Coloquio participativo de los socios: La claridad

Por Irene Fidalgo López

«Por eso, el diablo verdadero te pide que elijas entre mal y peor […]. Para eso es el diablo, tío, y, cuando está en plena forma, no te hace elegir entre el cielo y el infierno, sino entre el infierno y el infierno» escribió Don Winslow en El club del amanecer.

Es este mal auténtico, que crispa de tensión los músculos del cuerpo y nos hace temblar porque no ofrece una salida, como el diablo de Don Winslow, el que se refleja en todas las historias de La claridad de Marcelo Luján. Nada más hay que observar con atención la misma portada del libro para percatarse de que nos encontramos cara a cara con el terror que todos los socios del club hemos apreciado, y que se refleja en los contrastes efectuados mediante la técnica del claroscuro italiano. La parte en sombra de la chica con el labio herido parece contrastar de forma evidente con su lado derecho en el que la joven parece dirigir una mirada suplicante, cargada de un mensaje dirigido a los lectores que se adentran en las páginas del libro, advirtiéndoles de que lo que se van a encontrar no es un cuento de hadas con final feliz. 

Más llamativo, y paradójico para algunos socios, ha sido la elección del título de la obra. La mención a la claridad parece incitarnos a la ternura y la compasión, sentimientos que distan mucho de los que nos encontramos en los cuentos, y que se remueven entre los instintos sexuales que empiezan a florecer en la adolescencia, los celos, el rencor, la traición, la soledad y la brutal incomprensión. Y es que este autor, al igual que Stedman, recrea la conocida imagen del bien y el mal como dos serpientes que «se enredan tanto que no puedes distinguirlas hasta que las matas a las dos, y entonces ya es demasiado tarde». El bien se entrecruza en los caminos del mal hasta que este segundo se impone como la única salida, tal y como ocurre en «Treinta monedas de carne», surge como una imposición ante la incomprensión en «Una mala luna», se recrea en la codicia que nace de la desesperación en «Espléndida noche», traspasa las fronteras de lo real en «El vínculo», nos incita a la conmiseración en «La chica de la banda de folk» y se reconcilia con los lectores y con el bien, al que irremediablemente está unido y con el que conforma un todo, en el último relato, cuya ternura conecta con el título del libro. 

La claridad, de Marcelo LujánDe la mano de Marcelo Luján los miembros del club de lectura hemos cruzado las puertas que nos llevan hacia nuestros fantasmas que son los miedos que nos causan terror en sus historias. Revivimos con Lu una adolescencia incomprendida, sentimos el odio de Marta ante unos celos que pueden no ser tan justificados como a primera vista parecen, viajamos con Víctor «una noche azuzada por las prisas […], que seguirá siendo espléndida» a pesar de las consecuencias del hombre que solo deseaba tener reconocimiento por parte de su familia política, sentimos en las venas el terror de lo que queda más allá de toda comprensión de la mano de la cuidadora brasileña que nos habla, de manera encubierta, del vudú y del mal que habita en todas las cosas (incluso en un gato), sentimos el miedo al padre y al horror de la muerte en los labios y ese persistente olor a limón de Patricia y volvemos del mal al amor en «Más oscuro que tu luz». Somos nosotros el monstruo que alimenta las historias, el que caza en todos los cuentos al ocaso y en las tinieblas de la noche, que se alimenta de las frustraciones y muere cada vez que nace el monstruo, en este caso un fantasma, que sigue protegiendo a sus seres queridos desde la soledad de un lugar inaccesible a tacto físico, pero muy presente, en todas estas historias, en el campo de lo visual. 

Muy conscientes hemos sido todos los miembros del club de lectura de la originalidad de Marcelo Luján en el campo estilístico y del lenguaje. Y es que, como dijo Chateaubriand, «El escritor original no es aquel que no imita a nadie, sino aquel a quien nadie puede imitar», y esto es precisamente lo que le sucede a este autor. Innumerables son las ocasiones en las que el narrador (alternando la visión desde un narrador homodiegético hasta un narrador heterodiegético omnisciente) incluye repeticiones, anticipaciones y reflexiones situadas desde una órbita exterior al propio relato y que, con frecuencia, remiten hacia el futuro, tanto al propio devenir de la historia en su trama como a la posibilidad de un futuro que queda abierto a la imaginación del lector, pero imposibilitado por la acción de los personajes en la trama. Es este poso de reflexión en el que se sitúa esta maldad de la que tanto se ha hablado en la sesión. Es una maldad inherente por su carácter tan alejado de la premeditación, una maldad que se escoge como alternativa a otra maldad que no deja paso a la salvación, y que, lo más terrorífico de ella, es que se sitúa en la esfera de lo cotidiano. Es una maldad, por lo tanto, palpable en cuanto es posible. Por eso nos aterra tanto. Y es que «todas las novelas, la poesía entera, están edificadas sobre la lucha interminable entre el bien y el mal que tiene lugar en nuestro interior» como escribiría Steinbeck en Al este del Edén. 

