Por Raquel de la Varga Llamazares
Baba Yagá y las brujas
¿Quién es Baba Yagá? A quien más y a quien menos, en nuestro contexto cultural, le suena el nombre de Baba Yagá como algo lejano, si acaso con una vaga noción de que se trata de la bruja de los cuentos rusos. Sus atributos más conocidos son el mortero en el que se mueve y la cabaña con patas de gallina en la que vive. Pero no nos detendremos ahora en esos detalles, porque en la tercera parte de Babá Yagá puso un un huevo su narradora nos hablará largo, tendido y en profundidad de quién es en realidad este fascinante personaje folclórico.
Lo que no se nos debe escapar es que, en términos generales, estamos hablando de una bruja, algo complejo ya que, dentro del paraguas semántico de la misma, cabe un innumerable remedo de concepciones que cambian según el tiempo y el lugar: desde las hechiceras clásicas pasando por demonios, vampiras y otros monstruos femeninos que desembocan en la bruja moderna condenada a la hoguera por la Inquisición, y a su vez en una (a veces) joven y (a veces) anciana que vuela en escoba y es acompañada con un gato negro. Pero también, coexistiendo con esa imagen de la bruja que ha entremezclado la tradición europea con la bruja que encarna los pecados del puritanismo anglosajón, hallamos, al fin, a la bruja de los cuentos populares. Es anciana, con una corporalidad abyecta, con verrugas y manos como garras, esperando que algún niño incauto se acerque a su casita del bosque para después comérselo.
Sobre las brujas también nos hablarán los distintos narradores de la obra en profundidad, por lo que no nos detendremos más en este punto. Ahora bien, sí merece la pena recalar en un tema relacionado: la vejez y su representación artística. Acostumbrados a ver desnudos femeninos, especialmente en las artes plásticas, no reparamos en la sexualización naturalizada del cuerpo de la mujer. Pero casi siempre se la representa con un cuerpo joven, bello y lozano que, cuantitativamente, despunta frente a las representaciones de mujeres mayores que, hasta bien entrado el siglo XVIII, son siempre sinónimo de fealdad. El caso más paradigmático y del que más artistas —en cualquiera de las disciplinas posibles— han bebido con posterioridad ha sido el de Goya. Pero sus habituales mujeres mayores no son simplemente viejas… también son brujas. Lo explica muy bien Pilar Pedraza (2001, «La vieja desnuda. Brujería y abyección»).
En efecto, en Occidente, y especialmente en nuestra cultura, católica y heredera de la tradición visual clásica, que es iconográfica y bebe en fuentes de la tradición grecolatina, el cuerpo desnudo del varón es signo de santidad, martirio y despojamiento de lo mundano, y también de un status titánico, fundador, divino. Es un desnudo cargado de sentidos positivos, que puede presentarse ante Dios sin vergüenza porque al fin y al cabo es un espejo de Dios. Por el contrario, la imagen de la vieja desnuda, aunque su desnudo sea parcial, mínimo, es un tabú, un significante diabólico, emparentado con lo negativo, inestable y evocador de los aspectos más siniestros de lo dionisiaco. La vieja desnuda, en los pocos lugares en que se representa, suele ser una bruja. Su imagen es heredera en gran medida de entidades mitológicas como las Erinias y de figuras emblemáticas de la Envidia y el Hambre, de cuerpo enjuto y largos senos vacíos.
La autora
Dubravka Ugrešić nació en Kutina, cerca de Zagreb, en Croacia (antes Yugoslavia), donde cursó sus estudios superiores en Literatura Comparada y Rusa y donde ejerció la docencia universitaria y la investigación sobre Teoría de la Literatura, labor que compaginó con la vocación ficcional.
Reconocida novelista y ensayista en el ámbito europeo, siempre con una postura inconformista y beligerante con la realidad sociopolítica que la ha rodeado, pero también en el plano literario, donde pone en práctica las técnicas posmodernas de tal manera que su narrativa se escapa a las etiquetas tradicionales. Desde 1993, momento en el que abandonó Croacia tras el señalamiento por parte de compañeros y periodistas tras su postura profundamente antibeligerante y crítica con los nacionalismos tras la desintegración de Yugoslavia vive en el exilio, en una permanente postura universalizante, literaria y políticamente, que cuestiona las fronteras, del tipo que sean, cuando se imponen y empobrecen las culturas y a los individuos.
Ha ejercido la docencia en varias universidades, algunas de reconocido prestigio, como Harvard, Columbia, California o la Universidad Libre de Berlín.
Sus obras han sido traducidas a más de 30 idiomas.
(1991): Fording the Stream of Consciousness
(1993): In the Jaws of Life and Other Stories
(1994): Have A Nice Day: From the Balkan War to the American Dream
(1998): The Culture of Lies
(2011): Karaoke Culture
(2014): Europe in Sepia
(2018): Balkan War to the American Dream
(2020): The Age of Skin
y, traducidos al español:
(2003): El museo de la rendición incondicional
(2004): Gracias por no leer
(2006): El ministerio del dolor
(2009): No hay nadie en casa
(2019): Zorro (traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek), Editorial Impedimenta.
(2020): Baba Yagá puso un huevo, (traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek), Editorial Impedimenta, publicado originalmente en 2009 (Baba Yaga Laid An Egg)
Premios
(2016): Premio Internacional Neustadt de Literatura.
(2006): Short listed for Independent Foreign Fiction Prize.
(2004): Premio Feronia,
(2000): Premio Heinrich Mann, Akademie Der Kunste Berlin.
(1999): Premio Austriaco de Literatura Europea.
(1998): SWF-Bestenliste Literaturpreis (Alemania)
(1997): Versetsprijs 1997, Stichting Kunstenaarsverzet 1942 – 1945
(1996): Premio Europeo de Ensayo Charles Veillon
Una vuelta de tuerca a los géneros
Si ya hemos venido debatiendo hondamente en las pasadas lecturas —Lo que no es tuyo no es tuyo y Los Caín— sobre sus etiquetas genéricas, en este caso el debate está servido, y en un grado aún mayor. Lo cierto es que, aunque presentada bajo el rótulo de novela o, más globalmente, como narrativa de ficción, Baba Yagá puso un huevo es, como reza la faja de la editorial, “un magistral cuento de cuentos”. De hecho, esta obra es, en realidad, el resultado de un proceso de investigación por encargo sobre folclore y figuras mitológicas que, afortunadamente, no solo no ha condicionado a la autora sino que su sustrato ha enriquecido cuantiosamente la novela.
Aquí nos encontramos ante la primera gran cuestión genérica: dentro de lo que (no) parece una novela, vamos a hallar diferentes niveles intradiegéticos o, lo que es lo mismo, narraciones dentro de las narraciones (y también metanarraciones), como si se tratase de un enorme huevo de Fabergé que, cual matrioshka, escondiese otro huevo, y ese huevo otro huevo… y al final una sorpresa tan llamativa como su continente.
Y en íntima relación con los géneros debemos primeramente hablar de la estructura: la obra está dividida formal e internamente en tres partes bien diferenciadas, y cada una de ellas en otras subdivisiones. La primera de ellas, Vete donde no te digo, tráete lo que no te pido (abierta por un magistral prólogo, nada habitual) se encuentra narrada en primera persona en un tono memorístico y que está relacionada con la propia autora, por lo que podríamos hablar de autobiografismo/autoficción/autorepresentación. [¿Qué te parece?]
La segunda parte (Pregunta, pero recuerda que la curiosidad no siempre es buena), principal y más extensa de la obra, está íntimamente ligada a los cuentos tradicionales (como así lo está, por otra parte, toda la novela) y, de hecho, podemos leerla como si de un cuento se tratase. Esta vez, y en comparación con la lectura de Oyeyemi, no nos vamos a encontrar simples motivos o fórmulas de los cuentos populares sino que, toda la obra en general pero la parte central en concreto estará vertebrada en todos los sentidos sobre la premisa del folclore. La trama y, especialmente, los personajes y el simbolismo que estos mismos acarrean, además de sus actos, nos recuerdan por completo a los de un cuento. Sobre el simbolismo de estos y sus posibles significados la tercera parte de la obra nos dará algunas claves fundamentales para interpretarlo.
