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Una noche entre monstruos

UNA NOCHE ENTRE MONSTRUOS

Aunque no es necesario que sea la Noche de Difuntos para leer o para ver textos o películas que nos inquietan o aterrorizan (porque, siendo sinceros, esas sensaciones y esa inquietud nos fascinan en cualquier momento del año), hace unos días pudimos disfrutar de la lectura de Halloween organizada por Natalia Álvarez Méndez como parte del Proyecto I+D Estrategias y figuraciones de lo insólito. Manifestaciones del monstruo en la narrativa en lengua española (de 1980 a la actualidad), y desde las actividades de transferencia del conocimiento del Grupo de Estudios literarios y comparados de lo Insólito y perspectivas de Género (GEIG) y del Instituto de Humanismo y Tradición Clásica de la Universidad de León.

Nos acompañan en esta velada virtual los escritores David Roas, Ana Martínez Castillo, Julio Ángel Olivares Merino y Valeria Correa Fiz:

David Roas: «Amor de madre», Invasión (Páginas de Espuma) min. 4:30
Ana Martínez Castillo: «Elvira», Reliquias (Eolas Ediciones) min. 13:36
Julio Ángel Olivares Merino: fragmento de La piel leve (Eolas Ediciones) min. 28:35
Valeria Correa Fiz: «Una casa en las afueras», La condición animal (Páginas de Espuma) min. 40:30

Son introducidos por Natalia Álvarez Méndez, quien nos recuerda que las «cuatro lecturas que nos ofrece el siguiente vídeo, con registros muy variados, demuestran que la monstruosidad nos sigue acompañando en un intento de explicarnos y de explicar lo que nos rodea, a través de personajes con inquietantes trastornos, mediante ánimas que vuelven a este mundo, con seres sobrenaturales e inexplicables o con el retrato de la naturaleza del mal que se cuela por las grietas de la parte más oscura del ser humano en el ámbito social pero también en el familiar y doméstico».

¡Que los disfrutéis!

Coloquio participativo de los socios: Los Caín

Los Caín de Enrique Llamas es la primera novela del escritor zamorano y premio «Memorial Silverio Cañada» de la Semana Negra de Gijón el 15 de julio de 2019. Su novedad tanto estructural como formal y genérica, al igual que la precisión del léxico utilizado son, tal y como han constatado los miembros del club, dos de sus principales atractivos. 

El ritmo narrativo, unido a la creación de una atmosfera rural y del noroeste, impregna la memoria del lector con el recuerdo de Pedro Páramo, en el que el lector se encuentra sumergido en el agua turbia de unos «pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de aire viejo y entumecido, pobre y flaco como todo lo viejo». Al igual que Juan Preciado se adentra en Comala con el corazón suspendido al borde de la garganta, Héctor penetra en los confines de Somino, un pueblo fantasmal que surge de la bruma de antiguos rencores en un pasaje propio del realismo mágico de Gabriel García Márquez. 

El paisaje de Somino, al igual que en El reino de Celama de Luis Mateo Díez, «la tierra adquirió ya la ruina de su mirada, que contiene el pedazo de muerte con que la mira». Las bastas tierras de campos que ocupan toda la mirada, el horizonte que se oculta bajo frondosos árboles, los tejados bajos y las tierras aradas guardan los secretos y odios de antiguos habitantes que, al igual que los vivos, se revuelven con la ferocidad de perros rabiosos que buscan la tajada en las carnes abiertas por la historia. 

Si en algo los lectores están de acuerdo es en la novedad que plantea esta obra al rechazar encerrarse en un género literario en concreto. Este híbrido se adentra en los principios estéticos y estructurales de la nueva novela neorrural, sin rechazar tampoco algunos elementos del popular hard boiled americano, pero en donde el crimen no va a ser lo más importante, sino la pausada descripción de la psicología de esos personajes olvidados de Castilla, de la exposición de los hombres y mujeres del paisaje leonés que se esconden en los porches de las casas con los ojos brillantes y la cara manchada de la tierra de los odios cainitas de la España profunda.  

Es este olor a tierra marchita, ojos cansados y sabor a brutalidad el que se desprende de Los Caín, una prosa en la que las influencias de los narradores del noroeste como Antonio Pereira o Álvaro Cunqueiro, entre otros, se hacen patentes, y en el que el léxico fluido y preciosista, plagado de numerosos vocablos típicos de la zona asturleonesa se conjugan con brillantes metáforas que recuerdan a la prosa de Valle-Inclán. 

Concretamente, durante la sesión se planteó la posibilidad de entrever una relación dual entre la barbarie y la civilización, tanto en el entorno rural como en el urbano, centrado, fundamentalmente, en los diversos personajes que no cobran identidad hasta que son identificados mediante apodos. No obstante, otros lectores puntualizaron la necesidad de no recurrir a términos maniqueos a la hora de describir a los actantes, puesto que no hay verdaderamente ningún Abel ni ningún Caín, sino seres grises y corrientes que nunca son del todo buenos ni del todo malos, y que, globalmente, forman un conjunto logrado mediante el uso del multiperspectivismo literario. 

Otro asunto de debate fue la figura del narrador que juega un papel esencial a la hora de estructurar la novela e ir exponiendo la trama. Este acude frecuentemente a anticipaciones, valoraciones subjetivas y el juego con la metaficción, puesto que advierte al lector de la obligación de rellenar ciertos huecos en la memoria de la historia que, por no contar con todos los detalles para poder narrarla, necesita de la imaginación para suplir los huecos que van surgiendo. Consecuentemente, se hace visible la referencia a la ficción dentro de la propia ficción e incluso, como en el paradigma cervantino, se acude a la inclusión de historias engarzadas sobre la trama principal que complementan y matizan esta primera, consiguiendo que los personajes cobren una identidad propia y, a la vez, de conjunto, puesto que no hay que olvidar que todo el pueblo de Somino funciona como un personaje colectivo en el que se trasluce la maldad humana y la imposibilidad del perdón. 

Imprescindible para muchos lectores ha sido la inclusión de un marcado simbolismo de carácter alegórico que se puede apreciar en la tumba mal cerrada del padre de las hermanas Cuervo, y que aparece tanto al comienzo de la obra como al final de la misma. No hay que olvidar que las heridas mal cicatrizadas y el rencor son los principales sentimientos que se translucen en este pueblo olvidado y que no son nada más ni nada menos que la expresión de la brutalidad, la incultura y el cainitismo que se arrastra en los pueblos de Castilla, una feroz herencia que se transmite de padres a hijos como una enfermedad que corroe los huesos.  

En resumen, Los Caín es una novela negra que resulta sumamente interesante por la falta de banalización del mal que hay en ella, su gusto por una España rural de ambientes muy marcados en donde el mal no es más que la imposibilidad de los individuos de perdonar las heridas del pasado, y en donde los dos eternos bandos que representan la moralidad, la guerra y las ideologías siguen en pie como dos soldados que no ceden ante la mirada hosca del enemigo. 

Irene Fidalgo

Guía a la lectura: Los Caín

Por Luis Artigue
www.luisartigue.es

Como Juan Carlos Onetti, que dicen que al final de su vida no salía del acogedor territorio de su cama pero alimentaba su imaginación leyendo exclusivamente novelas protagonizadas por maderos y hampones (novelas de un género cuyas señas de identidad son el misterio, la acción, la violencia, el riesgo y la ambigüedad moral), amamos el noir.

Pero no incondicionalmente ni a ciegas ni siempre.

Amamos el noir cuando detrás hay un potente narrador de enigmas y singular retratista del mal capaz de crear uno de esos enclaves tan misteriosos que no son solo reales, y alguno de esos personajes que te permiten masticar su violencia, entender su soledad y compadecer su vértigo.

Eso es la novela negra en sus diferentes subgéneros (hard, boiled, true crime, domestic noir, country noir, juridic noir, crook storie, policial, etc).

NOVELA NEGRA FRENTE A NOVELA ENIGMA

Acaba de reeditarse En el lejano país de los estanques, de Lorenzo Silva, el primer caso de la ya famosa pareja de guardias civiles cultos, sensibles y a su manera vulnerables Bevilacqua y Chamorro. Y la edición de Ed. Destino cuenta con un prólogo inédito a cargo de Paul Preston: en ese interesante frontispicio, el hispanista y devoto de lo que denomina “los Episodios nacionales de Lorenzo Silva”, dedica buena parte de la elucubración a definir con brillantez especulativa ese subgénero del noir que es el hard-boiled, para, al fin, llegar a la conclusión de que “el hard- boiled es la literatura del escepticismo”.

En este sentido desde hace varias décadas la novela negra diríamos que se ha bipolarizado (realismo sucio contra realismo limpio)… Sí, oscila entre el hard-boiled escético, contundente, politizado e implicado con el mal sin coartadas morales o políticas, y la novela-enigma, que es más consciente de que la ficción es más exigente que la realidad, y por tanto es más calculada, protocolaria, clasicista, más buenista quizás en sus finales acabados y en su ausencia de violencia explícita, y desde luego más alejada –se trata solo de distancia escénica– del mal glosado y desglosado…

En Sangre a borbotones el añorado Paco Camarasa explicaba la mala fortuna que tuvo el noir europeo con lo de que los lectores escogieran, como gran éxito comercial, a la ingeniosa e ideológicamente aséptica Agatha Christie (novela-enigma que colabora en el fondo a la banalización del mal por reducirlo a un juego de ingenio), en vez de al atmosférico, hipnótico y social George Simenon con sus historias sobre el mal abrasivo, la desesperación, el odio letal y la venganza o justicia sanguinaria. Y es que, a su juicio, esto dio como resultado que los escritores en busca de la comercialidad se decantaran por la novela negra-enigma en vez de por el hard-boiled que presenta y representa narrativamente las injusticias con su atmósfera, su crudeza y su sinsentido (y por eso tiene siempre su contundente realismo un concienciador y explícito toque social de fondo).

Sin embargo más allá de la banalidad y la simplificación en la última novela negra española hay escritoras audaces que, más allá del repetitivo esquema de la novela-enigma (un crimen, una investigación, unos falsos culpables y un culpable), están haciendo aportaciones ideológicas importantes: citemos por ejemplo Marta Sanz y Susana Hernández (que deconstruyen mediante sus personajes la masculinidad saturada estándar del personaje tipo de novela negra), o Cristina Fallarás (que mediante sus personajes siempre ideologizados incluye en sus novelas carga de alegato social o de memoria histórica), y David Llorente (cuyas novelas noir son distópicas y colindan con la ciencia-ficción ciberpunk), y Noelia Lorenzo Pino (que sabe ponerle idiosincrasia vasca y punk a sus historias negras tan personales como potentes), etc…

Pero últimamente reina demasiado la mímesis en la novela negra, y de eso está tratando de zafarse la mejor novela negra española.

NOVELA NEGRA ESPAÑOLA

La novela negra americana y la novela negra inglesa y hasta la novela negra sueca tienen su sello propio intransferible, identificable, que, además, ha calado en el público lector desde hace décadas.

