Estaba ayer en la piscina, como llevo haciendo por estas fechas desde hace muchos años, más deseosa de comenzar mi última novela tumbada al sol, que ya es como un ritual para comenzar el verano, que de toda la parafernalia de toalla, crema y sol. Porque es cierto, he de reconocerlo: soy una apasionada de la lectura. O como diría mi sobrina:
– Tía, eres una friki de las novelas.
Siempre me he sentido embrujada con la lectura, con los relatos, con las historias que nunca tienen que ver conmigo pero que siempre cuentan algo de mí.
Además, este año vengo de lo más contenta: estreno mi primer e-book, regalo de “mi churri” (como lo llama con cara picarona mi sobrina, mientras me guiña un ojo y se pone más colorada que al sol).
¿Qué más podría pedir? Luis estaba harto de verme cargando con esos libros “gordos que lees tú”, esos libros “sin complejos“ como los llamamos los lectores a los que nos gustan todo tipo de novelas, hasta las que pesan de verdad, complicadas de leer en la cama y ya no digo nada en la piscina… Ha me he hecho con mi primer e-book y, lo reconozco, me encanta.
Al final de la tarde, no solo me llevé mi dispositivo y mi libro (¡mi primera novela del verano, y en formato electrónico!) a tomar el sol, sino que se me ocurrió la “genial” idea de llevar también a mi preciosa sobrina y a cuatro de sus mejores amigas. No lo pensé bien… (bueno, es un decir, porque son fantásticas, pero menuda tarde me dieron. De leer, nada de nada).
– Hala, id a bañaros y a pasarlo bien; si necesitáis algo, yo estoy por aquí. (¡Qué ganas, qué ganas de leer ya…!)
– ¡¡¡Pero ¿vas a leer ahora?!!! ¿En serio? ¿Por qué?
– Está bien, está bien. Vayamos todas a la piscina (…y yo luego vuelvo y estreno mi regalo y mi novela).
¡Qué ilusa!
Y así fue como cinco personitas y yo comenzamos el debate sobre si leer, no leer o leer ¿“pa qué”? bajo un sol radiante y metidas en un agua medio helada aun del mes de Junio. Menos mal que la mayoría del grupo, tres de sus amigas y yo, somos lectoras empedernidas. De las dos restantes, una ni fu ni fa y solo la pecosa de Marta (menos mal…) es de las que piensan que “leer ¿’pa’ qué?”
Marta dice que no le gusta leer, que no le gusta y que no le gusta; y que ya, que la dejemos en paz. Estos son sus argumentos: “que no, que ¿’pa’ qué?” Resoplando, con los hombros encogidos y los brazos en jarras… Marta no nos entiende:
– Si está todo en Internet, hasta los resúmenes.
Abierto queda el debate, cuéntanos en qué grupo estás tú.
Dinos si lees, si no lees o si piensas que ¿’pa’ qué?
Mónica Fernández Freile