Rodrigo Fresán nació en Buenos Aires en 1963 y vive en Barcelona desde 1999. Es escritor, traductor, critico literario, colabora con numerosos medios periodísticos y dirige la colección de literatura criminal Roja & Negra de Mondadori.
Sus libros Historia Argentina, La velocidad de las cosas, Mantra o Jardines de Kensington, entre otros, han sido reconocidos por la crítica por la presencia del pop, la autorreferencialidad y la experimentación en sus historias. Su última novela, La parte inventada, es el viaje interior a la cabeza de un escritor. una reflexión sobre la autoría, sobre cómo el escritor decide con qué se queda de la realidad, qué parte descarta y cuál falsifica.
Rodrigo Fresán recomienda leer… por orden de publicación:
- Moby-Dick, de Herman Melville. La Gran Novela Americana de la que salen y a la que intentan volver (en vano) todas las Grandes Novelas Americanas que vinieron después. Pero, curiosamente, lo que más ha conseguido parecérsele no es un libro sino un disco. O, mejor dicho, dos discos: The Beatles de The Beatles también conocido –nada es casual– como “El Álbum Blanco” o algo así como otra ballena que se ha tragado todos los estilos por venir.
- En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. La cumbre absoluta de algo o de casi todo. La puerta que cierra la novela del siglo XIX para abrir la del siglo XX, la del siglo XXI, hasta el infinito y más allá. En lo personal, una de las experiencias más felizmente drásticas y movilizadoras que jamás ha tenido este lector. Pero, atención: niños, no intenten hacerlo en vuestras casas. Ya lo hizo Marcel. Y no volverá a hacerlo nadie.
- El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald. Una de las pocas novelas a las que se puede considerar perfectas y cenit de la tragedia romántica. También, una de las más didácticas en lo que hace al aprendizaje de tono, forma y estructura (no en vano y por suerte La llave de cristal de Dashiel Hammett y El largo adiós de Raymond Chandler la reescriben con cadencia noir). Y la muestra acabada de lo bien que Fitzgerald –entre copa y copa y fiesta y fiesta– aprendió las lecciones de León Tolstoy o de Henry James. Leerla una vez al año, siempre, como si fuese la primera vez.
- El sueño de los héroes, de Adolfo Bioy Casares. En un paisaje, el argentino, donde todas sus grandes novelas (pensar en títulos como Adán Buenosayres, Sobre héroes y tumbas, Rayuela, Respiración artificial y siguen los títulos como Los detectives salvajes y 2666 de Roberto Bolaño que, aunque sea chileno, escribía más “en argentino”) son estructuras atomizadas y hasta relatos que se muerden la cola, El sueño de los héroes es una novela-novela que, además, cuenta la historia de una novela que intenta recordar el cuento perdido de una noche de carnaval. Y cuando consigue recordarlo, se acaba.
- Matadero cinco, de Kurt Vonnegut. Iniciación, humor, guerra, ciencia-fición, tragedia memoria: libro inclasificable que lo devora todo, como un agujero negro, para devolvernos la más resplandeciente de las luces aunque lo que aquí se narre, con lujo de detalles, sea el sinfín de la estupidez humana. Vonnegut –como el también para mí imprescindible John Cheever, que cuelo aquí como sexta recomendación– es el gran maestro de la epifanía norteamericana y el más alegre de los tristes o el más triste de los alegres. Da igual.