«La fama me destruyó. Destruyó mi alma, mi conciencia y mi subconsciente. Éste es un oficio extremadamente cruel porque hay que liberar el alma. Si no lo haces, eres un hipócrita y no llegarás lejos. Y la sinceridad tiene un precio muy, muy alto»
El relato de los últimos años de Serge Gainsbourg, es el de una decadencia progresiva, tanto en lo artístico como en lo personal. Fueron años de experimentación, de buscar nuevos caminos, algunos más afortunados que otros. Pero también fueron años de sumergirse en una vorágine de excesos, de soledad y frustraciones, de buscar la provocación como única forma de mantenerse en el candelero y no caer en el olvido.
En 1977 se estrena la película «Madame Claude» de Just Jaeckin, para quién Serge había desestimado hacer la banda sonora de su primer Emmanuelle, algo que lamentaría, pues sería un bombazo mundial, haciéndola finalmente Francis Lai. Pero esta vez compone la banda sonora de la película. Como adelanto se publica el single “Yesterday Yes a Day”, cantado en inglés por Jane Birkin y escrito a medias con Jean Pierre Sabar. Es una de sus joyas ocultas. Una delicada pieza sustentada sobre un sonido cristalino, apenas esbozadas unas lineas de sintetizador y unos majestuosos y evocadores arreglos de cuerda.
Jane Birkin (Yesterday Yes a Day) 1977
Arrepentido por el dinero que perdió renunciando a «Emmanuelle», acepta componer la banda sonora de «Goodbye Emmanuelle» tercera y última de la saga, al menos de las dirigidas por Jaeckin y protagonizadas por Sylvia Kristel.
En 1978 estará dedicado a componer el nuevo disco de Jane, “Ex Fan de Sixties”. A mitad de año publica un nuevo sencillo. “Sea, Sex and Sun” es su último éxito veraniego, una maravilla discotequera, La canción todo el mundo se la toma en serio menos el. En el fondo no es más que una pequeña venganza por el nulo éxito de los discos anteriores. La canción llega al número cuatro, no acaba de explotar del todo, pero en septiembre Patrice Leconte la incluye dentro de la banda sonora de su película “Les Bronzés”. Ambas, canción y film, pulverizan las taquillas.
Serge Gainsbourg (Sea, Sex and Sun) 1978
Decidido a emprender una nueva senda, escoge la del reggae. Animado por Lerichomme, bien situado en Polygram donde trabajaba desde hacía cinco años, contactan con Island records. Este sello, distribuido por Polygram, había sacado del gueto a la música jamaicana, popularizándola y consiguiendo estupendos réditos. Les sugieren músicos y proporcionan ideas
En enero de 1979, Gainsbourg y Lerichomme preparan los ensayos de grabación del álbum “Aux Armes et Caetera” en los estudios Dynamic sounds de Kingston.
Poco después conocen al bajista Robbie Shakespeare, quién cree que Serge es el productor, al ser más viejo que Philippe. Cuando llega el verdadero productor, los músicos pasan del disco y aplican el principio de toma el dinero y corre. Están completamente sobrepasados por sus hábitos de trabajo. Finalmente Serge se sienta al piano y toca algunas armonías que parecen gustarles. De repente, para animar la sesión, les pregunta si conocen algo de música francesa. Pitorreo general. De repente, uno de los músicos exclama: “Je t’aime”, los demás asienten. También la conocen. La tararean. Serge contesta riendo; “¡es mia!”. Todo cambia, han caído bajo la atracción de Serge.
Sorprendentemente “Aux Armes et Caetera” es un éxito. El primer LP suyo que llega a disco de oro en Francia, mas de 100.000 copias vendidas. Pero el escándalo y la controversia es algo inherente a Gainsbourg.
El disco contiene una versión del himno nacional, de «La Marsellesa», precisamente la canción que da título al álbum. Esto desata una campaña feroz contra Serge. Michel Droit, un gaullista bastante reaccionario, publica un artículo en “Le Figaro” atacándolo; le acusa de parodiar el himno nacional, de sacar beneficio de algo casi sagrado.
