Esta es la historia de una de las sagas más fecundas de la música popular española, dos discos, dos formaciones, pero un nexo común, una continuidad; una colección de canciones irrepetibles, que no han envejecido en absoluto, porque lo bueno nunca envejece.
El grupo Solera es el primer eslabón de esta cadena, que tendría continuidad un año después con Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán (CRAG); dos discos míticos, dos grupos de culto, leyenda viva de la música española.
En 1972 dos hermanos, José Antonio y Manuel Martín, crean un dúo con el nombre de José y Manuel, con una orientación basicamente folk, a ellos se unen dos músicos extraordinarios, Rodrigo García y José María Guzmán.
Rodrigo, sevillano de nacimiento, emigró a Colombia siendo un niño y a mediados de los sesenta, formó parte de la banda «los speakers», algún día habrá que reivindicar el Pop-Rock que se hizo en Iberoamérica en aquella época; de vuelta a España, forma parte de Los Pekenikes en 1971 y participa como músico de sesión en las grabaciones de la época, es un magnífico guitarrista.
José María Guzmán, muy influenciado por el pop británico, es en aquella época un bajista prestigioso, que como Rodrigo, también es un demandado músico de sesión.
Y así surge Solera, y su disco homónimo, un álbum variado, con unas armonías perfectas, trufado de muchas influencias, con un sonido cercano al de la Costa Oeste de Estados Unidos, la calidad de las canciones es enorme y con esa materia prima, Rafael Trabucchelli, productor del disco, dota de una orquestación a los temas que los envuelve, pero no quedan nunca ahogados en ella.
El disco tuvo muy buenas críticas, pero escasas ventas, falta de promoción sobretodo. Dentro del grupo empezaron las diferencias creativas que llevaron a su disolución. Posteriormente Rodrigo y Guzmán se integrarían en CRAG, pero ese fue el siguiente capítulo de esta historia.