Hace un tiempo, nos propusimos como objetivo el adentrar a nuestros lectores en el mundo de la crítica y la teoría literaria. De esta modesta ambición surgieron las «Píldoras de teoría de la literatura», una serie de entradas que queremos que sirvan de introducción a algunos conceptos básicos que puedan facilitar la comprensión e interpretación de las obras literarias.
Nuestra última «píldora» fue el espacio en la obra literaria. Hoy, hablaremos del concepto de pacto narrativo.
Franz Kafka escribió en una ocasión que «la literatura es siempre una expedición a la verdad». El hecho es que, cuando nos encontramos ante un texto de ficción, es necesario valorar que los acontecimientos narrados no son inequívocamente veraces, sino que, simplemente, autor y lector se ponen de acuerdo para considerarlos verosímiles dentro de la ficción. Este es el fenómeno conocido como pacto narrativo.
Darío Villanueva define el pacto narrativo como:
«contrato implícito que se establece entre el emisor de un mensaje narrativo y cada uno de sus receptores, mediante el cual estos aceptan determinadas normas para una cabal comprensión del mismo, por ejemplo (…) la renuncia a las pruebas de verificación de lo narrado y al principio de sinceridad por parte del que narra».
La literatura, a menudo, posee lo que se conoce como verdad artística o poética. Es decir, lo que se nos cuenta tan solo ha sucedido dentro de los límites de la obra, por lo que evitamos cuestionarlo y lo asumimos como una realidad alternativa. Poco importa si alguna vez un tal Alonso Quijano vivió realmente en un lugar de La Mancha y perdió su cordura por culpa de los libros de caballerías, porque, gracias al pacto narrativo, somos capaces de implicarnos emocionalmente con él, de amarlo, de odiarlo, de reír y llorar con sus andanzas, precisamente porque las entendemos como si fuesen reales.
La existencia del pacto narrativo, además, da lugar a todo tipo de reflexiones sobre el mundo de la ficción. Algunos sostienen que toda historia de ficción crea un mundo distinto del real al que solo podemos acceder a través del texto. Este es el motivo por el que en las narraciones fantásticas, maravillosas o de ciencia ficción se eliminan o se alteran las leyes físicas que rigen nuestro mundo sin que ello nos cause perjuicio a la hora de entenderlas e interpretarlas. También explica que seamos capaces de debatir sobre si un enunciado como «Harry Potter no lleva gafas» es verdadero o falso dentro de la ficción.
En definitiva, el pacto narrativo es la base misma de la comunicación literaria, pues define nuestra relación con quien nos narra la historia y con la historia misma. Mientras que firmemos este invisible contrato, la ficción seguirá siendo un hermoso escape de la realidad. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de acabar como el protagonista de aquel cuento de Jesús Villaverde, un hombre que «no aceptó el pacto narrativo y pensó que lo que leía era la realidad y corrió a buscar al unicornio».