«Todos queremos ser Robinson Crusoe, y quedarse en Robinson a medias resulta casi insoportable»
(Oso, de Marian Engel)
Con esta cita del libro comienza Alberto Rodríguez Torices su comentario para las sesiones del Club de lectura de la Universidad de León (10 / 17 de noviembre de 2016) a propósito de la controvertida novela de Marian Engel. Los diez enunciados que nos propuso para abordar la novela se encuentran recogidos y ampliados en el documento que elaboró expresamente para la sesión:
1. Atracción de los libros
He de reconocer que mi primera aproximación a Oso tuvo lugar por motivos no precisamente literarios. Antes fue el asombro, el puro pasmo que me produjo la contemplación de un ejemplar en el escaparate de una librería; una visión seguida de un chasquido que sólo oí yo: el latigazo del deseo, ay, castigando otra vez mi carne… Pensemos en los cuerpos errantes que surcan el orbe llevados por la pura inercia del impulso que los arrojó al vacío: astros sin destino que, al entrar en el campo magnético de otro cuerpo más grande y poderoso, desvían su trayectoria y empiezan a orbitar a su alrededor, alegres, encantados de haber puesto fn a un devenir sin objeto ni aliciente para convertirse en satélites feles y encantados. Algo parecido me pasa a mí cuando camino por la ciudad y advierto la fuerza de atracción de una librería: inevitablemente, por mucha prisa que lleve, mi paso se altera, mi itinerario se desvía, cambio de acera o rodeo lo que haya que rodear, y finalmente me estrello contra el escaparate. Así ocurrió aquel día feliz: anochecía, hacía frío, yo iba a no sé dónde y me sentí atraído… Me desvié, me estampé sin remedio (sí, igual que un mosquito contra el parabrisas); miré y allí estaba el imán, el pequeño núcleo del que irradiaba tan poderoso magnetismo. Se llamaba Oso y ya no me separo de él.
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