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El narratario

En nuestras píldoras de teoría de la literatura ya hemos hablado de varios conceptos: el tiempo, el espacio o, uno de los más interesantes, el narrador, entidad literaria ficticia que no debe confundirse con la figura del autor real (persona de carne y hueso que se sitúa fuera del texto).

En los extremos de la comunicación narrativa, como emisor y receptor se encuentran:

  • El autor real, que se sitúa fuera del texto y se  corresponde con la persona física que lo redacta. Conocer la vida del autor real puede ayudarnos a comprender una historia (crítica histórica), pero no tiene por qué ser así.
  • El lector real,  que también se sitúa fuera del texto y es el correlato del autor real.

También fuera del texto propiamente dicho se encuentran los constructos de autor implícito y lector implícito  (o implicado).  Son modelos mentales, estrategias narrativas   que se van acercando al hecho de la creación  y comunicación literaria:

  • Autor implícito  es el término que hace referencia al autor que se proyecta desde el texto y con quien el lector dialoga; el autor implícito —creación al fin del lector— puede o no coincidir en sus ideas con la persona  real que creó la obra, incluso cuando se trata de poesías líricas o ensayos. Y mucho menos en los tiempos actuales, en los que ChatGPT es capaz de escribir sobre cualquier tema y en cualquier estilo.
    Tampoco debemos confundir al autor implícito con el narrador de una obra.
  • Lector implícito hace referencia al lector modelo que el autor crea en su mente a la hora de escribir su obra. Es su modelo ideal, el perfil de público al que va dirigido su texto, con quien conecta presuponiendo su edad, características, nivel  de formación, intereses…

Dentro del texto literario propiamente, como en todo acto comunicativo, en la narración intervienen un emisor y un receptor: alguien cuenta una historia a otra persona.

  • El narrador es la figura del discurso que cuenta la historia. Esta definición tan simple presenta sin embargo variadas complejidades como hemos  visto en la entrada correspondiente al narrador.
  • El narratario es el destinatario del discurso y dentro de él se  sitúa al mismo nivel que el narrador, aunque no es tan fácil de identificar como él.  Si bien a veces se menciona explícitamente en el texto, la mayoría de las veces son solo figuras implícitas, pocas veces mencionadas o incluso reconocidas. Según esta idea, podemos hablar de esta figura literararia con tres perfiles distintos:
      • narratario personaje (integrado en el relato)
      • narratario invocado (el narrador hace una apelación directa a él)
      • narratario ausente (no está explícito, pero existe)

 

Al igual que los narradores, los narratarios pueden ser externos o internos al mundo de la historia:

    • Los narratarios externos generalmente quedan implícitos y podrían confundirse fácilmente con lectores implícitos o reales. Incluso cuando el narrador se dirige al narratario como «lector», no significa que de hecho se esté dirigiendo al lector real (o incluso al lector implícito). En este caso, la etiqueta ‘lector’ es simplemente el término empleado por el narrador para dirigirse a un narratario externo indeterminado.  De hecho, el narrador de una historia nunca puede dirigirse al lector implícito, que es necesariamente externo al discurso que da existencia al propio narrador.
    • Los narratarios internos también pueden quedar implícitos, en cuyo caso es difícil distinguirlos de los externos. Cuando se identifican durante la narración, los narratarios internos tienden a ser personajes menores. También hay casos de narratarios colectivos, cuando el narrador se dirige a una audiencia en lugar de a un solo destinatario, así como casos  (algunos diarios íntimos) en los que el narrador y el narratario son idénticos.

Finalmente y para mayor regocijo lector, es oportuno recordar que no es infrecuente que la narración en prosa de ficción a veces es compartida por múltiples narradores y puede dirigirse a múltiples narratarios, con las diferentes partes de la narración presentadas como una secuencia de capítulos.  🙂

El lector activo (Sonia Pulido)

El lector activo (Sonia Pulido)

El narrador

En esta nueva entrada de Píldoras de teoría de la literatura nos hemos propuesto hablar de una las figuras básicas para la comprensión de la obra literaria: el narrador, al que Darío Villanueva define como el «sujeto de la enunciación narrativa cuya voz cumple las funciones de describir el espacio, el desarrollo del tiempo, los personajes (…) y sus acciones.». Os ofrecemos aquí un pequeño resumen de los tipos más frecuentes de narrador y sus características, que esperamos os ayude a disfrutar aún más de vuestras futuras lecturas.

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Augusto Monterroso:

«Reading», ilustración de KissiKissi para The Bright Agency, empleada como material promocional en la Feria del Libro Infantil de Bolonia 2015

Lo primero que tenemos que destacar del narrador es que es una entidad ficticia que no debe confundirse con la figura del autor, si bien este también puede asumir el papel del narrador, como sucede en el género de la autobiografía.

Cuando leemos una obra narrativa, podemos analizar la naturaleza de su narrador desde diferentes perspectivas a la vez:

  • Según la persona gramatical empleada en el texto, distinguimos entre narrador en primera persona («yo»; por ejemplo, en el Lazarillo de Tormes), segunda persona («tú»; muy poco habitual, lo tenemos, por ejemplo, en La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes), y tercera persona («él» o «ella», la más habitual).
  • Según el grado de conocimiento el narrador tenga sobre la historia que cuenta, este puede ser omnisciente (es decir, lo sabe todo acerca de los personajes y los acontecimientos que narra, como sucede en la gran mayoría de narraciones en tercera persona) o limitado (tiene un conocimiento parcial de ellos). Este último narrador puede ser un testigo de los hechos narrados (como el narrador de La Colmena, de Camilo José Cela)  o protagonista de la historia (como Adso de Melk en El nombre de la rosa, de Umberto Eco).
  • Atendiendo a la focalización, es decir, quién ve o experimenta los hechos narrados, podemos hablar de focalización cero (la propia del narrador omnisciente), focalización interna (se da cuando los personajes son también narradores, como en el cuento «La señorita Cora», de Julio Cortázar), y focalización externa (el narrador no participa en los hechos, solo describe lo que percibe a través de sus sentidos, sin poder conocer la totalidad de los pensamientos de los personajes; lo podemos ver en el cuento «El Evangelio según Marcos», de Jorge Luis Borges). Podéis aprender mucho más sobre la focalización en esta presentación elaborada por un profesor de literatura:

  • Si pensamos en el papel del narrador en cuanto a la diégesis (es decir, «el desarrollo narrativo de los hechos») tenemos narradores homodiegéticos (forman parte de la historia que cuentan) o heterodiegéticos (no forman parte de la historia). También existe el narrador extradiegético, que surge fuera del desarrollo de los acontecimientos narrativos y cuya voz no varía a lo largo de la narración (aquí estaría el narrador omnisciente), y el narrador intradiegético, que surge dentro de la diégesis (como, por ejemplo, en los casos en que un personaje toma la voz narrativa y cuenta una historia, algo habitual en la historia de la literatura y que encontramos incluso en clásicos como La Odisea o  El Quijote). Así, el narrador desempeña diferentes roles dependiendo del nivel narrativo en que lo encontremos.
niveles-narrativos

Ilustración de Charles Santoso

El tipo de narrador que presenta una historia nos proporciona una valiosa información acerca de las intenciones narrativas del autor. La próxima vez que leáis un cuento o una novela, prestad atención a qué nos transmite el narrador a través de su persona gramatical o su focalización. Tened en cuenta que cada narrador aporta también un tono particular al relato, una actitud capaz de sugerir la más amplia variedad de impresiones en el lector, por lo que es una herramienta fundamental a la hora de establecer una comunicación literaria efectiva y estética.

¡Feliz lectura!