Por Natalia Álvarez Méndez
La nota biográfica de la editorial Páginas de Espuma presenta los siguientes datos destacados: Nuria Barrios es escritora, traductora y doctora en Filosofía. Es autora de las novelas Todo arde y El alfabeto de los pájaros; de los libros de relatos Ocho centímetros, Amores patológicos, El zoo sentimental y Balearia, y de los libros de poemas La luz de la dinamo, ganador del Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, Nostalgia de Odiseo y El hilo de agua, ganador del Premio Ateneo de Sevilla. Su ensayo La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora ha ganado el Premio Málaga de Ensayo. Como cuentista está presente en numerosas antologías. Imparte clases en el máster de Escritura Creativa de la universidad internacional de Valencia (VIU). Es la traductora al español del novelista irlandés John Banville/Benjamin Black, y sus últimas traducciones son Los muertos, de James Joyce y Mi nombre es nosotros, de Amanda Gorman.
POÉTICA Y OFICIO DE ESCRITURA
En su faceta de escritora, algunas de sus publicaciones de poesía —como La luz de la dinamo—, de novela —Todo arde— y de cuentos —Ocho centímetros— confluyen, en parte, con motivos y resortes del libro Amores patológicos.
En esa línea de confluencia, sobresale una literatura que indaga, que perturba, que se muestra irónica, con el hilo conductor del amor, el dolor, el duelo, la muerte, la familia, en suma, la vida con todas sus luces y todas sus sombras.
La obra de esta autora surge de la conciencia de la literatura como juego, pero también nos revela que la escritura se puede convertir en una forma de pensar el mundo, de penetrar en la realidad a través de lo que nos interpela y nos saca de una recepción acomodada. En sus propias palabras, la escritura
“[…]tiene siempre que descolocar al lector en el aspecto emocional o intelectual que tú quieras” (El Periódico de Aragón, jueves 14 de marzo de 2024).
Cierto es que el poder del pensamiento nos permite mirar y reflexionar de modo distinto al institucionalizado y asumido, nos permite tomar como punto de partida divergente, y como forma de aprendizaje, las preocupaciones derivadas de la incomodidad. Y no menos cierto es que Nuria Barrios posee esa mirada literaria que logra descolocar a quien la lee, potenciada por un trabajo incansable con el sonido de la escritura, con su cadencia adecuada a través de la liviandad de las palabras y sus infinitas capas e interpretaciones.
En este sentido, podemos traer a colación otro de sus libros, el titulado La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora, escrito en primera persona durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus. En dicho volumen, Nuria Barrios ofrece un ensayo sobre la traducción y acerca de su experiencia en el oficio de la traducción. Plantea la problemática del lenguaje —etimologías, malentendidos, errores—, alude al sufrimiento causado por los retos y dificultades que implica cada elección lingüística, habla de tormento y angustia, aunque también de entrega para captar los matices que hagan justicia a la obra traducida:
“Traduzco alentada por la esperanza de vivir de nuevo el vértigo que provoca la belleza. La sintonía con lo invisible” (La impostora, 2022, pág. 34).
Reflexiona sobre la dificultad, en suma, de captar la capacidad de sugerencia, de connotación y de plasticidad que posee cada palabra, especialmente en el contexto de la imaginación literaria.
A su vez, afirma que la traducción es un viaje a la lengua extranjera, a la materna y al mundo creado en el texto literario. Comenta que hay también, por ello, en la traducción una suerte de exilio en el que el refugio que se pierde o el territorio del que se es expulsada es el de la propia lengua. Llega a decir que la traducción hace “desconocido lo conocido”, a consecuencia de la inseguridad que se experimenta con la lengua materna.
Asimismo, en este ensayo se vertebra su discurso de respeto al lenguaje y a la imaginación con la introducción de reflexiones personales que nos acercan a su concepción de la fabulación. Así, a pocas páginas de cierre del libro, expone:
“He escrito antes en primera persona, pero es la primera vez que ese Yo soy yo. No me interesan los diarios ni la autoficción y, aunque he utilizado elementos de mi vida para escribir, siempre lo he hecho como quien entrega un cordero sacrificial a un dios, que en mi caso es la imaginación. No me importa el cordero vivo, sino su sangre, su olor, las posibilidades nuevas que abre su cuerpo inerte para llegar a ser mucho más de lo que fue. Sin embargo, llego al final de un ensayo en el que he seguido de la mano a ese yo que, de manera inesperada, ha salido a escena empujado por la traducción” (La impostora, 2022, pág. 145).
Esto nos permite adentrarnos en su identidad de escritora:
“[…] ¿Quién soy? Una escritora, contesto. ¿Qué significa eso? Que he construido mi identidad a partir del lenguaje, que he elegido las palabras, no la música, ni los números, ni los pigmentos del pintor, ni el barro o el hierro del escultor, ni el cuerpo de la bailarina, para explorar quién soy. Que elegí que el Verbo se hiciera Carne, mi carne.