Gainsbourg le contesta a la mañana siguiente en las páginas de “Le Matin dimanche”; «El cerumén y las cataratas del neo-gaullismo, están personificadas en este extremista llamado Droit. El puede juzgar y yo consentir que juzge mi Marsellesa, heroica tanto por sus pulsaciones rítmicas como por la dinámica de sus armonías, tan revolucionaria como la original en su llamada a las armas. Estoy pues desolado de saber que, por ese don de la ubicuidad que él ha desgraciadamente perdido, pero que yo aun poseo, la grabación en vinilo, la emisión en la radio y el éxito televisivo se podrá propagar. Que esta visión personal del himno nacional, que es también el mío, aun pueda ser difundida en Europa, Africa, en Japón, en América, incluso en la Jamaica donde fue creada.
Serge Gainsbourg (Aux Armes et Caetera) 1979
Tras un segundo disco reggae (“Mauvaises Nouvelles des Étoiles), innecesario y repetitivo, y que seguramente Gainsbourg acometió por la ilusión de volver a Jamaica, otros proyectos fallidos, aunque no carentes de interés, se suceden. El disco con Catherine Deneuve, el compuesto a Isabelle Adjani, canciones e incluso discos para otros artristas, etc. Serge necesita reinventarse una vez más. Improvisador genial, necesita un hilo conductor, madurar sus arrebatos de genialidad antes de llevarlos a cabo. Y por encima de todo, no perder nunca el protagonismo y la notoriedad pública que siempre buscó.
Su siguiente álbum, “Love on the Beat”, se publica a principios de octubre de 1984, acompañado de una enorme campaña promocional. Gainsbourg está en todas partes. Había viajado en 1984 con Philippe Lerichomme a Nueva York tras su aventura reggae. Allí contactan con Jean Pierre Weiller, un francés emigrado que conoce las últimas tendencias de la gran manzana. Este le hace escuchar algunos discos, entre los que está “Trash it Up” de Southside Johnny & the Ashbury Dukes. Este último entusiasma a Serge y contactan con los productores, Nile Rodgers y Billy Rush. El primero, miembro de Chic, acaba de producir el bombazo de David Bowie, “Let’s Dance”, y se halla enfrascado en la grabación de “Like a Virgin” de Madonna, por lo que desiste. El segundo acepta el reto.
Billy Rush recuerda: «Cuando Jean Pierre Weiller me habló de Serge yo no conocía absolutamente nada de él, ni tan siquiera el “Je t’aime”. Concertamos una cita en New Jersey, en mi garaje convertido en estudio. Vi llegar a un tipo muy tímido, que no hablaba más que una pocas palabras en inglés. Me puso una de sus casettes, en las cuales se hallaban las bases melódicas de sus canciones. La atmósfera era un tanto extraña, nunca habría imaginado que era una estrella en Francia. Delante de él me puse a trabajar, elegí un ritmo, pegué una base, programé algunos teclados y guitarras. No me hablaba, le veía inseguro, ahora creo que me estaba examinando. Al final del día había podido terminar dos o tres maquetas. Se la pusieron bajo el brazo y se marcharon. Yo pensé que había sido divertido, aunque también que no los volvería a ver. Pero a la mañana siguiente volvieron y me dijo: Genial!, continuemos”.
Una vez más, Gainsbourg ha encontrado un nuevo mundo musical en mitad de una etapa personal, cuanto menos, delicada. La música disco como vehículo y la homosexualidad como leit motiv, el elemento provocador que le sirve de motor. En un momento de duda y lucidez confiesa a Lerichomme: ”¿Pero que coño estamos haciendo aquí?, mi música es Chopin, nada que ver con esto”. Philippe le calma; “Es justamente por eso por lo que estamos aquí, para intentar cosas nuevas”.
Para la portada, fotografiado por el cineasta William Klein, se maquilla y pinta como un maduro y ajado travesti. Los labios rojo carmesí, uñas y pestañas postizas y un fino cigarrillo humeante. Deja de beber durante quince días para ocultar las ojeras y se hace pegar las orejas con el fin de disimularlas.
El disco, más que un tratado acerca del ideal homosexual, es un canto a la decrepitud, al paso del tiempo. Nuevos caminos para los viejos deseos. Desde luego lo que se espera de él. Se imagina atrapado en un limbo etéreo entre el bien y el mal, entre la pasión promiscua y la pureza platónica homosexual.
