Libros…
¿Enseñar, deleitar, ser útil? ¿Son los libros solo bloques de papel con palabras juntas que instruyen o que expresan belleza? ¿Qué es escribir, por qué hacerlo y para quién?
Un texto literario es algo más que la expresión escrita de la belleza: es el resultado de un compromiso del autor con su vocación, con su obra, con la palabra y con sus lectores.
En términos absolutos, el escritor escribe y el lector lee. Fin. Una vez acabada la redacción de la obra, cada lector puede hacerla suya a su manera. Pero en este punto conviene recordar las palabras de Mario Vargas Llosa en la última Feria Internacional del Libro de Guadalajara, 2014. (Fuente: Babelia, 31 de mayo de 2014)
«Sartre nos decía que la literatura no era una actividad gratuita, que las palabras eran actos, y que las palabras que un escritor escogía para poner en sus historias repercutían inevitablemente en la vida, y dejaban en ella una huella, producían cambios. Eso significaba que el escritor tenía una gran responsabilidad al usar las palabras, escribir y dirigirse a un público, no debía actuar irresponsablemente, ni frívolamente como lo habrían hecho algunos escritores del pasado o del presente, pensando que el papel aguanta todo y que se puede escribir sin ningún sentido de la responsabilidad cívica, histórica, moral, o cultural. Sartre decía que escribiendo uno podía también cambiar el mundo, que la escritura era una manera de actuar, que influía sobre la realidad y permitía enmendarla, corregirla, mejorarla o empeorarla».
Puede que a muchas personas este planteamiento les parezca anticuado, demasiado ambicioso, utópico. Excesivo. Más aún: puede que a algunos se les pusiera cara de «noli me tangere ni a mi ni a mi arte» si llegasen a leer (¿espantados, desdeñosos?) esta entrada.
“Todo arte es completamente inútil” afirmó contundente Oscar Wilde en el prefacio de su novela «El retrato de Dorian Gray». Es verdad: la obra literaria carece de función definida, y su valor es subjetivo. Muy lejos queda la idea del autor como responsable de guiar a sus lectores hacia un comportamiento moral y/o social adecuado. Escritor, obra y lector forman habitualmente una secuencia yuxtapuesta en la que los extremos no se tocan. (¿O no tanto? Volveremos a retomar esta idea en una futura entrada).
Sin embargo a veces ocurre que, tras la lectura de una obra, nada vuelve a ser igual para el lector; algo cambia dentro de él después de convivir a través de las palabras con unos personajes cuyas vidas pasan a formar parte de la suya propia. Sin entrar en las honduras sociales y existencialistas de Sartre: ¿hasta qué punto es el escritor consciente de que puede modificar la vida de alguno de sus lectores? (Pocas veces sabemos cómo y hasta qué punto influimos en la vida de los demás, pero la voz de un escritor tiene la posibilidad de llegar a un público muy amplio).
Si has descubierto en una novela lo que tanto tiempo llevabas buscando dentro de ti; si has vivido como tuyas las vidas de los héroes; si una lectura te ha no solo conmovido, sino conmocionado; si alguna vez te has encontrado con un libro que llegaba en el momento preciso, y que suponía un bálsamo en el corazón, un revoltijo en las tripas, una pedrada en la cabeza, o lo que quiera que fuese que resultó justo lo que necesitabas en esa época… tenlo por cierto: eres afortunado. Porque cuando lo necesitaste, estuviste acompañado del mejor amigo, y porque durante ese tiempo te sentiste eterno.
Y ahora, cuéntanoslo.
Ya tengo ganas de leer lo que ha escrito la gente 🙂
Precioso…