, típicamente british, beberán posteriormente escritores-profesores canónicos del subgénero como David Lodge («El mundo es un pañuelo«) o Malcom Bradbury (The History man).
Entre las décadas de los años 60 y 90, la novela de campus adquiere cada vez mayor relevancia en Estados Unidos. Sus universidades se han convertido en auténticas empresas del saber que ofrecen un nuevo modelo educacional articulado a través de una ideología basada en la preponderancia de los conocimientos técnicos. Asimismo, el crecimiento exponencial de la población estudiantil propicia que la economía de mercado universitario diseñe un tipo de oferta docente dirigida específicamente a un nuevo perfil de alumno-consumidor emergente. Conocidos novelistas norteamericanos como Philip Roth o John Barth, entre muchos otros, serán contratados por las instituciones académicas para impartir cursos de escritura creativa o de literatura para atraer así a nuevos estudiantes a las universidades.
Estos mismos estudiantes, una vez convertidos en escritores profesionales, empiezan a narrar sus experiencias académicas. Hasta el punto de que escribir una novela de campus acabará por convertirse en una especie de rito de paso para las siguientes generaciones de escritores que estudian o trabajan en la universidad como es el caso de David Foster Wallace o Jonathan Lethem, entre otros. A su vez, estas obras serán estudiadas más tarde en esos mismos cursos de literatura o escritura creativa por una nueva hornada de escritores en ciernes que mantendrán vivo así el subgénero de campus.
En los últimos diez años, la literatura no ha dejado de producir novelas de campus entre las que destacan Stoner (1965) de John Williams –que ha tenido una segunda vida con la reedición de 2003–, I am Charlotte Simons (2004) de Tom Wolfe, On Beauty (2005) de Zadie Smith o La trama nupcial (2011) de Jeffrey Eugenides. La aparición de estas obras certifica la continuidad y el éxito de un subgénero que se ha expandido también a otros países. Uno de los ejemplos más recientes lo encontramos en El camino de Ida (2013) del escritor argentino Ricardo Piglia. Por otro lado, existen también muestras de novelas de campus en lugares tan distantes como la India ya desde los años sesenta –The Long Long Days (1960) de P.M. Nityananda o Corridors of Knowledge (2008) de M. K. Naik– en este caso por transferencia cultural directa del colonialismo británico.
También en España existen ejemplos de novelas de campus o novelas académicas tales como El vientre de la ballena (2003) y La velocidad de la luz (2005) de Javier Cercas, Todas las almas (1989) de Javier Marías, Naturaleza casi muerta (2011) de Carme Riera, Un momento de descanso (2011) de Antonio Orejudo o El temblor del héroe (2012) de Álvaro Pombo, entre otras. Novelas que permiten suponer un auge de éste subgénero en nuestras tierras. A pesar de no tener una gran tradición de campus universitarios, hay muchas historias acerca de nuestras instituciones académicas que merecen ser contadas.
Nosotros podemos ofrecer nuestra propia aportación, ‘La conspiración de las mariposas’, escrita por el leonés Juan Miguel Alonso Vega, que ofrece una visión jocosa y crítica de las luchas de poder en una universidad española que, si bien no es exactamente ninguna, podría ser cualquiera e incluso estar en Vegazana (que conste que lo dice el propio autor) .
Un crimen es el punto de partida de esta novela negra… pero no tanto: ¿Qué pensarías si te dijeran que un grupo de profesores homosexuales está a punto de hacerse con el poder en tu Facultad?
Por si te interesa este subgénero, la Red Internacional de Universidades Lectoras y convoca de manera bienal el Premio Internacional de narrativa Novela de Campus para novelas originales e inéditas pertenecientes a esta categoría que no hayan sido premiadas anteriormente en otro concurso y que no hayan sido presentadas simultáneamente a ningún otro certamen. Este año ya estás fuera de plazo, pero eso te da un margen de tiempo amplio para estudiar la novela académica y leer nuestras propuestas de esta entrada. Lo que se te vaya ocurriendo ya no es asunto nuestro.
El curso ha comenzado…
¡ Gaudeamus !