Teniendo en cuenta esto no han sido pocos los intentos de conseguir, y creo que se ha logrado, una novela negra española con marchamo propio. Tal logro, saltándonos precedentes como García Pavón o Mario Lacruz, empieza a culminarse con Manuel Vázquez Montalbán y González Lesdesma, pasa por Andreu Martín, Guelbenzu, Lorenzo Silva, Julián Ibáñez, Alicia Giménez Bartlett y Juan Madrid, y ha cobrado un renovado vigor por parte de las últimas generaciones de escritores.

La novela negra española no es ajena a los subgéneros del género negro: no está de hecho dejando de tener el corte social del verista y sociológico crook storie (las novelas de Paco Gómez Escribano a este respecto son geniales), y del contundente y casi sádico del hard boiled (Lorenzo Silva, Carlos Zanón, Marcelo Luján, Alexis Ravelo, Noelia Lorenzo del Pino y un largo etc.), y del feísmo político del realismo sucio, y de la sofisticación legal maquiavélica del juridic noir (en esto novelas de José Javier Abásolo repletas de abogados que salvarían antes su casa con piscina que sus principios como Asesinos inocentes son muy recomendables), etc… Pero ha sabido singularizarse mezclando todo eso sincréticamente con nuestra tradición. Y lo ha hecho en especial bebiendo en las ricas y también castizas fuentes del esperpento y el humorismo genial de narradores de nuestra vanguardia histórica como Mihura, Gómez de la Serna y Jardiel Poncela: por ese fértil camino se están adentrado nuestros nuevos escritores del género noir como por ejemplo Juan Aparicio-Belmonte (recomendamos en este sentido su novela Una revolución pequeña), David Torres (véase Niños de tiza) y Juan Jacinto Muñoz Rengel (léase El asesino hipocondríaco).

LOS CAÍN EN EL CONTEXTO DE LA NOVELA RURAL
Un pueblo castizo en el posfranquismo. Un maestro de ciudad, esto es, de otro mundo. Una niña ahogada hace ya 20 años. Una misteriosa epidemia que mata ciervos. Lugareños que albergan odios ancestrales en un entorno de rencillas, polvo y miseria…

La novela rural en nuestra narrativa fue en efecto restablecida gracias el gran éxito de Julio Llamazares y su La lluvia amarilla, y a la perseverancia novelística de, entre otros, Alejandro López Andrada, Abel Hernández y Moisés Pascual Pozas…

Pero está cogiendo nuevos bríos postmodernos.

De hecho la más reciente incorporación al elenco de los escritores literarios para público de paladar exquisito es Jesús Carrasco (Badajoz, 1972), el cual, con su novela inaugural Intemperie (una sinergia brillante de los mundos narrativos de Juan Benet, Miguel Delibes y Cormac McCarthy en forma de novela rural inquietante situada en la España vacía –por decirlo con un término de Sergio del Molino–, la cual, por su fraseo, su personalidad, su temática y su poder descriptivo, opera en el ámbito de la excelencia) consiguió un éxito formidable…

Y la siembra de Jesús Carrasco ha dado sus frutos como demuestran las obras de últimos narradores neorrurales tales que Elvira Valgañón, María Sánchez, Andrés Pascual, Virginia Mendoza, Marc Badal, Pilar Fraile, Urbano Pérez, Pilar Adón, Óscar Esquivias, Ginés Sánchez, Lara Moreno, Jenn Díaz, Mireya Hernández, Iván Repila y Manuel Darriba…

Y a esos nombres rescatadores de la renovada novela rural hemos de añadir ahora el de Enrique Llamas (Zamora, 1989) gracias a una atmosférica novela country noir llena de metáforas y muy en la línea de Intemperie de Jesús Carrasco; una sobre un maestro de escuela en el tardofranquismo, titulada LOS CAÍN (AdnAlianza).

NOVELA NEGRA RURAL O COUNTRY NOIR

Como en La sima de José María Merino, Enrique Llamas sitúa la acción de esta meritoria novela de espacio opresivo y de grandes venganzas en Somino, un pequeño pueblo que emula a la Celama de Luis Mateo Díez, donde el enterramiento apresurado de Arcadio Cuervo provoca que su tumba quede mal cerrada, y por eso en dicho pueblo guerracivilero y tendente a la superstición de los mitos y leyendas (como los son los pueblos de las novelas de los escritores leoneses Luis Mateo, Merino, Juan Pedro Aparicio, Julio Llamazares y Antonio Pereira) las heridas de los vivos también permanecen abiertas, y ni los muertos logran descanso.

Pero LOS CAÍN, como esa joya pionera que es La novela número trece del gran Francisco García Pavón, además de una novela rural es una novela negra (country noir); una en concreto que se centra en lo ocurrido veinte años después, cuando, en la tardofranquista década de los setenta, Héctor, un joven e ingenuo maestro madrileño de familia bien, es destinado al colegio de Somino.

Y se convierte desde el principio en el forastero observado e ignorado a partes iguales.

Aunque el recelo de los habitantes de Somino va mucho más allá de malas miradas y cuchicheos.

Mientras tanto, se suceden los merodeos y preguntas de Curro y Palomo, dos guardias civiles que investigan el accidente de una joven del pueblo, amén de las extrañas muertes de los ciervos (animales que suponen el principal sustento de las familias de la zona).

Ante tantas visitas, Somino entero se revuelve, porque es un pueblo continuista, desconfiado y receloso como todo pueblo de la España profunda… ¿Es Héctor, el maestro de escuela, un chivato?.. ¿Para qué queremos en este pueblo a la guardia civil si podemos resolver mejor los asuntos turbios, aunque sean de sangre, por nosotros mismos?

Mientras la riña visceral y el odio de los niños del barrio de los Llanos y del barrio del Teso se nos antojan un correlato de la España de la época (también subdividida política y socialmente), en el pueblo se suceden los episodios vecinales de acción reacción en medio del espacio desasosegante, y, cada vez, más asfixiante… Como en toda novela country noir donde, más allá del juego de ingenio de la novela-enigma, el enclave donde sucede la acción funciona como un personaje más en un primer nivel de lectura, pero en segundo grado de ficción es a su vez como metáfora de todo un país y de una época.

Pero esto Los Cain no es una novela-enigma, y tampoco una novela negra convencional.

Se trata, más bien, de una novela audaz, ambiciosa y renovadora cuyo lenguaje literario es canela fina. A su vez hay quien diría que tiene caídas de intensidad en el argumento, y que la prosa deja de ser eficaz cuando está más recargada de lirismo valleinclanesco de lo que acostumbran las novelas de género negro (pag. 13: “con la tranquilidad de quien sabe que, entre los vivos, los muertos solo dejan herencias”; pag. 78: “un amarillo lánguido ocupaba las calles”; pag. 119: “a esa hora en que se hace audible el zumbido laborioso de las farolas”, etc.), y que muestra otras influencias muy evidentes (Llamazares, Luis Mateo y Merino, Jesús Carrasco, Ana María Matute y David Lynch). Pero nosotros nos quedamos con que es una novela extraordinariamente magnética en su fraseo, brillante en su construcción de mundo e intencionalidad narrativa, agradeciblemente superadora de la novela negra filo-americana estándar y que propone un country noir castizo en un tan atmosférico entorno rural que parece de novela tremendista.

He aquí un debut notable de un muy prometedor contador de historias bien empalabradas.

De hecho he aquí una novela que ganó con todo merecimiento el Premio Silverio Cañada a la primera novela negra (tuve el honor de ser miembro de ese jurado junto a Marta Robles y Paco Gómez Escribano).

Además es una novela que ha ganado con el tiempo, y ahora vuelta a leer nos parece una propuesta tan inusual que bien parece la precuela hispánica de otra fascinante novela country noir reciente de gran belleza y gran éxito: El mapa de los afectos de Ana Merino (último Premio Nadal).

Coloquio de los socios: Lo que no es tuyo no es tuyo

Rosa María Díez Cobo

Lo que no es tuyo no es tuyo de Helen Oyeyemi es la primer volumen de cuentos de esta autora británica de orígenes nigerianos y ha sido el texto con que el que hemos inaugurado esta nueva edición del club de lectura. Hemos podido disfrutar de múltiples cuestiones que la caracterizan como una narración singular, genuina y compleja. Y así lo han interpretado los miembros de nuestro club.

Primeramente, si algo sobresale de esta compilación de cuentos es su ruptura constante, y a todos los niveles, de diversas convenciones narrativas. Para los lectores, el recurrente deslizamiento de la prosa de Oyeyemi, su transcurrir libre, azaroso, ha supuesto, en muchos casos, un disfrute, aunque también, sin duda, un reto lector considerable. Y es que la autora fractura los principios de una narración lineal, ordenada, según patrones comunes o más tradicionales. El planteamiento de las tramas, su desarrollo y desenlace se ven constantemente horadados por bifurcaciones, digresiones, anécdotas, quiebros que obligan, como apuntaban algunos de los participantes, a una lectura activa y atenta. De hecho, se remarcó en distintos momentos de la discusión la conveniencia de leer el volumen por lo menos dos veces para poder captar toda su complejidad y hondura.

Distintos lectores percibieron afinidades entre el estilo de Oyeyemi en este volumen y las características principales de autores tan renombrados como James Joyce, William Faulkner o Alice Munro entre otros porque, no en vano, nuestra autora ha bebido de influencias modernistas y de escritores y escritoras contemporáneas con un particular gusto por los recursos que nos delinean mundos de ficción donde las fronteras se hacen quebradizas. Concretamente, durante la sesión, se comentó largamente, y en referencia a varios de los cuentos, la inclusión en todos ellos de elementos, personajes o tramas insólitos desde perspectivas que van desde lo fantástico, el realismo mágico o, incluso, en algún caso, la ciencia ficción. Aunque algún lector no percibió la cualidad insólita de tales planteamientos, considerándola una mera extensión del realismo general de las historias narradas, sí se acordó de forma casi unánime, la porosidad entre las límites de lo verosímil e inverosímil que se hace manifiesta en todas las narraciones.

Otro asunto de debate se concentró en la consideración del potencial feminismo y/o africanismo del texto de Oyeyemi. Como se había planteado en la primera sesión de esta lectura, la narradora ha rechazado a menudo ser asociada a ambas etiquetas. La lectura de Lo que no es tuyo no es tuyo puso de relieve el hecho de que la autora gusta de crear ambientes y personajes multiculturales, de identidades fluidas y ambiguas, pero que no se corresponderían, en efecto, con una influencia emanada de su cultura familiar africana sino, más bien, de su exposición al multiculturalismo en ámbitos europeos. Asimismo, se convino en que muchas de las tramas de los cuentos planteaban, sin ambages, posicionamientos de compromiso con la defensa de los derechos de la mujer y que, por tanto, el rechazo a la rúbrica del feminismo no es incompatible con su práctica efectiva en las propias narraciones.

Llamativo para muchos ha sido la inserción de motivos y estructuras y propias de los cuentos de hadas. La escritora ha manifestado en diversas ocasiones y en obras previas, su interés por este tipo de manifestaciones narrativas populares que, en este volumen, recorre de manera más o menos explícita sus cuentos y supone otro forma de disrupción de las narraciones que se atienen a formatos y modelos más tradicionales.

Si algo singulariza también este volumen, y supuso el comentario de varios de nuestros intervinientes, es la multiplicidad de planteamientos en cada uno de los cuentos: localización, temática, estilo…varían de cuento en cuento lo que posibilita sumergirnos en mundos tan diversos como originales. Pero ello no quiere decir que los relatos no guarden relación entre sí. De hecho, si algo como lectores nos resulta sugerente es cómo algunos de los personajes «saltan» de cuento en cuento, reaparecen encarnando roles distintos, demostrando que, en la vida las identidades a menudo fluctúan y se metamorfosean.

 

Esta sugerente ilustración de la cubierta de la edición española se puede asociar al vínculo que se establece en la novela con la simbología de las llaves que, en cada relato, se hacen presentes para mostrarnos las múltiples posibilidades de apertura, de paso hacia diversas opciones vitales, hacia otros mundos.

En definitiva, la obra nos permitió de disfrutar de un universo de posibilidades sinuosas, de personajes variopintos y de un planteamiento general que obliga al lector a «desprogramar», en gran medida, el acercamiento a la lectura.

Guía a la lectura: Retablo, de Marta Sanz

Por Raquel de la Varga Llamazares

Actualizada con el VÍDEO DE LA VISITA DE MARTA SANZ

Marta Sanz

La siguiente escritora que nos visita en esta edición especial del club de lectura es otra de las voces más originales y sugerentes de la narrativa española actual. Marta Sanz, que ya visitó en 2015 nuestro club de lectura  cuando leímos Daniela Astor y la caja negra, vuelve cinco años más tarde, y con galardones de la talla del Premio Herralde a sus espaldas y su consolidación como una de las autoras más innovadoras y originales en cuanto a su estilo, el ritmo de su prosa, las técnicas cinematográficas y narrativas que utiliza o en cuanto al dominio de la parodia o la autoficción. Esta vez nos adentramos en su producción en el terreno de la narrativa breve con Retablo, recientemente publicado en Páginas de espuma y en colaboración con Fernando Vicente.

Tras sus años de formación académica es licenciada en Filología Hispánica y doctora por la Universidad Complutense de Madrid comenzó su andadura novelística publicando en la editorial Destino obras como El frío (1995), Lenguas muertas (1997), Los mejores tiempos (2001, Premio Ojo Crítico de Narrativa) o Animales domésticos (2003), hasta ser finalista del Premio Nadal con Susana y los viejos (2006). La lección de anatomía, del año 2008, junto a las anteriores obras, supuso el reconocimiento y la consolidación de Marta Sanz en el panorama nacional. A partir de entonces, empezó a publicar y a reeditar en Anagrama novelas que homenajean y parodian la novela negra clásica como Black, Black, Black (2010) y Un buen detective no se casa jamás (2012), cuyo protagonista, Arturo Zarco, rompe todos los estereotipos de género en el más amplio de los sentidos: es uno de los pocos detectives de la ficción criminal homosexuales. En 2013 publicó Daniela Astor y la caja negra, y Farándula en 2015 por la que obtuvo el prestigioso Premio Herralde y Clavícula en 2017. Retablo (2019) es su primer libro formado íntegramente por cuentos.

También ha publicado tres libros de poesía en la editorial Bartleby: Perra mentirosa / Hardcore (2010), Vintage (2013, Premio de la Crítica de Madrid al mejor poemario de 2014 y Cíngulo y estrella (2015). Ha participado en numerosas antologías de relatos; editado y prologado, asimismo, volúmenes como Tsunami. Miradas feministas en sexto piso (2019), Metalingüísticos y sentimentales: antología de la poesía española (1966-2000), 50 poetas hacia el nuevo siglo (2007) y El libro de la mujer fatal (2009). Recientemente ha publicado tres ensayos breves: No tan incendiario (2014), Éramos mujeres jóvenes (2016) y Monstruas y centauras (2018).

Frecuentemente colabora en diversos medios de comunicación como el diario El País, donde semanalmente podemos disfrutar de sus artículos de opinión. Ha ejercido la docencia en instituciones superiores como la Universidad Antonio de Nebrija, y en la actualidad es profesora en escuelas de escritura. 

Su conocimiento sobre la literatura contemporánea, no solo en el ámbito de la poesía, le ha llevado a colaborar con diversas instituciones como el Círculo de Bellas artes de Madrid o la Biblioteca Nacional, donde acaba de comisariar junto a Germán Gullón la exposición dedicada Benito Pérez Galdós por el centenario de su muerte. 

 

Fernando Vicente

 

Fernando Vicente es uno de los más prestigiosos ilustradores de nuestro país que, desde los años 80, crea desde el caballete y no de forma digital las cubiertas e ilustraciones de publicaciones como Babelia, o El Cultural y una numerosa lista de portadas de libros o de carteles que se han hecho tan célebres como los de la Feria del Libro de Madrid. Retablo no es el primer volumen de la editorial Páginas de espuma que ilustra: London Calling de Juan Pedro Aparicio, Invasión y Bienvenidos a Incaland, de David Roas o Helarte de amar de Fernando Iwasaki son colaboraciones anteriores. A través de su web podemos estar al día de sus creaciones e incluso adquirir nuestras favoritas.

 

 

RETABLO

Comencemos por el título. La RAE define ‘retablo’ como:

Quizá la utilización que más no suene es la segunda, la que se refiere al retablo artístico, propio de las iglesias, que generalmente combina pintura y escultura y que se divide en dos, tres o varias partes y se sitúa tras el altar principal. Cada una de las partes de un retablo nos muestra una escena o la parte de una historia y, todas ellas, tras una lectura conjunta, nos ofrecen una imagen o una lectura más amplia o desde diferentes perspectivas de un mismo hecho. Además, cabe la pena recordar que los retablos de las iglesias permanecían gran parte del tiempo cerrados y que se habrían como un libro en determinadas ocasiones.

