Hablar de Ennio Morricone es hablar de un mito viviente de la historia del cine, que a pesar de sus ochenta y siete años está en plena forma, como demuestra el Oscar alcanzado en la edición de este año por la banda sonora de el último trabajo de Quentin Tarantino, devoto absoluto de su obra.
Pero hubo una etapa anterior a su labor como compositor cinematográfico, como fueron sus incursiones en la música pop. Labor que simultaneó posteriormente con sus primeras composiciones para el cine.
Barrio del Trastevere, Roma. Finales de los treinta. Ennio Morricone, el hijo mayor del trompetista de jazz Mario Morricone y Lobera Ridolfi, juega en la calle con su amigo y compañero de clase Sergio Leone, hijo de Vincenzo Leone (director de cine mudo que utiliza el seudónimo de Roberto Roberti) y de Bice Valerian. Ambos nacidos en Roma con pocos días de diferencia, uno el 10 de noviembre de 1928 y el otro el 3 de enero de 1929, y marcados por la profesión de sus padres en lo que será sus vidas profesionales. Entre sus juegos de niños, tal vez, estaba el de representar a forajidos del salvaje oeste que asaltaban una diligencia, aunque esto tal vez fue más posible en sus mentes años después con la llegada de las películas de John Ford a las pantallas de cine italianas. Pero para entonces, Ennio seguía sus estudios en el Conservatorio de Santa Cecilia.
Posteriormente, Ennio, ya con su carrera de músico a cuestas, empieza a componer música pop, realiza numerosos arreglos para la canción ligera y empieza a ser conocido en el mundillo musical. En sus arreglos introduce ruidos de la vida cotidiana, así en ellos no era extraño encontrar sonidos de teléfono, máquinas de escribir, etc., a pesar de estar hablando de canciones. Algunas se hicieron muy populares en la época, como es el caso de «Se Telefonando». A pesar de que trató de mantener en secreto su trabajo como arreglista, pronto se hace famoso y sus trabajos se multiplican, no solo en la canción, sino también en Radio, Televisión y Teatro.
La fórmula de Morricone era tan sencilla como efectiva: orquestaciones poco densas, pero con un sonido seco y transparente que años más tarde inspiraría a muchas bandas de rock, temas que se clavaban inmediatamente en la memoria del oyente. Este aspecto de su forma de componer llegaría a su máximo exponente en su labor de compositor cinematográfico, donde demostró siempre un enorme respeto por la trama y los personajes del filme. Músico de gran intuición, Morricone dejaba «hablar a la historia» y huía de divismos de autor. No olvidemos que una curiosa teoría de Morricone es que la música de una banda sonora no pertenece al compositor, sino al filme: «Lo que prima es la necesidad de la historia que cuenta la película».
Precisamente, si hay una creación especialmente representativa de su faceta pop, es sin duda la antes mencionada «Se Telefonando». Esplendorosa canción interpretada por la inigualable Mina y una de las más sobresalientes de su época y de su país. El compositor mostró su genialidad absoluta en los arreglos, al hacer que la letra fluyera sin cesar, como si fuera una espiral, concatenando las diversas frases y llevándola a una gran intensidad. Bellísima y rotunda.
En uno de sus frecuentes viajes a Italia, la reina del pop francés, la exquisita Françoise Hardy, escuchó en la radio «Se Telefonando» y decidió arrancar su quinto LP con una versión de este tema titulada «Je Changerais d’Avis». Hardy consiguió, imbuida en la épica italiana, una portentosa balada con un crescendo genial y un clímax exuberante, tan absolutamente maravillosa, que por momentos uno llega a reconciliarse con la vida al escucharla. Ella misma realizó la adaptación del tema original con la colaboración del escritor y letrista Jacques Lanzmann.
FRANÇOISE HARDY (JE CHANGERAIS D´AVIS) 1966