Quien más o quien menos, todos hemos tenido contacto a lo largo de nuestra vida —especialmente durante la niñez— con el cuento popular. De hecho, se ha transmitido la idea (algo errónea) de que es un género enfocado a la infancia. Al menos, gran parte de sus protagonistas suelen ser niños, y es que lo que es innegable es que, además de un carácter lúdico que posee toda obra literaria, los cuentos tradicionales suelen enmascarar una enseñanza, moraleja o saber práctico para la vida. [¿Cuál crees que es la intención que busca transmitir la autora es para ti la moraleja de esta obra?]
Como parte de la tradición oral, los cuentos populares se han ido transmitiendo a través de las distintas generaciones, conservando ciertas estructuras versificadas fáciles de memorizar, especialmente los inicios, como “Érase una vez” o “Érase que se era”. En Baba Yagá puso un huevo vamos a encontrar muchas de esas repeticiones en su segunda parte, del tipo: “Y ¿nosotros? Nosotros avanzamos a toda máquina. Mientras que la vida no sabe dónde está babor y dónde estribor, el cuento surca las olas sin ser presa del sopor” (p. 176). Desde esa perspectiva rítmica y lingüística, si prestamos atención, por ejemplo, al título en su versión original en inglés —Baba Yagá laid an egg— comprobaremos que, quizá, no ha sido elegido de forma aleatoria si atendemos al ritmo y a la rima de su enunciación.
Y a colación del título, [¿qué huevo es ese del que se nos habla?]
En varias ocasiones, y en varias partes de la obra, se hace relación a un célebre cuento ruso —la Zar-doncella e Iván—en el que aparece un huevo.
Iván se enamora de una doncella, pero, para que ella le corresponda, Iván debe descubrir dónde (sic) está escondido su amor. Así que recorre siete montañas y siete valles, y llega al mar. Allí en la orilla crece un roble, encima del roble hay un arcón, y dentro del arcón hay una liebre, en la liebre un pato, y dentro del pato un huevo. Dentro de ese huevo está escondido el amor de la doncella, que debe comerse el huevo. Y, cuando se lo coma, en su corazón prenderá la llama del amor por Iván…” (p. 145)
[La segunda parte de la obra, ¿crees que es igual de verosímil o de real que la primera?, ¿es una invención de la narradora?]
La tercera parte —El que sabe mucho envejece pronto—, cambia por completo el tono y el género, esta vez, adentrándose en lo ensayístico (o falsamente ensayístico), proporcionándonos información de forma muy prolija y (en teoría) aséptica sobre Baba Yagá en particular y sobre el mundo de las brujas en general. Usando una técnica parecida a la del manuscrito encontrado, leemos directamente las anotaciones de Aba Bagay… Y es precisamente esta parte, en apariencia inconexa respecto al resto de la obra, la que le da completitud al volumen.
[¿a qué género crees tú que pertenece cada una de las partes?]
Los personajes
Nada tienen que ver los de la primera parte que los de la segunda… [Una vez hayas leído la obra… ¿Quién crees que es Aba en realidad?, ¿y las señoras del segundo cuento?, ¿Qué te parece que pueden representar los personajes masculinos y cuál es su relevancia en la novela?]
El mundo eslavo y la desintegración de la antigua Yugoslavia
La autora, como ya se ha adelantado, ha mostrado siempre una postura incómoda con las prácticas políticas derivadas de la desintegración de Yugoslavia, algo que se plasma en el el contexto sociopolítico que rodea a los personajes, que se mueven en el ámbito geográfico de los Balcanes (entre Croacia y Bulgaria). Por ello, encontraremos pasajes en los que se alude directamente a los intereses económicos y nacionalistas de algunos colectivos o gobiernos, así como la representación del “malestar” -término muy descafeinado en comparación con la realidad- que ha generado en los seres humanos. Esto se va a plasmar especialmente a través de los diferentes espacios literarios, bien sentimentales o bien simbólicos y su relación con el individuo. [¿En qué lo notas?, ¿qué espacios te parece que no son inocentes?]