Calle céntrica de Malasaña

Si le quitamos la sobrecubierta al libro veremos otra ilustración diferente, que se corresponde con el fragmento central de la cubierta, donde leemos el título ‘Retablo’. Ese tipo de construcción azulejada, llamada retablo cerámico, ha sido muy frecuente en España desde hace siglos, y en el barrio de Malasaña han sido un elemento decorativo muy significativo hasta la desaparición de los comercios tradicionales.

 

El sentido paródico de la obra

En cuanto a la técnica, la primera noción y más general a la que debemos acudir es a lo que se ha denominado en el ámbito de la posmodernidad como la parodia. En este punto es necesario aclarar que no nos referimos a la parodia en un sentido humorístico o despectivo, sino como generalmente se utiliza en la en la teoría de la literatura, como sinónimo de reescritura de algún motivo, tema, género e incluso de una obra literaria existente a la que homenajea y a la vez actualiza y añade nuevos significados (de ahí que hablemos del Quijote como una parodia de los libros de caballerías y no como una simple crítica de los mismos).

Una cuestión de género

Como la producción novelística anterior de Marta Sanz evidencia, lo policíaco y la ficción criminal son uno de sus moldes preferidos y varias de sus novelas como Un buen detective no se casa jamás o Black, Black, Black son novelas policiacas que distan bastante del género al uso, ya que utiliza todos sus códigos, pero a la vez se aleja del mismo y lo subvierte. En Retablo vamos a encontrarnos dos historias muy relacionadas con la temática o el género de lo policíaco, que homenajean y parodian historias muy conocidas de la literatura anglosajona.

«Extraños en un tren (versión amarilla)»

La primera de las partes que componen el retablo, desde el propio título, manifiesta el homenaje que la sustenta, y es que Extraños en un tren es el título de la novela de Patricia Highsmith y de la película homónima de Alfred Hitchcock. En su subtítulo de ‘versión amarilla’ queda clara la intención de la autora de evidenciar que se trata de una nueva versión a modo de homenaje en la que, como es habitual en su obra, van a tener un papel muy relevante la crítica mordaz contra el paradigma políticosocial en el que se inserta, así como el humorExtraños en un tren es además de una de las más famosas novelas de corte policíaco de principios de siglo, cuyo argumento ha trascendido los límites de lo literario y de la que conocemos múltiples variantes, homenajes y reescrituras desde la célebre película de Alfred Hitchcock hasta su aparición en un capítulo de Los Simpson. La historia de dos desconocidos que se conocen en un vagón de tren y que medio de veras, medio en broma, acuerdan asesinar a sus respectivos enemigos para llevar a cabo el crimen perfecto sin sospechar de ellos, se ha convertido en un motivo célebre de la ficción criminal. Si no lo habéis hecho ya, os insistimos en que veáis una de las mejores películas de Alfred Hitchcock y de todo el cine de suspense.

El género policíaco, tras su creación, su buena aceptación y su evolución después del éxito de obras tan conocidas como Los crímenes de la calle Morgue (1841) o los numerosos volúmenes en torno a los misterios resueltos por Sherlock Holmes encontró en el cine un filón para contar a través de un lenguaje diferente las historias que ya eran todo un éxito a través de su evolución hacia la novela negra. Dado que en Retablo tiene tanta presencia el trasfondo policíaco, cabe recordar que, cronológicamente, la novela de Patricia Highsmith y su adaptación por Alfred Hitchcock distan ya del policíaco clásico y se ubican en la literatura contemporánea que muestra una preocupación mucho mayor por reflejar y ahondar en los problemas sociales de la sociedad en la que se marcan así como en la motivación del asesino, que en algunas ocasiones posee más protagonismo que el propio detective, o que logra que el  lector empatice con su circunstancia muy por encima del primigenio afán de descubrir sencillamente quien había cometido el asesinato. 

«Jaboncillos Dos de mayo»

«Jaboncillos Dos de mayo», la segunda pieza del retablo, posee otro referente literario claro: uno de los cuentos más canónicos y a la vez truculentos de la literatura finisecular anglosajona,  «Aceite de perro», de Ambrose Bierce. El narrador de esta célebre historia se retrotrae hasta su niñez y nos cuenta cómo su familia sobrevive gracias a las dudosamente lícitas actividades mercantiles de sus padres: deshacerse de bebés recién nacidos no deseados y la elaboración de aceites a partir de grasa de perro. Para quien nunca se haya enfrentado con este cuento, tan lleno de sordidez como de humor, os lo enlazamos ya que su lectura no tiene desperdicio. Además, nos puede traer a la mente otras obras literarias (o adaptaciones cinematográficas) como El perfume de Patrick Süskind o a un personaje folclórico como el sacamantecas.

La gentrificación como telón de fondo

En las numerosas entrevistas realizadas a Marta Sanz a colación de Retablo, ha salido a la palestra el término gentrificación, que se ha adoptado del inglés y que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua aún no recoge pero cuyo uso se encuentra en aumento, como señala la Fundeu, que lo define como el proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor.

Malasaña, uno de los barrios más populares y concurridos de Madrid en la actualidad, ha cambiado de forma radical no solo en comparación con un siglo atrás (cuando se llamaba Maravillas o Universidad), sino que su punto neurálgico, la Plaza del Dos de Mayo, es un emblema que va cambiando de identidad con el paso de las décadas. En los años posteriores al fin de la Guerra Civil se colocó la estatua de los héroes Daoiz y Velarde tal y como permanece en la actualidad (sin las espadas).

