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Toca ser madres de nuestras madres

La conversación (SANDAS04)

La conversación (SANDAS04)

Toca ser madres de nuestras madres, para que no pierdan pie

por Alejandro Palomas

(Fuente: El Asombrario 13-04-20)
¡Muchas gracias a ambos por su generosidad!

En cada madre mayor hay una mujer y en esa mujer habita una niña que tiene un miedo creciente porque la partida está cada vez más cerca. Hoy, en estos días de alarma, todo les recuerda esa amenaza y tienen miedo. Así que toca ser madres de quienes nos quieren demasiado para no fallarnos. Toca tranquilizar, hacer un curso acelerado de cuidados y cariño intensivo para que no se nos vayan. Ni se rindan, ni pierdan pie. Para no perderlas.

Llevo semanas de confinamiento con mi madre. Es mayor y convive consigo misma como puede. También tiene miedo, miedo del peligro que amenaza fuera, porque oye en esa radio que la acompaña por donde va que los mayores mueren por serlo, sin ninguna explicación demasiado elaborada que la tranquilice. A veces, cuando la asalta la ansiedad, tira de sentido del humor. Nos reímos. Otras, mientras tendemos la ropa o leemos, se detiene de repente y dice: “¿Qué diría tu abuela si nos viera así?”. Y luego, casi enseguida, añade: “Seguro que habría llenado la despensa de latas de melocotón en almíbar y de aceite”. Después vuelve a lo que estaba haciendo y el tiempo, esta eterna espera, se reanuda.

Observo a mi madre a sus 78 años, declarada de repente “población oficialmente vulnerable” desde todas las fuentes oficiales de información y la veo cada vez más empequeñecida. Es una madre mayor, pero es también una mujer huérfana que cada vez más a menudo se acuerda de la suya porque la echa de menos. Pocas veces reparamos en que nuestras madres son además hijas de madres ya ausentes y que ahora, a pesar de que han sacado familias enteras adelante, de que son en un porcentaje altísimo el pilar emocional de muchos y muchas de nosotros/as, de que si nos faltaran nos sacudiría una orfandad que nos aterra, han pasado a ser una “población vulnerable” que es también población huérfana. A ellas les gustaría tener a sus madres cerca y preguntarles cosas, obtener respuestas, sentirse hijas para que todo esto pese menos, aunque sea unas horas.

No es fácil vivir lo que estamos viviendo, cierto, pero nadie dijo que la vida fuera a serlo siempre. Quizá el confinamiento nos sirva a muchos/as para mirar a nuestras madres con ojos renovados y reconocer ese tanto por ciento de niña huérfana que ahora -en voz baja- reclaman también a sus madres para que las tranquilicen y les digan que esto es pasajero y que a su niña no le va a pasar nada porque para eso están ellas. A lo mejor ha llegado el momento de ser madres de nuestras madres, aunque no se dejen, aunque no sepamos cómo hacerlo porque nadie nos ha preparado para esto en una sociedad que descarta a sus mayores en cuanto dejan de ser abuelos para todo. En cada madre mayor hay una mujer y en esa mujer habita una niña que tiene un miedo creciente porque la partida está cada vez más cerca. Hoy, en estos días de alarma, todo les recuerda esa amenaza y tienen miedo, pero muchas no saben a qué. No saben que tienen derecho a pedir ayuda porque les enseñaron que “madre” es “dejar de ser” para “dar”.

Hoy, muchas de esas madres necesitan a sus madres y los únicos que podemos ponernos el mono de trabajo e intentar suplir esa falta y ese vacío somos los hijos y las hijas que les quedan. No es cómodo, bien que lo sé. Revertir un rol que ha estado instalado en nosotros desde que abrimos los ojos y vimos en primer plano la piel sudada de nuestra madre es, seguramente, una de las aventuras más extrañas e incómodas que nos va a tocar vivir, pero la necesidad es ahora y es urgente. Toca ser madres de quienes nos quieren demasiado para no fallarnos, toca tranquilizar, hacer un curso acelerado de cuidados y cariño maternal intensivo para que no se nos vayan, ni se rindan, ni pierdan pie. Para no perderlas.

