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Día de la mujer: 8 de marzo.

Y 9 de marzo,  y 10 de marzo, y 11 de marzo….

Por Adelina Rodríguez Pacios

¿Es sexista la Universidad?

Esta es la pregunta que me han formulado y que me sirve de reflexión. Nos encontramos con una organización formalmente neutra y objetiva, cuya misión principal es contribuir al conocimiento y a la investigación científica. La carrera académica se presenta bajo el prisma de la igualdad de oportunidades, es una trayectoria meritocrática en la que prima el estudio y el esfuerzo para alcanzar la meta, pero existen códigos de género que dificultan este acceso y esta promoción a las mujeres, a pesar de contar con buenos expedientes académicos y buenos historiales profesionales Es precisamente un 8 de marzo de 1910 cuando la universidad pública española abre las puertas a las mujeres. La universidad es un espacio masculino al que se invita a las mujeres. Las demandas y reivindicaciones de las mujeres han hecho posible que puedan estar presentes en todos los niveles educativos Es el feminismo académico, a través de los Estudios de Género o Estudios feministas, el que analiza la presencia femenina en la Academia, cuestionando esa imagen de neutralidad y de igualdad de oportunidades. Efectivamente, las aulas universitarias se han feminizado: las estudiantes son el 55,6% del alumnado de Grado y de Máster, según datos proporcionados por el Ministerio de Educación para el curso 2019/2020. Y son la mitad del alumnado de Doctorado. Pero encontramos una segregación de género en la elección académica, que ya viene determinada por las modalidades de bachillerato: Ciencias de la Salud, Artes y Humanidades, Ciencias Sociales y Jurídicas, Ciencias, e Ingeniería y Arquitectura. Esta asimetría se argumenta en base a los contenidos androcéntricos que se imparten en el sistema educativo y al curriculum oculto que envía mensajes estereotipados de género. Es aceptada como algo natural, sin cuestionar que la educación es sexista: invisibiliza a las mujeres que forman parte del conocimiento y de la ciencia, se han ocultado sus aportaciones, permaneciendo al margen del saber oficial, se utiliza un lenguaje sexista, no se presentan modelos de mujeres diferentes al tradicional, etc. Como señala Pilar Ballarín (2001), la educación produce y reproduce las desigualdades. Nos encontramos con una contradicción: las desigualdades persisten y cada vez se ven menos. Es lo que Rose Marie Lagrave (1993) denomina la segregación sofisticada. Como nos advierte la profesora Ana Isabel Blanco García (2005), la opacidad de género nos impide ver la realidad tal y como es, desincentivando la movilización. El sexismo permanece bajo el discurso de la igualdad de oportunidades. Es lo que Fátima Arranz (2004) denomina la sumisión paradógica: la educación juega un papel importante para que las víctimas no tengan conciencia de ello y no se subleven.

Si analizamos la presencia de las mujeres en la docencia universitaria, los datos no se corresponden con lo que cabría esperar sabiendo que las aulas están feminizadas. La actividad educadora ha formado parte de la vida de las mujeres a lo largo de la historia. Ellas se han encargado de la transmisión de la cultura a sus hijos y a sus hijas. Pero, además, la enseñanza se ha considerado una de las ocupaciones más apropiadas para las mujeres, por ser una extensión de las actividades domésticas en el ámbito público. En términos cuantitativos hay más profesoras que profesores en los niveles no universitarios, pero su distribución por ciclos, por etapas, por áreas de conocimiento, reflejan, nuevamente, la división sexual del trabajo.

La presencia de profesoras disminuye a medida que aumenta la edad del alumnado, el grado técnico de las asignaturas a impartir y los cargos de responsabilidad y poder docente. Si la segregación y discriminación en la enseñanza no universitaria es un hecho, en la enseñanza universitaria es una evidencia. Para el curso 2020-2021, el 43,33% del profesorado universitario (universidades públicas y privadas) era femenino. Se produce un incremento importante del profesorado universitario a finales de la década de los setenta, siendo las profesoras las que más contribuyen a este crecimiento. Sin embargo, el incremento de profesoras universitarias no concuerda con el incremento de alumnas, y la distancia con el profesorado masculino no se acorta. Esta situación es objeto de reflexión y crítica. Las explicaciones a este hecho tienen un denominador común: el poder. La universidad concentra el poder docente, investigador y está cerca del poder político. La carrera académica tiene unas características singulares con respecto a otras trayectorias laborales. Requiere de mucho tiempo, esfuerzo y dedicación. En este proceso intervienen factores objetivos, pero también intervienen factores de orden interpersonal, informal, arbitrario. Son estos últimos los que más han perjudicado a las mujeres. La universidad se ha creado sin las mujeres y tiene su propia cultura. Socializarse en ella puede tener un coste: elegir entre el trabajo o la familia. Formalmente es un espacio igualitario, se rige por la meritocracia. Pero las mujeres sufren la discriminación de forma más sutil y sofisticada: son valoradas bajo el prisma androcéntrico del conocimiento, por lo que se penaliza su trabajo.

