La llegada del otoño

Cuando volvamos a Aokigahara

Todos tuvimos el mismo sueño. Nos perdíamos en un bosque milenario. Cuanto más avanzábamos, más frondoso se hacía. Llegaba un momento en el que el follaje casi no permitía el curso del viento, el paso de la luz.

Pero en los sueños nunca oscurece del todo. O tal vez nuestros ojos se acostumbraron a la penumbra. Colgando de los árboles, distinguimos hojas de libros. Todas las obras entre Alejandría y Nueva York se mecían con la brisa sobre nuestras cabezas. Y deseamos quedarnos allí sentados y esperar la llegada del otoño

(Ignacio Abad. Talita cumi.  León: Ediciones Leteo, 2012 [pág.11]  9788461613915)

 

 

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