La lengua para mí no es un mero instrumento de comunicación, sino una herramienta de indagación, de aprehensión, de creación de la realidad. Es la cuna que mece mis angustias, es el espejo en el que me miro, es la sal en la herida, es la pared contra la que me estrello, es el placer que disfruto, es el odio que exorcizo. Las palabras son mis manos, mis ojos, mi olfato, mi piel… Soy escritora, me digo. Con palabras he tratado de dotar de sentido la existencia, tan carente de sentido. He buscado explicar lo incomprensible: por qué el dolor, por qué el amor, por qué el miedo. Por qué la muerte. Por qué la vida. Solo he enmudecido en épocas en las cuales decidí anestesiarme ante el sufrimiento. No me sentía capaz de soportar la verdad que revela la escritura.
[…] Como escritora trabajo con mi voz, la exploro, la afilo” (La impostora, 2022, págs. 27-28).
RECEPCIÓN DE AMORES PATOLÓGICOS
Amores patológicos es el primer libro publicado por la autora, en 1998, en Ediciones B, y editado en 2023 por Páginas de Espuma.
Han pasado, por lo tanto, veintiséis años desde su publicación, lo que nos sitúa en una época muy diferente tanto en relación a la sociedad como al panorama literario. En ese momento, fue una obra muy bien recibida, pero el hecho de que fuera elogiada no oculta el revuelo que causó por el modo de abordar desde la autoría de mujer, desde la voz de la mujer, de modo abierto y sin tapujos, el erotismo y la sensualidad. La propia autora se sorprende ante ciertas reacciones de finales de los años del siglo XX, aunque reconoce que los cambios actuales quizás no tienen todo el alcance que debieran:
“No hemos cambiado mucho, es algo que me asombra. Creo que la crítica ahora ha aprendido, se ha adaptado a la época y ya no se muestra escandalizada porque entonces hubo críticos muy escandalizados por el hecho de que una mujer escribiera con franqueza del deseo. Eso ya no ha pasado con las reseñas de la nueva edición, pero sigue produciendo el mismo asombro, incluso los lectores me siguen diciendo que les parece una obra muy atrevida. Es curiosísimo cómo cambian las cosas en superficie y lo poco que cambian en realidad” (El Periódico de Aragón, jueves 14 de marzo de 2024).
Es curioso pensar que, durante mucho tiempo, los escritores hombres sí han podido abordar ese erotismo explícito sin que este hecho causara tanto revuelo. Es algo que nos enfrenta a la problemática de escapar de una voz única e institucionalizada, que se convierte en ideológica y que logra uniformar. En La impostora, Nuria Barrios hablaba precisamente de este peligro, aunque centrándose en una anécdota concreta del oficio de traducción —el caso de Salman Rushdie y los traductores asesinados, con la denuncia del peligro de la existencia de “una voz única que quiere la destrucción de las demás”— y apelando a cómo la traducción puede luchar contra ello. Puede que, sin pretenderlo, ella también luchase como escritora contra el discurso uniforme de una época a la hora de enfrentar el erotismo en la literatura. O quizás, que lo hiciera con esa plena pretensión, pues también como traductora toma conciencia de estar en un mundo de hombres. Así, consciente de que “ninguna traducción es neutra”, en La impostora recorre distintos errores de traducción desarrollados a lo largo de la historia que pueden responder a la mirada patriarcal. Argumenta, además, que hay quien piensa que la traducción es un trabajo idóneo para la mujer, fácil, doméstico, como quitando importancia a esta labor. Opta, asimismo, por adoptar la enunciación en femenino en la redacción de su ensayo —la escritora, la traductora, la lectora— para dar voz a las mujeres silencias, ubicadas en los márgenes, a pesar de que da la cifra de que las traductoras colegiadas son el 64%.
Si tenemos todo ello en cuenta, puede que no sorprenda tanto el asombro que causó en su día el libro Amores patológicos, que fue considerado tanto provocador como inesperado, a pesar de antecedentes de línea erótica como los de Ana Rossetti, Mercedes Abad, Almudena Grandes o el premio la Sonrisa Vertical, denominación también esta última de la primera colección editorial dedicada exclusivamente a este tipo de literatura. Por el contrario, en el siglo XXI son muchas las narradoras que abordan lo corporal, lo sensual, lo abyecto en sus poéticas. No obstante, el de Nuria Barrios sigue siendo un mundo original.
LABOR DE REVISIÓN
No es objetivo de un club de lectura realizar una labor de cotejo de cuáles han sido los cambios en la nueva edición respecto a la anterior, pero debemos tener en cuenta que es un libro revisado, intervenido, corregido veinticinco años después de su entrega a la primera editorial. De ahí la necesidad de incluir un prólogo de la propia autora en el que desentraña las dificultades a las que se enfrentó:
“Reconocí algunas frases, determinados modos de expresar, cierta mirada sobre el mundo. Reconocí excesos y defectos que he vigilado a lo largo de los años. Y descubrí que esas páginas seguían vivas, que la narración seguía respirando. Ese descubrimiento justificaba el trabajo. Me propuse corregir de manera que el oficio adquirido a lo largo de los años no sofocara el espíritu del libro. Lápiz en ristre, subrayé, taché, rodeé palabras, escribí interrogaciones en los márgenes, lancé flechas para conectar párrafos…” (Amores patológicos, 2023, pág. 17).