La vejez
La vejez (en todas sus facetas) deviene en principal tema de la obra, especialmente la vejez de las mujeres en la época reciente. De este tema se derivarán muchos otros relacionados, como los cambios en la concepción de la vida occidental, la longevidad de ambos sexos, la viudedad y sororidad, la enfermedad y la memoria, (la relación de ambas con el lenguaje), el cambio y el deterioro físico y la belleza, la responsabilidad y la culpa y la relación de estas con quienes ya no están entre nosotros, etc.
la mejor manera para preparar las judías es en ensalada, y la vejez es una gran desgracia” (25).
Lo insólito y lo maravilloso
Los cuentos populares son también conocidos como cuentos maravillosos, porque es precisamente en ellos donde más ha florecido en los últimos siglos la categoría que se ha venido en llamar lo maravilloso. Cuento leemos este tipo de literatura —mal llamada cuentos de hadas— estamos acostumbrados, como lectores, a que se sucedan hechos extraordinarios como que los animales hablen o que convivan en ellos todo tipo de seres mágicos como ogros o brujas y a la presencia de objetos mágicos.
[No obstante, gran parte de la obra está inserta dentro de un estilo realista, ¿no?]
[Dentro de la obra, y especialmente en la segunda parte, ocurren hechos insólitos o sobrenaturales, ¿Cuáles?, ¿Cómo se lo toman los personajes?, ¿Qué sentido tienen?]
El estilo
Cada una de las partes de la obra está regida por un estilo y un tono diferentes [¿En qué lo notáis y cuál creéis que es la intención de la autora?]. Sin embargo, la ironía y el humor permean toda la obra, a su vez entremezclados con la ternura y con un poso combativo.
Uno de los aspectos que más me han sorprendido de esta guía de lectura lo expuesto por Raquel de la Varga Llamazares sobre que este “cuento de cuentos” sea en realidad producto de una investigación por encargo y no de una obra premeditada, puesto que su estructura, alejada de lo convencional, parece indicar lo contrario.
Igualmente, y como bien se comenta, en mi caso, me suena muy lejano el término de Babá Yagá, tanto, que es completamente nuevo. Este aspecto es uno de los que más destaco de la obra, ya que esta lectura me ha permitido aprender y aproximarme a “un mundo lejano” y su folclore.
Otro de los aspectos importantes que encontramos en la obra y que también se destacan en la guía es la vejez (“el envejecer dignamente”) pero tratada desde el lado de la feminidad y desde diferentes puntos de vista, dependiendo de en qué parte de la novela nos situemos. Por ello, pienso que aquí se encuentra parte de la intención que busca transmitir la autora con esta obra.
Una de las cosas que me sorprendió encontrar en la obra y que se comentó en el coloquio fue la inclusión de los pájaros que, escondidos a lo largo de la misma, también representan un viso de libertad. Estos, junto con la pluma del final, no son sino la representación del poder cambiar las cosas; del ánimo de la propia autora ante sus lectores, o editores a los que se dirige, encaminados estos a cambiar el mundo con la palabra.
Asimismo, en la tercera parte fue una grata sorpresa toparme con el mortero como símbolo fálico de la bruja, a la que siempre había dibujado sentada bajo una escoba. En ella se encarna la representación de ambos sexos, jugando así con la concepción del huevo y la gallina, presentes también en varios episodios de entre los que destaco el momento en el que Mevlo se enamora de la hija del difunto e ingiere ese huevo que consigue solucionar su problema (para mí, el huevo es un elemento de lo fantástico, perfectamente integrado en la narración y que está dotado de poderes mágicos, como símbolo de Baba Yagá) y la muerte tan extraña, con uno de los brazos en alto en forma de ala de gallina, de una de las tres viejas que arriban al hotel en la segunda parte.