Lo femenino también ha sido ampliamente tenido en cuenta por todos los miembros del club, tanto desde la visión predominante de los personajes femeninos en todas las historias (excepto en «Espléndida noche» que solo sirven de motor para el desarrollo de la trama) como desde el retrato de la psique que el autor consigue dar de la mujer y de la visión de lo corporal. Desde el primer relato son notables las referencias que Marcelo Luján incluye sobre el cuerpo de la mujer, usualmente desde una visión negativa de la autoimagen, que se reflejan tanto en el cuerpo obeso de Marta en «Treinta  monedas de carne», en las muñecas cortadas y el rostro quemado de Lu en «Una mala luna», el embarazo de la mujer de Víctor en «Espléndida noche», el cuerpo menudo de Desirée al que se hace referencia en varias ocasiones, el despertar del cuerpo como elemento erótico en «La chica de la banda de folk» y la incomodidad e imagen distorsionada de un cuerpo que comienza a transformarse en el de un adulto en «Más oscuro que tu luz». 

Esta unidad temática y de estilo, conseguido mediante una sintaxis ágil y dinámica debido a la abundancia de enunciados simples o coordinados en detrimento de la subordinación, se ejemplifica en todas las historias, lo que hace que se consiga ese tono unitario que pertenece a los ciclos de cuentos. De la misma manera, los personajes, que saltan de una historia a otra, las temáticas repetidas y la obsesión de Marcelo Luján por la exposición del mal, hacen de este libro de cuentos una obra parecida a una novela en relación a su cohesión y coherencia interna. 

Para concluir, cabe mencionar también el desfile de numerosos adolescentes que pueblan las páginas de los cuentos, cada uno con sus problemas y sus deseos, todos ellos enfrentándose al gran reto de la identidad en la adolescencia: la identificación del bien y el mal en la elección de la personalidad. De esta forma el despertar del primer amor, las relaciones homosexuales no definidas, los celos, la incomprensión y la soledad ante la muerte de un ser querido van a definir las acciones de estos personajes que se enfrentan, quizá, a uno de los mayores retos de su vida: la transición de la adolescencia a la adultez. Para ello, los elementos fantásticos que pueblan las páginas, tales como fantasmas naturalizados («Treinta monedas de carne», «La chica de la banda de folk» y «Más oscuro que tu luz»), brujas que pueden hablar con los muertos («Una mala noche»), el diablo («Espléndida noche») y la presencia del vudú («El vínculo»), comportan un peso simbólico que sirve para explicar los cambios en los chicos que deciden crecer, pero que, a la vez, siguen sujetos a la incomprensión, a graves pérdidas o a la soledad de su ambiente. 

 

5 comentarios en “Coloquio participativo de los socios: La claridad

  1. Inés Vega Martínez

    Este coloquio, al igual que la mayor parte de ellos, resulta muy interesante por la puesta en común de las ideas de todos los participantes, así como la visión que cada uno tiene del libro y sus posturas. Las aportaciones que hace cada compañero te ayudan a poder entender mejor la obra.

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  2. Marina Torre Gómez

    La claridad es uno de esos que se queda en tu mente hasta varios meses después de haberlo acabado. Los temas que trata son tan reales y crudos que te hace reflexionar con cada uno de sus cuentos. A pesar de que la temática de la mayoría de los cuentos es muy siniestra u oscura, siguen siendo unos libros apasionantes que una vez los empiezas a leer no puedes parar hasta haber acabado el libro completo. Además, los cuentos, a pesar de que su extensión no sea la común para estos textos me ha parecido la perfecta para que la historia se pudiera desarrollar sin tener que acelerar el final o algunas de las acciones que ocurren.

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    1. Marina Torre Gómez

      Además, la manera que él tiene de narrar me parece maravillosa. Te adelanta acontecimientos y algunas cosas que van a ocurrir en la historia (como por ejemplo, con las citas bíblicas que me fascinaron desde el primer momento y los títulos de los cuentos), pero sigues sorprendiéndote de lo que pasa al final. Este libro, junto con su autor, ha sido uno de los mayores descubrimientos para mí este año.

  3. Alba Gamallo Rodríguez

    Ha sido una lectura muy impactante. Desde el primer cuento hasta el último.
    Quizás el más impactante para mí haya sido el primero. El de Marta. Porque ha conseguido que me identificase con la protagonista. Sus miedos, sus problemas. Y es el que tiene uno de los finales más trágicos. Un final horrible y que te hace plantearte si tu harías igual que ella. Es una situación desesperada y por lo tanto, solo en su misma situación sabríamos que es lo que haríamos. Aunque independientemente de la persona, creo que todos acabaríamos actuando como ella. Al fin y al cabo, buscamos la supervivencia aunque eso implique herir a otros.

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