El ocho de diciembre pasado, se cumplieron cuarenta años de la publicación de un disco fundamental en la historia del rock. «Hotel California» fue el punto álgido de la carrera de los Eagles, y la culminación y casi el punto final de un sonido, plenamente californiano, que había estado presente desde finales de los sesenta, el country rock.
A finales de la citada década surge el fenómeno del country rock. Fusión de los dos géneros, cuya paternidad habría que otorgarla a Gram Parsons, que tras su paso por The Byrds y la creación de The Flying Burrito Bothers, sentó las bases de este estilo que reinaría durante gran parte de la década de los setenta. Una de las bandas señeras de este estilo musical sería The Eagles, por lo menos en su primera etapa.
En 1971 Glenn Frey y Don Henley, músicos del grupo de acompañamiento de Linda Ronstadt, decidieron crear su propia banda, y con tal fin reclutaron al bajista Randy Meisner y al guitarrista Bernie leadon, que venía precisamente de los Flying Burrito anteriormente mencionados.
Sus dos primeros trabajos, “Eagles” y “Desperado”, son de una clara influencia country. En su siguiente álbum “On the Border”, que supone la entrada del guitarrista Don Felder, empiezan una evolución musical, que les irá alejando paulatinamente de ese sonido country.
Esta evolución se completa con su disco de 1975 “One of This Nights”, donde su sonido es mucho más duro y plenamente rockero; esto, sumado a la lucha de egos que se estaba produciendo en la banda, llevó a Leadon a abandonar la misma y propiciar la llegada del gran guitarrista y compositor Joe Walsh. Con estos mimbres afrontan lo que sería su obra maestra, “Hotel California”.
The Eagles empezaron a preparar “Hotel California” con mucha calma. La compañía, ansiosa por seguir exprimiendo el filón económico que suponía la banda, editaron un recopilatorio titulado “Their Greatest Hits (1971-1975)”. La jugada les salió redonda: se convirtió en el tercer disco más vendido de todos los tiempos y el más vendido de la historia en Estados Unidos.
Al final del verano de 1976, los Eagles alquilaron un rancho en Calabasas, a pocos kilómetros de Los Ángeles. Allí oirían todas las maquetas para elegir los temas que fueran a grabar y ensayarlos en una sala enorme. La idea era registrar primero las canciones elegidas en los Record Plant de Hollywood y, después, producirlas definitivamente en los Criteria Studios de Miami.
Durante la grabación de “Hotel California” las tensiones fueron todavía a más, si es que eso era posible: los hasta entonces inseparables Frey y Henley empezaron a tener cada vez más encontronazos entre ellos, llegando al punto de apenas relacionarse por nada que no tuviese que ver con la música. El alto consumo de ciertas sustancias en el seno de la banda no ayudaba precisamente. El resto del grupo, Meisner, Walsh y Felder hicieron piña entre ellos ante el totalitarismo de los otros dos, llegando a fantasear con independizarse de sus jefes y crear una banda entre los tres.
En ese mismo año 1976, Don Felder estaba en su casa de la playa en Malibú rasgueando una guitarra acústica de doce cuerdas. En un momento dado, Don creaba una fascinante progresión de acordes de guitarra, con tres y cuatro partes prodigiosas y lo registró en una maqueta casera con la ayuda de una grabadora de cuatro pistas. Esta fue una de las maquetas que Felder propuso al grupo. Don Henley y Glenn Frey le pusieron letra y se acabaría convirtiendo en “Hotel California”, el tema principal del disco del mismo nombre y una de las canciones definitivas de la historia de la música popular moderna.
Siempre es difícil hablar de una canción tan mítica como “Hotel California”, sobre la cual se ha escrito tanto durante tantas décadas. Las notas arpegiadas que componen su progresión de acordes, la maravillosa voz de Henley, el demoledor solo de dos minutos al término de la canción en un duelo memorable de guitarras entre Felder y Walsh, con la extraordinaria aportación de Randy Meisner al bajo, fundiéndose al fin en una sola voz que conduce al tema hasta el éxtasis.
Pero es tal la popularidad del tema homónimo del álbum, que ha eclipsado al resto de las composiciones del mismo. «New kid in town» es una proeza compositiva, delicada canción con una cadencia country evidente, dónde a una preciosa melodía se le une una voz de Glen Frey y unos coros celestiales, con un estribillo antológico. «Life in the fast line» es un tema rockero, con un sonido cercano al rock sureño, pero eso sí, dando su sello con las voces, aquí Don Henley lleva la principal. «Wasted time» es un tema lento pero bello a más no poder que a Henley le iban al dedillo cantarlos, con un piano que describe la melodía, un gran tema. El reprise de «Wasted time» cierra la cara A del vinilo.
La cara B, es una transición instrumental. Llega «Victim of love», ese lado rockero de la banda que vuelve, y le da mucha riqueza al disco, con esos guitarrazos controlados y medidos del inicio para que Henley entre a saco con la voz, un tema tremendo. «Pretty maids all in a row» es una canción exquisita que canta Joe Walsh y también da esa riqueza sonora con una pausada melodía, de corte clásico y un bonito estribillo de grandes coros. Llega el tema de Randy Meisner, «Try and love again», deliciosa composición, la más country del disco y que recuerda como no, a los primeros Eagles, descomunal voz y melodía brillante, muy brillante y esas armonías increíbles que casi solo ellos podían hacer. El álbum termina con «The last resort», una melodía devastadóramente hermosa con piano y la voz de Henley perfectamente a tono con la canción, que describe una historia épica. Una manera única de cerrar un disco único como pocos.
EAGLES (LIVE AT CAPITAL CENTER) MARZO 1977