Es un momento histórico el que vivimos y eso, esa sensación, es energía pura, una corriente eléctrica que, bien vehiculada puede generar cosas muy hermosas. Si, como ha quedado demostrado, esta crisis es capaz de sacar lo mejor de cada uno/a, elijamos bien como lo hemos hecho con muchas otras cosas y volquemos la mirada hacia quienes, como tantas veces hemos oído estos días, están obligadas a cargar con una vulnerabilidad silenciada cuyo alivio depende de nosotros/as, los hijos/as.

Hoy, mañana, pasado… Esto no tiene plazo, como no lo tiene la maternidad. Nuestras madres necesitan el consuelo de unas madres que ya no están. Quizá recordarlas juntos ayude, quién sabe. Las madres se conforman con tan poco… Lo que sí sé es que en este momento veo a la mía sentada en el sofá leyendo un diario en el que apenas se concentra, esperando a que acabe de escribir para que me siente a su lado y la integre en este episodio de mi vida no como alguien que molesta, sino como alguien que es y que se ha ganado a pulso estar.

Lo que sé es que tengo que darme prisa, porque en breve fijará la mirada en la ventana, se quedará unos segundos en silencio y dirá: “¿Te imaginas que la abuela estuviera aquí, viviendo esto?”. Y yo responderé: “¿Te apetece que merendemos?”.

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Alejandro Palomas en la Universidad de León

En  «La ficción habitada: el tiempo circular y la creación de personajes», ponencia impartida  el 17 de marzo de 2016 en las III Jornadas de la red Internacional de Universidades Lectoras sobre Literatura Actual, Alejandro Palomas nos habló de su manera de escribir, de esa escritura de los sentimientos que concentra todas sus fuerzas en reflejar el mundo de lo pequeño, de lo cotidiano, de aquello que no somos capaces de ver a simple vista. Pero de aquello que, en el fondo, conforma la vida de sus personajes, que no es otra que su misma vida, para ayudarnos a los lectores a encontrar el verdadero sentido de la nuestra.

Día de la madre (cansada)

 

"Climbing Mother" (Brian Kershisnik )

«Climbing Mother» (Brian Kershisnik )

«Todo el mundo tiene derecho a descansar, menos las madres. Para cada tarea, profesión o encargo hay derecho a un receso, menos para las madres. Si una madre demuestra la más mínima fatiga de ser madre, llegará enseguida algún animal, sin tener ni idea de limpiar babas y parir, dispuesto a ponerla en tela de juicio. No es madre, no sabe ser madre, no está hecha para ser madre, dirá. Pero, si todo el mundo tiene derecho a descansar, ¿las madres no? La culpa es nuestra. Sí, la culpa es de las madres. Hemos dejado que sean los hijos quienes nos definan»

«En tu vientre», de  José Luís Peixoto (Barcelona: Random House, 2017. Pag. 26)

Primer domingo de mayo, Día de la Madre

Madres. Generosas, atentas, sufridoras, hermosas, repletas de amor… O, al menos, eso es lo que nos enseñaron los cuentos que, en nuestra más tierna infancia, leíamos  cada noche con avidez hasta que sentíamos ceder los párpados. Pero, ¿qué nos enseñaron estas madres de ficción? ¿Acaso que el mundo es un lugar idílico, donde solo existen las personas buenas y los finales felices, o que solo hay una forma posible de ser madre y de ser mujer? Hoy os proponemos esta reflexión de María José Solano para Zenda (01/05/2016):

Mis villanas favoritas: las madrastras

«La literatura infantil está plagada de madres bondadosas de cuento, sacrificadas, pacientes, inteligentes, bellas…, referentes que han sido casi tan importantes para nuestra infancia como las propias madres de cada uno. Mamás de papel fundidas en la voz y la imagen de aquellas otras que nos leían sus historias antes de apagar la luz.

Las madres de los cuentos afianzaron con su bondad nuestra confianza, minimizaron nuestro desvalimiento, ahuyentaron nuestras pesadillas, pero ¡ay!, también nos acostumbraron a creer ciegamente en la bondad del ser humano mintiéndonos piadosamente para ello, porque no hay otra manera posible de mostrar un mundo que no es, lleno de generosidad, honradez, lobos buenos, príncipes azules y amigos leales.

Las madres de los cuentos, en realidad y si lo pensamos bien, no nos ayudaron demasiado a entender.

Por eso en este mes de mayo de las madres, queremos rendir homenaje a aquellos personajes que tal vez nos influyeran más de lo que creemos, trazando con su presencia amenazante la (indispensable) línea de sombra de nuestra infancia. Se trata, por supuesto, de las Madrastras.

Ellas sí supieron abrirnos los ojos, nos enseñaron a estar alerta, a ser valientes, cautos, a no decaer, a luchar por lo que nos dicta nuestro corazón, a ser humildes frente al espejo y valerosos en el bosque, a no aceptar regalos de desconocidos, a comprender la oscura naturaleza humana. Nos ayudaron en definitiva a crecer sin renunciar a nuestros sueños, pero siendo cada vez más fuertes y seguros, con la intuición infantil (que florecerá en certeza adulta) de que el ser humano es el más peligroso de todos los monstruos que puedan poblar los planetas y que al final nada es lo que parece. También nos ayudaron a asomarnos al abismo de nosotros mismos, a analizar nuestras capacidades, conocer nuestros límites y reconocer a los leales que a pesar de todo saben mantenerse a nuestro lado.

Las madrastras de los cuentos personifican los defectos humanos, los focalizan y exageran y de esta manera nos alertan del peligro, porque al fin y al cabo de eso se trata; de crecer manejando los contrastes, las sombras y luces que todo hombre posee a partes iguales, sabiendo que al otro lado de la línea de sombra que tarde o temprano terminaremos cruzando, sólo se combate con éxito si primero nos han enseñado a reconocer al enemigo aunque éste se disfrace de amable abuelita vendedora de manzanas.

Así que (…) gracias a la atormentada Madrastra de Blancanieves; la egoísta Madrastra de Rapunzel, la Madrastra envidiosa de Cenicienta, la desesperada Madrastra de Hansel y Gretel, la desquiciada Madrastra hermana de la Bruja Baba Yaga; la traumatizada Reina de las Nieves, Madrastra de Kay. A todas ellas y a muchas más, gracias por hacernos mejores.«

¡Feliz Día de la Madre!

(y la Madrastra)

Día de la madre

María Teresa Llamazares, profesora de  Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de León, ha tenido la gentileza de colaborar con nosotros con ocasión del próximo día de la madre.

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Que la madre da vida, nadie lo pone en duda. Con ser el alumbramiento un hecho crucial, el papel de la madre se acrecienta porque proporciona a su hijo el alimento que le hace crecer física y espiritualmente. Es la primera mediadora entre el niño y la literatura de tradición oral cuando salmodia al niño mientras le arrulla, casi en un murmullo, con dulces palabras. Más adelante, con la narración de cuentos le hará entrar en otros mundos, vivir otras vidas desde la seguridad que da estar en brazos de la madre. Madre que da, madre que guía…

Canción tontaamor cmyk 300pp

Mamá.
Yo quiero ser de plata.

Hijo,
Tendrás mucho frío.

Mamá.
Yo quiero ser de agua.

Hijo,
Tendrás mucho frío.

Mamá.
Bórdame en tu almohada.

¡Eso sí!
¡Ahora mismo!

(García Lorca)