Plaza Dos de Mayo

Ilustración de Fernando Vicente en Retablo

Sin embargo, desde la Transición hasta la actualidad, especialmente después de la movida en los 80 que tuvo Malasaña como sede, el aspecto y el mundo comercial han cambiado radicalmente. De la tradición artesanal y los comercios que están dando sus últimos coletazos hemos pasado a percibir Malasaña como un barrio absolutamente ‘hipster’. Para los más jóvenes socios del club quizá no sea algo que llame la atención porque siempre han conocido Malasaña con su actual estética. Sin embargo, este fenómeno no es solo exclusivo de la capital, aunque sí donde se manifiesta en extremo. En nuestra pequeña capital de provincias, el comercio tradicional en barrios que ahora parecen muertos durante el día, como «el húmedo», otrora presentaba un aspecto completamente diferente, lleno de vida, de comercios de ropa y alimentación de los que ya solamente resiste una zapatería como emblema —como Casa Labrador—. Eso sí, los locales, sobre todo bares y restaurantes, con aire retro, hipster, boho, veggie, etc. cada vez tienen más presencia vayamos a donde vayamos. La diferencia, sin embargo, es abismal, ya que solamente podemos hablar de verdadera gentrificación en Madrid ya que, poro desgracia, en nuestras pequeñas ciudades no ha habido un relevo generalizado sino que, simplemente, el comercio ha desaparecido. 

De esta «invasión hispter» se lleva hablando desde hace años, de hecho, en 2016 se publicó un volumen titulado First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades que analiza este proceso en dos barrios de Madrid, del que extraemos una cita que, sin duda, recordaréis después de leer Retablo: «Cuando aparece el primer muffin ya podríamos decir que estamos al 75% del proceso de gentrificación. Las cuatro fases son degradación, estigmatización, resignificación y mercantilización. El cupcake pertenece a algún punto entre la resignificación y la mercantilización». Os dejamos enlazados algún artículo de opinión en prensa, un tablero de Pinterest o, sencillamente, los resultados de la búsqueda ‘gentrificación madrid malasaña’ en Google. La polémica está servida.

Ilustración de Fernando Vicente en Retablo

Preguntas de guía a la lectura

El título, ¿qué relación crees que tiene con la obra?

Respecto a «Extraños en un tren. Versión amarilla», ¿crees que se entiende al mismo nivel sin haber leído la novela / visto la película?, ¿qué diferencias encuentras con la/s versión/es original/es?

Respecto a los personajes, y en relación con otros libros o películas del género que hayas visto… ¿empatizas con la figura del detective o del asesino?

Sobre las ilustraciones, ¿qué te parece que aportan al texto?, ¿nos cuenta algo su disposición fragmentada?

El humor (o humor negro) es un rasgo que despunta en algunos pasajes, perfectamente compatible con el tono trágico o paródico, ¿te ha llamado la atención (o te ha hecho reír algún episodio en especial?

Guía a la lectura: Anatomía sensible, de Andrés Neuman

Por Raquel de la Varga Llamazares

Actualizado con el VÍDEO DE LA VISITA DE ANDRÉS NEUMAN

 

El autor

Ni español, ni argentino. Ciudadano y lector de sustancia híbrida, nacido en Buenos Aires y residente en Granada desde los dieciocho, Andrés Neuman se ha convertido en una de las voces narrativas jóvenes más brillantes del panorama de las letras en español de las últimas dos décadas.
Con solo veintidós años publicó su primera novela —Bariloche (finalista del premio Herralde, Anagrama, 1999)—, a la que siguieron otras como La vida en las ventanas (Espasa, 2002), Una vez Argentina (Anagrama, Finalista del premio Herralde, 2003), El viajero del siglo (Alfaguara, Premio Alfaguara, Premio Tormenta y Premio de la Crítica, finalista del Premio Rómulo Gallegos, 2009), Hablar solos (Alfaguara, 2012) y Fractura (Alfaguara, 2018). Su narrativa más extensa transita territorios tan dispares como la ficción autobiográfica y la historia reciente de Argentina, la Europa del Romanticismo entre amor y música o las cicatrices corporales e históricas de un superviviente a las bombas atómicas que vive la explosión de Fukushima.
Su interés por los entresijos literarios, además de desde el punto de vista más académico, que desarrolló como investigador y docente en la Universidad de Granada, se traduce en una contínua voluntad metaficcional que ha volcado especialmente en la narrativa breve. Sus cuentos, entremezclados o hibridados con la poesía, están igualmente contagiados por un espíritu ensayístico, lo que los sitúa en un terreno fronterizo con la poesía o el aforismo, constituyendo el propio texto literario un desafío o un tratado teórico contra los géneros literarios. El que espera (Anagrama, 2000), El último minuto (Espasa, 2001), Alumbramiento (Páginas de Espuma, 2006), Hacerse el muerto (Páginas de Espuma, 2011) y el recientemente publicado Anatomía sensible (Páginas de Espuma, 2019), que nos reúne aquí, componen gran parte de la nómina de su narrativa breve.