Este libro ha sido uno de los mayores descubrimientos que he tenido este año. No conocía para nada a la figura de Baba Yagá pero me intrigó su descripción (básica) como bruja comeniños. Ahora, gracias a este libro y a esa maravillosa tercera parte en la que nos hace un ensayo sobre este personaje, sé mucho más de esta figura y me ha ayudado a comprender mejor la novela. Además, gracias a esas observaciones y notas que hace en la tercera parte, te das cuenta de todas las referencias y relaciones entre los personajes de las dos primeras partes (especialmente en el cuento de la segunda sección). Es un libro que te explica por qué ha descrito un personaje de una manera o por qué se comporta de otra (a mí, que se me dan mal sacar los símbolos y relaciones en las obras complejas me ha ayudado en gran medida). Y esa referencia de que la propia folclorista es una Baba Yagá en sí me ha parecido fascinante, una Baba Yagá cuenta la historia de sus hermanas y la suya propia. Me ha parecido magnífico y me ha abierto los ojos a la cultura eslava y rusa, de la cual no sabía mucho.
Respecto a las dos primeras partes, las que se podrían considerar «más novelescas», me han parecido brillantes. Presentan la vejez tal y como es, he podido ver reflejados a numerosos familiares míos en la madre de la autora, Kukla o Beba. Me ha encantado el cuento y las pequeñas frases al final de cada sección. Ha sido una lectura muy entretenida y fascinante.
Se ha mencionado la duplicidad existente entre Aba y la narradora de la primera parte autobiográfica como una posibilidad, lo que no solo me parece acertado y, ciertamente, una brecha dentro de lo posible, sino rotundamente cierto. Nadie ha mencionado, quizá, una característica que ambas mujeres comportan dentro de esta narración inicial: la envidia. La narradora no parece odiar a Aba porque el folclore se asimile a los nacionalismos (o no solamente por eso), sino más bien porque se ve en ella, y todos sabemos que, al final del día, a la persona a la que más odiamos es la que somos, principalmente porque es a la única a la que conocemos del todo y podemos juzgar sin miedo a equivocarnos porque de ella, que somos nosotros, conocemos hasta los secretos que no nos hubiésemos dispuesto a conocer del resto. La narradora odia a esa chica porque, a pesar de ser joven, ha conseguido doctorarse y tener un nombre en la comunidad folclórica, odia a esa chica porque es ella intentando alcanzar un amor proyectado en el afecto de los demás sobre ella porque no tienen el amor que le gustaría tener y que es el amor que (se deja translucir) nunca ha tenido de forma completa de su madre. El odio es un odio de envidia, una envidia que no es más que pena o culpa, y que, al final, es tristeza y rechazo por la persona que fue y que sigue siendo porque nuestra narradora sigue intentando entrar en ese territorio de su madre anciana, mientras observa como esta primera no acepta tener nada suyo en un territorio que es de su dominio. Todas las pertenencias de la narradora desaparecen de la casa de su madre porque, nada más irse esta, su madre tira y se deshace de todo lo de su hija. Esa limpieza absoluta (que no es más que control) se traduce en un rechazo hacia su hija. Este mismo rechazo es la soledad que la narradora odia ver en los ojos de Aba, un ser que busca el cariño, tal y como ella lo buscó y lo sigue buscando.
Como a otros socios del club, el concepto de Baba Yaga era completamente nuevo para mi. Cuando Raquel de la Varga nos habló de este término en la guía de lectura, me pareció un concepto de bruja diferente al escuchado tradicionalmente aquí y muy curioso.
El libro se divide en tres partes diferenciadas. Las dos primeras son dos cuentos independientes entre sí. Y la tercera parte, podríamos decir que es un ensayo.
