¿Puede un ingeniero de sonido cambiar el curso de la historia?. La respuesta tiene un nombre: Rudy Van Gelder. “Hay algo que llamo el toque Van Gelder”, explicaba el fabuloso trompetista Freddie Hubbard. “Para mí, ese toque es la definición perfecta de cómo debe sonar un disco de jazz”. Responsable, más directo que indirecto, de una lista mareante de obras maestras del jazz, falleció el pasado 25 de agosto, a los 91 años de edad.
Van Gelder es considerado el creador del sonido moderno del jazz. Ningún otro ingeniero de sonido logró el reconocimiento de este hombre capital en la difusión del género, que mantuvo su vinculación profesional con la música casi hasta su fallecimiento. Infatigable, apasionado, sumamente perfeccionista, compatibilizó durante casi tres lustros su trabajo como oftalmólogo con el realizado en distintos sellos discográficos. A él se debe en gran parte el sonido Blue Note, pero también dejó su sello en Prestige, Savoy y, más adelante, en Impulse y CTI. Entre sus muchos méritos, se encuentra la capacidad para trascender en el tiempo y marcar el paso en la evolución del jazz.
Van Gelder con Wes Montgomery
Van Gelder era radioaficionado y se interesó por la grabación de música, en especial por el jazz. Un tío suyo había sido batería de Ted Lewis e incluso Rudy tomó algunas clases de trompeta. Montó un estudio en casa de sus padres en Hackensack, Nueva Jersey. Ahí realizó sus primeras tomas y en 1952, su amigo y saxofonista Gil Melle, le presentaría a Alfred Lion, director del sello Blue Note, quien le contrató como ingeniero de sonido. En 1959 se trasladó a un estudio en Englewood Cliffs, inspirado en la obra del arquitecto Frank Lloyd Wright (con techos altos y buena acústica), y empezó a grabar, a tiempo completo, a músicos como Miles Davis, Wayne Shorter, Thelonious Monk y John Coltrane en su etapa Impulse!, entre los que destaca su clásico “A Love Supreme” de 1964. John Coltrane le pidió a Bob Thiele al firmar con su sello Impulse!, que le contratase como ingeniero. Sabía que era el mejor.
Su carrera abarca más de seis décadas de grabaciones, en las que se encargaba personalmente de colocar todos y cada uno de los micrófonos, así como las sillas y distribuir a los músicos en la sala para conseguir su característico sonido.
«Usaba micrófonos específicos situados en lugares que permitían que los músicos sonasen como si estuviesen tocando desde diferentes lugares en la sala, algo que era cierto en la realidad. Así se creaba una sensación de dimensión y profundidad», dijo en una entrevista en 1993 en la radio pública estadounidense NPR sobre su peculiar estilo.
Es el toque Van Gelder: meticuloso hasta la exasperación, pero deslumbrante, en los resultados. Nadie, sino él, puede posar sus dedos sobre su colección de micrófonos Neumann U-47 fabricados en Alemania (pero, incluso él, debe utilizar guantes de cirujano). “Uno iba a grabar con Van Gelder”, sigue comentando Freddie Hubbard, “y era como asistir a una representación teatral”.
En las grabaciones de Van Gelder la «imagen estereo» es una imagen de lo real, no es fabricada a base de mezcla. Van Gelder grababa directamente en dos canales y el equilibrio estereo lo conseguía ecualizando el master. No había mezcla a posteriori. ¿Qué parte del éxito del sonido se debe a esta forma de grabar? Posiblemente mucha. Van Gelder no aísla a los músicos con paneles, salas y auriculares. Les permite sentirse como en un concierto en un club, escuchando de modo natural la música mientras la van haciendo al unísono. Probablemente esto facilite la expresión espontanea y relajada de los músicos. Y pese a que haya alguna merma en la calidad final de sonido, es superada con creces por la potenciación de la creación musical «en directo».
Por iniciativa de EMI-Toshiba Japan, dueño actual de la marca Blue Note Records y de sus grabaciones, durante 1998 Van Gelder inicia una serie de trabajos de remasterización a digital de las cintas analógicas de las grabaciones clásicas que él mismo efectuó en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo.
El objetivo del proceso es tratar de darle al sonido de estos discos otra vuelta de tuerca de «autoría». Si ya en su momento se reconoció la originalidad sonora de estas grabaciones, se pretendió entonces, que esta originalidad no se perdiera en el proceso de digitalización. Y para esto se pensó que nada mejor que acudir al artífice del estilo, el propio Van Gelder. Por otro lado, está el lógico objetivo de mercadotecnia que supone relanzar comercialmente unas grabaciones que ya han adquirido muchos fans en todo el mundo, ahora bajo el nuevo marchamo del toque del «artista» RVG. Vemos que aquí lo técnico, lo artístico, lo mítico y lo comercial se dan la mano en una conjunción que vuelve a llevar al aficionado a las tiendas a adquirir una vez más «ese» disco de Blakey, de Silver, de Hancock, de Dexter Gordon, de Duke Pearson, etc.
Rudy Van Gelder ahora es anunciado como un artista más del sello. Con su propia colección en la que se presentan los discos que ha remasterizado a la entonces nueva tecnología de 24 bits empleando lo más puntero de la industria del audio del momento. Es difícil resistirse a la comparación entre lo antiguo y lo nuevo.
Hacer una seleccion entre los discos que pasaron por el genio de Van Gelder es muy complicado, dejo un pequeñísima muestra de su talento. Grandes trabajos que lo fueron, o lo fueron mucho más, gracias a este genio irrepetible.
Sonny Rollins (Saxophone Colossus) 1956
Julian «Cannonball» Adderley (Somethin’ Else) 1958
Art Blakey & The Jazz Messengers (A Night in Tunisia) 1960
Stanley Turrentine (Up at Minton’s) 1961
John Coltrane (A Love Supreme) 1964