“Traduttore, traditore” es un lapidario proverbio italiano que acusa al traductor de la más alta de las traiciones: la traición a la palabra. Pero es que las palabras… se las traen (¿cómo se podría traducir “se las traen”?).
El espectro que va desde la literalidad a la adaptación libre es tan amplio y tan espinoso que todos conocemos divertidas anécdotas de conversión (o no conversión) entre dos lenguas, y no todas ellas son debidas a la traducción automática que genera un software.
Las traducciones de textos técnicos requieren una terminología exacta, específica y ajustada objetivamente al original, pero en el caso de las obras de creación literaria es fundamental transmitir la esencia de la obra y la intención del autor. En cierto modo, los recuerdos personales también traducen a palabras nuestras vivencias. ¿Recuerdas a Julia, el personaje de Coetzee en Verano?: «Tal vez lo que le cuento no sea cierto al pie de la letra, pero es fiel al espíritu de la letra».
Para el oficio casi artesano de la traducción son necesarias destrezas en el manejo de las lenguas tanto de origen como de destino, capacidad y conocimientos para captar los matices y significados más ocultos de ambas y maestría para transmitir esos significados. Además de la sensibilidad suficiente para recoger las connotaciones propias del texto original y verterlas a otra lengua que, por fuerza, ha de tener su idiosincrasia particular.
Los falsos amigos traicionan la traducción, las frases hechas y los giros propios la dificultan, los comodines la empobrecen… pero además hay juegos y bromas que inevitablemente se pierden al pasar de un idioma a otro: «Lost in translation».
La relación entre las palabras y su significado es un símbolo de la relación entre las cosas y a su vez entre éstas y nosotros, Algunas palabras expresan sentimientos, tradiciones o modos de pensar que están muy arraigados a las culturas de donde provienen y, por lo tanto, no pueden ser traducidas a casi ningún otro idioma, pues únicamente la lengua de origen contiene las claves para designar la realidad circundante. Ahí entra en juego el traductor, para verter lo que se dice en una lengua a otra. No se puede afirmar, por lo tanto, que el lenguaje determine la forma en que pensamos,tal y como aseguraba Sapir-Worf, aunque sí influye en el pensamiento.
Pero ¿hay conceptos intraducibles? En principio todo lo que se puede pensar se puede expresar, transmitir y volcar a otra lengua con mayor o menor efabilidad. Seguro que encuentras muchos casos de palabras intraducibles, y muchas opciones para algunas que en teoría lo son (en castellano, por ejemplo, los términos sobremesa, o aperitivo expresan en una única voz conceptos que sólo podrían llevarse a otra lengua a través de una frase).
La diseñadora gráfica Anjana Iyer es la autora de la su serie titulada con un guiño cómplice «Found in Translation», en la que ilustra una serie de palabras de distintos idiomas que no tienen traducción en concreto a la lengua Inglesa.
Estas son las ilustraciones, para todos los gustos. Tokka no parece muy necesaria en las latitudes de los pueblos de habla hispana; prozvonit nos trae a la mente el sinónimo «una perdida»; nos extraña que friolero no tenga correlato en otras lenguas; komorebi nos cautiva por lo poético de su significado; y no comprendemos cómo hemos podido vivir desconociendo la palabra utepills.
Bueno, bueno… qué a punto viene este artículo Intraducible: (adj.) del latín, ‘tradere’…
Pingback: Komorebi – La pasión de pensar