Las profesoras universitarias suponen el 37,14% del Personal Docente e Investigador funcionario de las universidades públicas, y el 46,55% del profesorado contratado. Por categoría docente, a menor categoría mayor presencia femenina. Es lo que denominamos la segregación vertical. Están infrarrepresentadas en la categoría de catedráticos de universidad. Las catedráticas son el 25,66% del profesorado de esta categoría; y el 42,17% de los Titulares de Universidad. Pertenecer a categorías docentes elevadas, da la opción de llegar al poder universitario. Para ocupar el cargo de Rector es imprescindible pertenecer al cuerpo de catedráticos de universidad. Si es escasa la presencia femenina en la universidad y si es minoritaria en este cuerpo, la probabilidad de estar en los puestos de toma de decisiones es muy pequeña, por lo que sigue siendo un reducto masculino. El 25,8% de los Rectorados de las universidades españolas están en manos de mujeres. Este es un ejemplo claro del techo de cristal en la carrera universitaria.

Madrid, 11 de octubre de 2017. Los rectores de Crue Universidades Españolas, asociación que agrupa a 76 universidades españolas (50 públicas y 26 privadas), han elegido a D. Roberto Fernández, rector de la Universidad de Lleida, como nuevo presidente de esta institución que representa la voz mayoritaria de las universidades españolas.

Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas. Madrid, 11 de octubre de 2017. Los rectores de Crue, asociación que agrupa a 76 universidades españolas (50 públicas y 26 privadas), eligieron a D. Roberto Fernández, rector de la Universidad de Lleida, como nuevo presidente de esta institución que representa la voz mayoritaria de las universidades españolas. (Fotografia tomada de la página oficial de la CRUE)

Esta diferencia también supone una situación de desventaja para formar parte de comisiones evaluadoras, para formar equipos de investigación, para ser elegidas para cargos de gestión académica.

Las profesoras universitarias se concentran en determinadas ramas de conocimiento y están ausentes en otras: las técnicas, que son más valoradas.  Al igual que sucede con el alumnado femenino, el profesorado sufre una segregación horizontal por su mayor presencia en unas ramas de enseñanza que en otras: Ciencias de la Salud (50,55%), Artes y Humanidades (50,25%), Ciencias Sociales y Jurídicas (47,71%), Ciencias (38,15%), e Ingeniería y Arquitectura (23,88%).

Título: Acoso. #MeToo en la ciencia española Autora: Ángela Bernardo Álvarez

Acoso. #MeToo en la ciencia española (Autora: Ángela Bernardo Álvarez)

Trabajar en ambientes donde hay más hombres que mujeres o en entornos donde el liderazgo es mayoritariamente masculino, se observa una incidencia más frecuente de acoso sexual hacia las mujeres. Además, el mundo académico es un sistema muy jerarquizado y existen fuertes dependencias con los niveles superiores. Así se lo pone de manifiesto Ángela Bernardo (2021) en su libro “Acoso: MeToo en la ciencia española”. El 8,6% de las mujeres y el 1,2% de los hombres que participaron en un estudio sobre la situación de las jóvenes investigadoras en España, realizado por el Observatorio Mujeres, Ciencia e Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación, en 2021, se declararon víctimas de acoso sexual. Este es un comportamiento que afecta más a las mujeres, es difícil de reconocer y de denunciar. Por una parte, porque este tipo de comportamientos en estos ámbitos pasan desapercibidos. Pero, por otro lado, existe el miedo, la vergüenza, ser el punto de mira, por parte de la víctima. Y luego está la tolerancia, el silencio, el silencio cómplice. Esta conducta es más probable en los hombres que en las mujeres, incluso cuando el acoso va dirigido a otros hombres.

Como conclusión, puedo decir que la universidad sigue siendo un espacio masculino en el que se reproduce la cultura masculina androcéntrica. Pero no dejo de reconocer que se han hecho grandes avances y que las mujeres asumen importantes responsabilidades. Lo importante está en introducir la perspectiva de género en la ciencia y el conocimiento para alcanzar esa igualdad real que demandamos las mujeres de la academia.

Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas en 2022.
Manifiesto 8M, Día Internacional de la Mujer:

 

 

Referencias bibliográficas:

AGUDO ARROYO, Y. (2006). El lado oscuro de la mujer en la investigación científica: ¿es la ciencia “empresa” masculina? Cuestiones de género,  nº 1, pp. 15-51.

ARRANZ LOZANO, F. (2004). Las mujeres y la universidad española: estructuras de dominación y disposiciones feminizadas en el profesorado universitario. Política y Sociedad, vol. 41, nº 2, pp. 223-242.

BALLARÍN DOMINGO, P. (2001): La educación de las mujeres en la España contemporánea (siglos XIX-XX). Madrid: Editorial Síntesis.

BERNARDO ÁLVAREZ, A. (2021). Acoso. MeToo en la ciencia española. Pamplona: Next Door Publishers SL.

BLANCO GARCÍA, A. I. (2005). Sobre la opacidad de género y la mística de la feminidad. En Virginia Maquieira DÁngelo, Pilar Folguera Crespo, Mª Teresa Gallego Méndez, Otilia Mo Romero, Margarita Ortega López y Pilar Pérez Cantó (eds.), Democracia, feminismo y universidad en el siglo XXI (pp. 529-540).Madrid: Ediciones de la Universidad Autónoma.

LAGRAVE, R. M. (2000). Una emancipación bajo tutela. Educación y trabajo de las mujeres en el siglo XX. En George Duby y Michell Perrot (dir.), Historia de las mujeres en Occidente. Tomo 5.(pp. 506-556 ).  Madrid: Taurus.

RODRIGUEZ PACIOS, A. (2015). Trayectorias laborales: el caso de los catedráticos y las catedráticas de la universidad de León = Carrer paths: the case of the University of León professors. (Tesis doctoral)


Y un poco más: