El pasado 17 de enero, la reina indiscutible del pop francés cumplió 75 años. Françoise Hardy, con más de 55 años de carrera a sus espaldas, ha sido siempre el referente femenino de la canción popular francesa.
Sin lugar a dudas, Françoise fue la artista más talentosa del movimiento yé-yé. Un ícono de los años sesenta, que era, en muchos aspectos, lo opuesto a la época inquietante, desordenada y tumultuosa en la que floreció. Nunca ha estado muy segura de su voz, pero su forma de cantar, manteniendo siempre un estilo sobrio, nos conmueve con su suavidad, timidez, elegancia y romanticismo. Que sea mundialmente famosa no es una coincidencia: pocos artistas pueden presumir de haber podido escribir tantas melodías habitadas de una belleza tan pura, que a veces resulta casi inverosímil.
Françoise Hardy sigue siendo una especie de enigma, una cantante que aún no está convencida de su singular don y del efecto que ha tenido en aquellos que cayeron bajo su hechizo. «Siempre me ha sorprendido mucho que mi voz conmueva a la gente, incluso a muy buenos músicos», dice. «Sé cuales son mis limitaciones, siempre las he tenido. Pero he elegido con cuidado. Lo que una persona canta es una expresión de lo que es. Por suerte para mí, las canciones más hermosas no son canciones felices. Las canciones que recordamos son las canciones tristes y románticas».
Fotografía: George Harris
Tanto por sus canciones nostálgicas, impregnadas de esa melancolía tan bella como casi enfermiza, su voz suave y su físico angulosamente hermoso, el público siempre quedó fascinado por lo que escondía su interior, misterioso y aparentemente fuera de lo común. Hardy, con todas sus evoluciones, ha sido una artista única e irrepetible.
Françoise Madeleine Hardy nació el 17 de enero de 1944 en París. Ella creció con su hermana Michèle, dieciocho meses más joven en un apartamento en el noveno distrito. Su madre las cría sola, con su sueldo de contable. Su padre no vive con ellas. Los visita dos o tres veces al año y paga la manutención de los hijos muy raramente. Las únicas personas con las que se relaciona la joven Françoise, son sus abuelos maternos que tienen una casa en Aulnay-sous-Bois.
Vive en un mundo agobiante y represivo. Encuentra en la música su válvula de escape. Lo único que le interesa en la vida es escuchar música. Desde las operetas con Georges Guétary, que adora desde una edad temprana, hasta el pop de Paul Anka o el ídolo de la chanson Charles Trenet. Ella retoma y canta en su habitación los éxitos de sus ídolos.
Sacha Distel y Françoise Hardy (1963). Fotografía: Albert Courand / INA
Después de haber completado con éxito el bachillerato, su padre le regala una guitarra. Comenzó a hacer canciones y se inscribió en el Petit Conservatoire de la chanson de Mireille Hartuch, una escuela de canto muy conocida en los años sesenta.
A pesar de su gran timidez y falta de confianza, se atrevió a asistir a una audición abierta organizada por Pathé Marconi, el primer sello discográfico de Francia. «Es difícil de explicar, pero aunque no creía que fuera muy buena, de alguna manera necesitaba que eso se confirmara. Necesitaba que me dijeran que debía rendirme. Además, sabía que si no aprovechaba esta oportunidad, por muy humillante que fuera el resultado, lo lamentaría por el resto de mi vida. Así es como encontré el coraje para ir».
La audición no fue un éxito, pero tampoco fue el fracaso que ella anticipó: «Me fui tan contenta de no haber sido expulsada rápidamente». Perseveró, asistió a otras audiciones y poco después, en 1961, le ofrecieron un contrato con el sello discográfico Vogue. Su sesión inicial de estudio duró menos de cuatro horas y produjo cinco canciones terminadas. Para su horror, el sello eligió una composición pop, «Oh oh chéri», compuesta por el equipo de composición de Johnny Hallyday, como la cara A de su single debut.
Paco Rabanne, Françoise Hardy (con el mítico vestido del diseñador), Salvador Dalí y Amanda Lear (19/Mayo/1968). Fotografía: REPORTERS ASSOCIES / Gamma-Rapho
Pero el verdadero reconocimiento del público llegará la noche de la elección presidencial de octubre de 1962. Durante la espera de los resultados, Françoise interpreta «Tous les garçons et les filles». El tema impacta enormemente, vendiendo más de dos millones de copias, convirtiéndola en la estrella del pop más grande de Francia de la noche a la mañana.
En 1963, su frustración con la naturaleza impuesta del pop francés fue tal, que insistió en grabar en Londres. Allí, encontró a un productor, Charles Blackwell, y un grupo de músicos de sesión que escucharon lo que tenía que decir. «Fui feliz desde ese momento», dice ella. «Tenía la libertad de hacer otro tipo de música, no esta música mecánica en la que había quedado atrapada».
Françoise Hardy jugaba, posiblemente, en una liga propia. Hardy se separó de sus contemporáneos, tanto musical como visualmente. Las canciones de sus compañeros «yé-yés» tenían una exultante alegría de vivir y una exuberancia única. Por el contrario, incluso los números más optimistas de Hardy, tenían una calidad más madura y serena, que coincidía con su imagen más equilibrada.
Françoise Hardy y Serge Gainsbourg (1969). Fotografía: AKG-Images / Hugues Vassal
Pero ella era más que un fenómeno adolescente: sus fans incluían a los Beatles, el trompetista de jazz Miles Davis y Mick Jagger, quien la declaró su «mujer ideal». Mientras que Bob Dylan le dedicó un poema en la cubierta de su álbum de 1964 «Another Side of Bob Dylan».
En 1963, durante una sesión de fotos, Hardy conoció y se enamoró de Jean-Marie Perier, un fotógrafo que decidió cambiar su imagen tímida por algo más mundano, elegante y sofisticado. William Klein y Richard Avedon también la fotografiaron para Vogue y muchas otras publicaciones. Su rostro apareció en el Paris Match tan regularmente que se convirtió en la chica de portada francesa de los años sesenta. Françoise recientemente le dijo al New York Times, que era muy consciente de que la prensa extranjera en ese momento estaba más interesada en la forma en que se vestía que en sus canciones. André Courrèges y Paco Rabanne estaban entre los modistos que la vestían. Pero ella siempre tuvo una preferencia por el traje «Le Smoking» de Yves Saint Laurent.
En 1962 aparece su primer larga duración. «Tout le Garçons et les filles» es un álbum muy completo que rápidamente se convirtió en un clásico. Incluía temas como «Ton Meilleur Ami», «Oh Oh Chéri» o «Le temps de L’Amour», maravillosas melodías inteligentemente arregladas. Esta misma línea musical continuó con «Le premier bonheur du jour» (1963), «Mon amie la rose» (1964), «L ‘Amitié» (1965) y «La maison ou j’ ai grandi» (1966).
Françoise Hardy y Jacques Dutronc (1967). Fotografía: BESTIMAGE
La participación de Hardy en sus discos no solo se ha limitado a componer la mayoría de sus canciones, sino que siempre ha tomado parte activa en la producción y los arreglos, a pesar de haber trabajado con nombres tan importantes en la música francesa y europea como Serge Gainsbourg, Jean-Pierre Sabar, Charles Blackwell, John Paul Jones, Arthur Greenslade o el guitarrista Mickey Baker, su estilo personal siempre prevaleció en su trabajo.
Con el lanzamiento del LP «Ma Jeneusse fout le camp» en 1967 cambiaron muchas cosas en la vida de Hardy. Aunque este álbum figura en el sello Vogue, (el distribuidor del álbum), fue el primer lanzamiento de Productions Asparagus, la productora de Françoise. Asparagus fue un movimiento de Françoise para tomar un papel más activo en las decisiones de su carrera y en la producción de su material. Pero fundamentalmente, fue bien titulada, «Ma jeunesse fout le camp» («mi juventud se ha ido») era una despedida del sonido de su etapa anterior.
Yves Montand y Françoise Hardy fotografiados durante el rodaje de la película «Grand Prix» en Londres (1966). Fotografía: KEYSTONE-FRANCE / Gamma-Rapho
En lo personal, ella rompió su relación con Perier y comenzó un romance con el cantante Jacques Dutronc. La pareja terminó formalizando su relación y tuvo un hijo, Thomas. Mientras Hardy publicó uno de los mejores álbumes franceses de la década de los sesenta, «Comment te dire adieu», que salió a la luz en 1968.
En 1970, cambiaría de sello discográfico, fichando por Sonopresse. Con él editó «Soleil», que logró un gran éxito en su época. Un álbum hermoso, inmaculadamente orquestado, con un aporte considerable del guitarrista Micky Jones y el batería Tommy Baker, quien ayudó a organizar y producir el álbum. Hardy escribió solo la mitad de las canciones, pero toda la música está en consonancia con su estilo personal.
Tous les garçons et les filles (1962)
Le premier bonheur du jour (1963)