En el primer cuento, se nos presenta a Aba Bagay y su madre. Está escrito en primera persona y al leerlo podemos sentir como si fuese un cuento «autobiográfico». En el segundo cuento, vivimos la historia de tres mujeres de cierta edad. El tema por excelencia en este libro podríamos decir que es la vejez. Y en este segundo cuento lo vemos muy claramente. Al principio me resultó chocante que se tratase este tema en el libro, ya que es un tema que en muchas ocasiones se considera un tema tabú.
La tercera parte del libro es la más costosa de leer, quizás por su complejidad. Sin embargo, considero que es la parte del libro más importante ya que la autora hace una reflexión desde la perspectiva de Baba Yaga. De este modo, podemos ver que el libro es una clara defensa a la vejez y a lo femenino. Y como se ha dicho en el coloquio participativo, de una manera u otra, todas somos Baba Yaga.
No conocía la figura de Baba Yagá, sin embargo, me ha parecido un personaje muy curioso que tiene una historia detrás muy interesante y sobre la que voy a leer más para conocerla en profundidad. Sin embargo, el libro me ha dejado un poco indiferente.
Las dos primeras partes del libro no me han gustado especialmente y, además, me ha costado un poco leerlas, pero la tercera parte en la que la autora reflexiona desde el punto de vista del personaje de Baba Yagá y explica muchos mas detalles sobre este curioso personaje me ha gustado más y me ha ayudado a comprender mejor el resto del libro, a pesar de la dificultad para leerla que he tenido al igual que me ocurrió con el resto del libro.
Cuando comencé a leer este libro pensé que no me iba a gustar, aunque, a medida que avanzaba, más me gustaba. Sin duda alguna el libro más interesante es el segundo, donde el tema el tema principal podríamos decir que es la vejez, donde vemos como ese paso del tiempo te aporta sabiduría.
El tercer libro, de acuerdo con los compañeros, es un poco más complicado, aunque nos encontramos con una reflexión muy interesante que hace que no pierdas el hilo de nada y tu mismo hagas una reflexión sobre tu vida.
Es una obra que te invita a pensar y reflexionar sobre tu vida y tus experiencias. Es maravilloso.
Este libro me ha parecido realmente interesante ya que no conocía quien era Baba yagá ni su historia. Me ha parecido un libro magistral de cuentos en el que a parte de ver el humor podemos ver un relato maravilloso. Se compone de dos partes en el que podemos ver la figura de la mujer representada de diferentes maneras. El primero se centra en la madre de la narradora, estragada por el alzhéimer, repelente, y tierna da pie a recordar la historia de Serbia, Croacia y Bulgaria y en el segundo nos muestra un balneario checo donde 3 ancianas protagonistas, olvidadizas, entrañables y estúpidas hacen de las suyas entre masajistas disfrazados de turco y cierra con la última parte que es la que más enigmática me ha parecido y sorprendente.
Ha sido una lectura muy amena; es un libro extenso, pero que hace que continues leyendo hasta acabarlo. Las páginas parecen que vuelan.
Uno de los aspectos que más me llamaron la atención, fue esa falta de personajes masculinos en la obra. Las protagonistas son todas mujeres, y los hombres no tienen mucha influencia en la narración. Pero me gustaría resaltar uno de los personajes, Mevlo, el cual si que considero como importante. La relación que este acaba teniendo con Beba me parece muy tierna. Se hacen rápidamente amigos, pero llegan hasta un punto de poder ser madre e hijo, y eso me pareció muy emocionante dados los pasados de cada uno.
Este libro ha sido todo un descubrimiento para mi, pues desconocía todo aquello relacionado con este mundo que parece tan lejano al nuestro…
Me ha fascinado el tratamiento de la vejez y la longevidad, la forma de describir a estos personajes es única. Nunca me había parado a reflexionar sobre esta etapa de la vida, pero gracias a estos personajes he llegado a sentir profundamente la melancolía y ternura que se irradia en esta etapa.
Por otra parte, cabría destacar este aspecto de ternura con el aspecto grotesco, relacionado este último con el aspecto físico. En definitiva, pienso que es necesario una mayor normalidad de la realidad y de la vida, del protagonismo de todo tipo de cuerpos reales ya sean estos jóvenes o ancianos.