Ya en La impostora hablaba de esa futura labor de relectura y corrección de Amores patológicos, una empresa que la enfrenta a “releer, reinterpretar, reescribir y revitalizar” el texto original. En su ensayo, Nuria Barrios manifestaba su admiración por la literatura y meditaba sobre el lenguaje, la palabra y el trabajo invisible de la traductora, y ofrecía también su pensamiento sobre la vida:
“La traducción es el arte de descifrar. Y eso es la vida: la traducción en la que todos estamos embarcados. Desde que nacemos, nos esforzamos en traducir el mundo exterior, en traducir a los otros, en traducir nuestra relación con el mundo y con los otros, en traducirnos a nosotros mismos.
Este ensayo es una exploración existencial de la lengua, que es nuestra casa. Un andar a tientas. Un viaje de descubrimiento” (La impostora, 2022, pág. 26).
No extraña, por ello, que crea que en su labor de revisión de Amores patológicos deban intervenir tanto la lectora como la escritora y la traductora:
“Cada libro explora lo desconocido e implica una transformación. Pero lo desconocido no solo está en el futuro, también está en el pasado. Releerse es abrir la puerta a una interpretación distinta, a una nueva metamorfosis. Es la mejor prueba del misterio que somos para nosotros mismos. En esa oscuridad habita la creación” (Amores patológicos, 2023: pág. 19).
FORMA HÍBRIDA
Nuria Barrios emplea una arquitectura híbrida en la construcción de Amores patológicos. De tal modo, este título brinda un libro de relatos que puede ser recibido como novela, o una novela confeccionada como un libro de relatos. En algunas reseñas recientes, como la de Babelia, del 2 de septiembre de 2023, se la define como “una novela construida con fragmentos encadenados”. Sin embargo, ha sido publicado por una editorial, Páginas de Espuma, especializada en cuento.
No se trata de un mecanismo casual, ni mucho menos, pues la autora es sabedora de la relevancia de este aspecto. En ese sentido, asevera:
“La forma es el 90% de los libros. Es mucho más importante el cómo que el qué porque todas las historias son muy parecidas, son de amor, traición, de robo, muertes,… Todas las que se escriben son muy parecidas, cambia una historia según cómo es narrada y ese cómo es el alma de la literatura”. El Periódico de Aragón, jueves 14 de marzo de 2024.
El orden es absolutamente importante en el entramado que enlaza los fragmentos/cuentos, en los que se asocian finales y principios. Y al orden se sumarán las conexiones entre relatos y personajes que ofrecen una lectura de conjunto más completa y significativa.
HISTORIAS Y CONTENIDO
Nuria Barrios expone que en su libro delimita la exploración del cuerpo como lenguaje del eros. Nos encontramos, por ello, con varios matices de contenido:
- Destaca la vertiente de lo físico, lo corporal, lo sensual. Es un libro muy carnal, pero no es procaz. Propone el juego con la pasión, pero de modo literario y elegante.
- Las historias enmarcan experiencias amorosas, con matices eróticos.
- Los motivos se centran en pasiones desmedidas, adictivas, de inicio o de fin, pasiones en las que los personajes quieren seguir inmersos, a pesar del sufrimiento. En ese contexto, cobran fuerza las obsesiones, se enfrenta la dificultad de las despedidas amorosas, del duelo, así como de los modos de sobrellevar el amor, el desamor, los excesos, los absurdos, los desequilibrios emocionales, los deseos y los engaños. Todo fluctúa entre la creación y la destrucción, el placer y el dolor, la satisfacción y el penar.
- Se incide en la evolución que va desde la intensidad del deseo voraz a lo patológico.
- La etimología pathos (πάθος) procede de la palabra griega que significa emoción, sentimiento, conmoción, sufrimiento. La ‘patología’ remite al estudio de las enfermedades. Lo patológico es lo que denota o implica enfermedad, algo malsano, anómalo, enfermizo.
- Se presentan elementos temáticos que incomodan y perturban.
- Pueden cobrar protagonismo algunos fetichismos y perversiones.
- Se incluye también el ámbito de la familia.
- Son significativos los umbrales entre el sueño y la vigilia, lo imaginado y lo vivido.
- Se concede presencia al animal pato en las tramas.
RESORTES NARRATIVOS
- Construcción de un discurso original, con la mirada de la mujer sobre la sexualidad, con inversión de patrones tradicionales e, inevitablemente, una conciencia de género.
- Se profundiza en la introspección psicológica de los personajes.
- Combinación de distintos narradores.
- Narración ágil, con algún toque de lirismo.
- El lenguaje muy trabajado, con diálogos naturales, sin eufemismos en lo relativo a lo corporal y a los pensamientos negativos.
- Empleo hábil de sobreentendidos, a través de lo que se sugiere, pero se silencia, y mediante imágenes llamativas.
- La significación de los sentidos (sin desatender el olfato y el tacto).
- Cuidado del ritmo, la melodía de las palabras y de las historias.
- El humor que mueve lo trágico a lo irónico.
- La literatura como juego.