Dedicado a todos los que durante los días 15, 16 y 17 de junio de 2015 van a examinarse de las
Pruebas de Acceso a Enseñanzas Universitarias en la Universidad de León.
Si yo fuera de esta generación, de la que en unos días realizará las antiguas pruebas de Selectividad (actuales P.A.E.U.) habría añadido al título de esta entrada un emoticono medio azulado, de ojos saltones y con sudores fríos.
Para eso, puedo poner de ejemplo a Charo y a su novio Antonio, dos íntimos amigos que en unos días realizarán estas pruebas. Charo me lo confesó por Whatsapp:
“ola Mon tengo 1 prblem cn las faltas k ago???”
A ver: yo entender, la entiendo; pero quizás no por cómo escribe, eso está claro, sino por todos los años que hace que nos conocemos.
¡Uf! (antes “buffff”). He de confesar que después de dos meses intensivos de Gramática, de practicar un español correcto hablado y escrito, y de un compromiso férreo de enviar los mensajes respetando todas las normas habidas y por haber hasta que llegara Selectividad, solo espero que todo vaya bien. Eso espero…
Bueno, como lo que pretendemos es “aprobar”, vamos a plantear un enfoque positivo de por qué escribir correctamente en lugar de por qué diantres los chicos de hoy no lo hacen.
¿Qué sucede? analicemos dicho porqué. Vamos a realizar unas pruebas que evalúan nuestros conocimientos sobre diversas materias, pero lo que a priori cojean son las herramientas básicas (¡vaya!, andamos mal de herramientas, tengámoslo en cuenta…). ¿Cómo expresamos esos conocimientos?, ¿no sabemos escribir?, ¿carecemos de prosodia? No sabemos si es con “v” o con “b”, con “h” o sin “h”, no ponemos ni un punto ni una coma.
“Por qué no pensé en esto cuando ayer me whatsapeaba -¿esta palabra existe ahora verdad?- con Antonio…. Ajjjj”
Cada uno en su entorno privado se escribe con quien quiere y como le da la gana. Yo, que no soy tan polivalente ni de lejos, me reconozco incapaz de escribir incorrectamente en un lugar y correctamente en otro (quizás por eso que nos enseñaron en mi generación de la memoria visual…). Y tú ¿serías capaz de escribir en un entorno en el que no se permite ni una falta de ortografía y se exige una sintaxis correcta? ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! (o como diría Charo “aiaiaiaiiiiiiiiiiiii”)
Seamos prácticos, cumplamos objetivos. Vamos a ver: hemos memorizado cientos y cientos de folios, hemos practicado miles de problemas de Química, Física, Matemáticas e incurrimos en el peor de los errores, caemos en lo fundamental porque no sabemos trasladar esos conocimientos adquiridos durante todos nuestros años de Instituto, no sabemos escribir correctamente, y eso conllevará un descenso de la nota (o un suspenso 😥 ) en Selectividad y, lo que es peor, la pérdida de la posibilidad de acceder a la profesión a la que nos gustaría dedicarnos con un buen trabajo en el futuro. No sabemos rellenar una instancia para solicitar oficialmente algo, no sabemos escribir un cartel para promocionar nuestra tienda, una receta para nuestro paciente, una defensa para nuestro cliente. Es que así, vamos mal…
Qué ocurriría si tuviéramos que hacer un par de grupos: por un lado el de los que pueden decir «yo sé escribir correctamente» y por otro el de los que tienen que decir «yo escribo bastante regular». Dos grupos: uno que, gramaticalmente hablando, realizase su examen tranquilamente, y otro que tendría que hacerlo… a expensas del botón del corrector ortográfico. El caso es que, por mucho que nos pese en Selectividad, este botón para revisar ortografía y gramática ¡NO EXISTE!
Del autocorrector ya, ni hablamos:
Al cabo de los dos meses de gramática y más gramática, de observar la evolución y de obtener buenos resultado, Charo y yo hablamos por Whatsapp:
– Entonces, ¿lo tenemos claro?
– chachi mon
– chachi piruli, pero de esto nada en Selectividad, ¿eh?
Y sí, yo también he cometido faltas de ortografía (en el colegio mil dictados y mil «copia cien veces la palabra»). La peor de todas, la que no se me olvidará, una que me costó bien caro: no fue en Selectividad, pero sí en un año de carrera en que, con las prisas, escribí «ect.» en lugar de «etc.». Lo pagué caro, carísimo: un punto, entero (o como diríamos los de mi generación, entero y verdadero, por el daño que hace).
Así que Charo, Antonio y todos los que os presentáis: recordad todo eso de «lee bien las preguntas, piensa antes de contestar». Y sobre todo, muchísimos ánimos y muchísima suerte. Chicos y chicas ¡a por todas! O como diríais vosotros ¡al lío!
¡Os deseamos mucha suerte!
Mónica Fernández Freile