La segunda sesión sobre los Cuentos (2007) de Carlos Castán ha resultado enriquecedora, ya que, como buena literatura, esta penetra en la parte negativa de la vida, en el dolor del mundo, en nuestras frustraciones y sentimientos; indaga en la identidad y nos mueve a reflexionar sobre nuestra propia existencia. Muchos de los lectores coincidían en que la prosa de Castán es intensa, «magnífica». En ella predomina un «halo de misterio», un «trasfondo tenebroso», al que se suma el carácter introspectivo que reina en todos sus relatos; el predominio del estado anímico —melancólico y nostálgico— de sus personajes. El impacto que han provocado sus cuentos ha sido tal que muchos de los lectores incidían en el nivel de profundidad que caracteriza a sus historias, «agridulces», que dificultan la separación de la lectura con sus respectivas experiencias.
Relato por relato, los socios del club han ido definiendo las claves de su poética. Así, en «El andén de nieve», el triángulo amoroso, la confrontación de la realidad frente al deseo y el motivo del viaje como símbolo de libertad, de conocimiento, han sido algunas de las características referidas que, tal y como hemos podido observar, se repiten a lo largo del volumen. En este caso, desde la anomalía fantástica reducida al tren, los «seres cargados de posibilidad» se enfrentaban al sentimiento de no pertenencia a un lugar, a la necesidad de evasión de la realidad. Dicha dimensión simbólica, desde la que Castán trabaja la estética no realista en algunos de sus cuentos, también se observa en otros como «Servicio de socorro» y «Un día resbaladizo», en los que los lectores han advertido el motivo del doble y el bucle temporal al que se someten unos padres al revivir el duelo. En este último caso, los socios han insistido en la «ambientación viscosa», que recuerda el peso de la ausencia, y que nos remite inexorablemente al prólogo de la obra, escrito por el propio autor, en el que este menciona el fallecimiento de su hermano y cómo ello ha afectado a su proceso de escritura.
Su lenguaje, poético, nos presenta toda una gama de derivados y sinónimos, así como de palabras que se repiten a lo largo de los cuentos —«ceniza», «vacío», «memoria», «ataques de melancolía», «el sabor de lo perdido», etc.—, que aluden a los temas que definen su poética. Los personajes de sus historias son antihéroes, fatalistas, que creen que las cosas no salen como querrían por cuestiones de azar, del destino. Culpan, en muchos casos, a las mujeres de su pena o de las acciones que cometen. Estos, los personajes femeninos, ambivalentes, se presentan en la experiencia amorosa, abordada o bien desde lo cautivador y fascinante de los primeros encuentros o bien desde un sentido negativo y cruel, tal y como ocurriera en «La chica de los buenos tiempos», «Las rosas de la noche» o «Muchas veces, querida Laura», que han causado conmoción entre los asistentes. A los personajes femeninos se suman los adolescentes, que viven en una etapa en la que todo es incertidumbre. Así lo encontramos en los relatos de «El pozo» y «El huérfano», que hacen hincapié en el bullying, en el concepto de víctima y en las expectativas de futuro en un pueblo pequeño.
Los lectores también han observado las influencias que nutren la poética de Castán, entre las que se encuentran Bécquer y Poe, tal y como hemos podido observar en la atmósfera de misterio que envuelve a «El aroma de lo oscuro», en el que se señalan los objetos que pudieran formar parte de la soledad. Esta mirada al pasado, al recuerdo, es la tónica de su obra, que se enfrenta a la tristeza y la melancolía y nos envuelve en una introspección absoluta hacia el reencuentro con nuestro yo.
«Cuentos» de Carlos Castán me han parecido todos unos cuentos maravillosos y fantásticos. Mi elemento favorito de esta obra tiene que ser, sin lugar a dudas, esos finales sorprendentes e incluso turbios, llegando a rozar lo lúgubre. La temática siniestra es uno de mis motivos favoritos en literatura, de manera que, desde que vi cómo iban encaminados los cuentos, me di cuenta de que este libro iba a ser muy de mi agrado. Uno de mis cuentos favoritos es, sin lugar a dudas “El aroma de lo oscuro”, pues me parece una auténtica genialidad, ya que no me esperaba para nada ese “plot twist” y cómo al final, el protagonista acaba por aceptar y desear añadir más elementos a ese “Museo de la soledad”.
No le puedo poner ninguna pega o aspecto negativo, hasta el estilo (a veces muy cultivado, de manera que algunas palabras tuve que buscar su significado) me ha cautivado. Aunque normalmente hace esta clase de vocabulario culto hace que la lectura para mí sea más “pesada” o lenta, no me ha llegado a ocasionar ningún obstáculo o impedimento para seguir leyendo con la misma emoción e intriga que si utilizara otro léxico. Es un libro que te marca, y que una vez hayas terminado o parado de leerlo, sigues pensando en él continuamente por la sorpresa o desagrado que genera algunos cuentos.
Me llaman mucho la atención, tal y como se comentó en esta sesión, los personajes femeninos y el cómo se los trata en los cuentos. Me he llegado a sorprender, a indignar incluso en muchos de los casos. Sobre todo en «La chica de los buenos tiempos» y en «Las rosas de la noche».
He visto muy presente en líneas generales lo que comentaba el autor en el encuentro con los socios acerca de la ambivalencia del deseo. Nos pasamos la vida deseando, «estamos condenados a desear», y eso se refleja en muchos de sus personajes. Se me ocurre, por ejemplo, el caso de «Muchas veces, querida Laura», en el que la realidad no se parece a la fantasía que el protagonista tiene en su cabeza. SI bien, esto no justifica el abandono de la chica en la estación.
Es una especie de novela dentro de otra novela.
Cuenta la historia Europea sobre sus años más decisivos