Para cerrar, otro más de esos episodios malévolos de los que tanto gustaba; “Lemon Incest”, La necesidad vital, una vez más, de la provocación. En realidad una declaración del amor incondicional paterno-filial, bajo la melodía del estudio nº 3 en mi mayor de su amado Chopin, con su pequeña Charlotte. Las palabras aceradas como balas, los juegos semánticos para escándalo de los biempensantes y los hipócritas. La pureza, el candor incluso, de los sentimientos. La honestidad de un tipo tan peculiar que de tan honesto, escandalizaba.
Serge Gainsbourg & Charlotte Gainsbourg (Lemon Incest )
Serge Gainsbourg publicó su decimoséptimo y último álbum de estudio el año 1987. Tras el escandaloso éxito de su anterior disco,“Love on the Beat”, decidió regresar a Nueva York, inspirarse en el funk y lanzarse en los brazos del rap, un movimiento musical que comenzaba su andadura por entonces. Serge tenía 58 años. Los escándalos se acumulaban. Sus textos cada vez eran más provocativos y él seguía obsesionado en bucear en los sonidos de los años ochenta.
“You’re Under Arrest” es un álbum que evoca las pasiones de un hombre maduro por las jovencitas, él las «llamapisseusses», especialmente por una de nombre Samantha. Recuerda en ese sentido a los álbumes protagonizados por otras mujeres (Melody y Marilou). Como en sus últimos discos, las letras tienen un contenido altamente sexual, con multitud de juegos de palabras marca de la casa. El sonido enlaza con el electro-funk ochentero, con una poderosísima línea de bajo. Todo el disco se presenta como un especial paseo por el Bronx, con música muy negra, funky, bastante cercana al rap, y como colofón una versión funk de “Mon Legionnaire”, el clásico de Edith Piaf. Tal vez este trabajo no sea uno de sus mejores discos, pero resulta fascinante. sobretodo por su afán de experimentación y el no quedarse descolgado ante las nuevas tendencias que imperaban entonces.
Serge Gainsbourg (You’re Under Arrest) 1987
La promoción del disco será en tono de despedida, con un Gainsbourg paseando su evidente alcoholismo por los platós de televisión. La conmemoración de sus 30 años de carrera (1958-1988) le sorprendieron en el hospital, luchando por sobrevivir a una operación que le extirpó dos terceras partes de su hígado carcomido por la cirrosis. Serán tiempos duros, él en una espiral de autodestrucción imparable en el hospital, y su compañera de entones, Bambou, en la comisaría por tráfico de drogas.
Una última ronda de conciertos en toda Francia le servirá como adiós, ya consciente de que su salud no le va a permitir aguantar mucho más. Con la misma actitud de siempre, con un cigarrillo permanente encendido entre los dedos, Gainsbourg pasó revista a todo su repertorio. Por entonces, su figura ya era transgeneracional y su influencia entre el público, inaudita. Había por fin conseguido aquello que había perseguido durante tres décadas: domar a un público que le era hostil.
La actuación más memorable de esa gira fue en el Zénith parisino, en donde le acompañó su banda de siempre, incluidos sus músicos americanos, y al que acudieron muchas de sus amistades para despedirse. El éxito fue total, las entradas se agotaron, hecho no muy frecuente para Gainsbourg, y los críticos se rindieron a la evidencia de que estaban delante del músico más importante que había dado Francia en el último medio siglo.
Y después del Zénith, el ocaso.
Se sucedieron tres años entre hospitales, alguna aparición en la tele y pequeñas colaboraciones con otras artistas. Conforme su furia se iba apagando, un Gainsbourg plácido y sereno emergía para despedirse.
El dos de Marzo de 1991 se apagaba la vida del compositor que quiso “no tener que esperar a estar muerto para ser inmortal”. La vida que el pequeño Lucien empezó a fumarse frenéticamente desde su adolescencia se acabó de consumir una fría tarde de invierno en la que olvidó tomarse la pastilla para su galopante cardiopatía, tal y como ya le había sucedido a su mentor y amigo Boris Vian 33 años antes.
“Serge Gainsbourg supo elevar la canción al rango de obra de arte; su obra es el testigo de la sensibilidad de toda una generación francesa”.
François Miterrand
Tumba de Serge Gainsbourg en el Cementerio de Montparnasse (París)