En el campo de la ficción hiperbreve no solamente ha aportado como autor, sino que su interés por la definición y los límites del micrrorrelato han llegado hasta el plano teórico. De ello también se deriva como consecuencia que en sus libros de cuentos se incluyan apéndices teóricos sobre el género, o que haya coordinado antologías como Pequeñas Resistencias (vol. 5, Páginas de espuma). Entre lo académico, la libertad creadora y lo divulgativo, su blog Microrréplicas ha sido durante la última década uno de los espacios digitales más interesantes dedicados al microrrelato.
A medio camino entre el microrrelato y el poema, ha cultivado también la escritura de aforismos que se pueden encontrar en El equilibrista (Acantilado, 2005), Caso de duda (Cuadernos del vigía, 2016), Barbarismos (Páginas de Espuma, 2014). Ha publicado y traducido otras obras, como por ejemplo el libro de viajes Cómo viajar sin ver (Alfaguara, 2010).
Como poeta ha publicado Métodos de la noche (Hiperión, 1998), El jugador de billar (Pre-Textos, 2000), El tobogán (Hiperión, 2002, Premio Hiperión), La canción del antílope (Pre-Textos, 2003), Mística abajo (Acantilado, 2008), Gotas negras (Plurabelle, 2003), Sonetos del extraño (Cuadernos del Vigía, 2007), poemarios todos ellos antologizados en Década. Poesía 1997-2007 (Acantilado, 2008), recopilación a la que se suman otras como el libro-disco Alguien al otro lado (La Veleta, 2011), Vendaval de bolsillo (Almadía, 2014), Patio de locos (Estruendomudo, 2011) y No sé por qué (Ediciones del Dock, 2012). Su último poemario es Vivir de oído (Almadía, 2017).

 

Anatomía sensible

En la primera lectura de esta edición especial del club nos adentramos en un territorio fronterizo que no habíamos transitado anteriormente en lo que a géneros literarios se refiere. Lo primero que debemos tener en cuenta al enfrentarnos a Anatomía sensible es que hay que dejar de lado el frecuente afán que tenemos como lectores de poder ponerle una etiqueta o saber con exactitud qué es eso que vamos a leer. Este volumen está compuesto por textos narrativos breves que, por extensión, podrían tildarse de cuentos; sin embargo, no poseen argumento, ni tiempo, ni espacio ni personajes: pertenecen a la categoría de los textos literarios que por su rupturismo y su hibridación no tienen nombre. Andrés Neuman, como teórico y como creador, ha sabido trascender las normas y, por ello, uno de sus cualidades más destacadas como escritor es su ficción inclasificable, fragmentada y profundamente poética.

Anatomía sensible es esencialmente un viaje y una oda por y para el cuerpo. Basta con conocer la anécdota sobre cómo surgió la chispa del libro para entender el origen de ese viaje. Numerosas reseñas o noticias se hacen eco: en un determinado momento del año 2018, Andrés Neuman decidió buscar en Google Imágenes la palabra ‘belleza’ —y ahora recordad que el objeto máximo al que ha aspirado siempre el arte y uno de los mayores intentos de la filosofía y la metafísica ha sido precisamente la definición o la mímesis de la misma—.  Si ahora tú también has hecho la búsqueda te habrás sorprendido de la idea tan canónica que los algoritmos de Google, basados en las búsquedas de internautas. En el caso de Neuman aparecieron 98 fotos de mujeres occidentales (97 de ellas jóvenes), una imagen de una pareja y otra de un bebé. En la actualidad encontramos esporádicamente alguna variante racial y alguna sorpresa como Nietzsche o el actor Jake Gyllenhaal. Así, el afán rupturista con los géneros se traslada al propio contenido, ya que en «cada uno de sus capítulos se rebela contra el hedonismo de la cultura del Photoshop. En tiempos de retoque compulsivo y poses digitales, acaso sea la hora de releer nuestro cuerpo para recuperarlo. Todos los cuerpos son bienvenidos aquí«, reza la contraportada.

Ilustración de Aitch

No todas, pero sí varias partes del cuerpo humano han sido tópico y lugar común, repetidamente visitados en todos los tiempos: desde la atención en la Antigüedad al talón de Aquiles, hasta los numerosos (hasta la saciedad) cabellos dorados de los ideales de belleza femeninos que, cuando pasaron a ser oscuros o cobrizos, seguían empañados por la idealización de poetas y pintores del momento. Hoy, más que nunca, la atención que se le presta al cuerpo ha adquirido dimensiones y se sujeta a cánones que, en un recorrido inversamente proporcional a la modernidad de los tiempos, esclavizan más que liberan. Tanto a las ya visitadas zonas como a las muchas otras que han quedado invisibilizadas en nuestro concepto social de belleza, Andrés Neuman las revisita con unas gafas nuevas que incorporan el filtro de lo poético, lo político, lo metaliterario y lo humorístico.

Cada uno de los capítulos o cuentos está dedicado a uno de nuestros órganos o miembros. «Revoluciones del cabello», «Una vagina propia», «El talón y la intemperie», «Reprobación del brazo y alabanza del codo», «Matiz del ano» o «El ojo como déspota ilustrado», desde sus propios títulos, nos avanzan la intertextualidad o la ironía desde la que Neuman se instala para cuestionar dogmas, creencias y prejuicios que acarreamos y transmitimos de siglo en siglo y de generación y generación, desdeñando nuestro propio cuerpo y relegando toda identidad a su apariencia.

Tanto la forma como el contenido están directamente relacionados, ya que la mezcla de códigos, de géneros y de registros es, al igual que hace con las partes del cuerpo, algo subversivo. Respecto al estilo, como en todas las obras de Neuman, hay un trasfondo poético que, además de en el ritmo, está en fondo de cada texto, demostrado en la búsqueda de la esencialidad y en la manera de examinar las cosas del mundo.

En la forma de contar detectamos ciertas formas narrativas que recuerdan (cuando no están muy próximas) al aforismo y especialmente a la greguería. El humor, tan propio del autor argentino, unido a la creación de metáforas y símbolos, tratando de explicar o definir ideas o partes del cuerpo, no solo retoma el espíritu de Gómez de la Serna sino que además crea nuevos sentidos. Es por ello que, aunque se trate de una obra corta en extensión, posee tantas capas de lectura que recomendamos firmemente una segunda o tercera lectura para captar los matices o mensajes que, en un primer acercamiento, se nos pueden escapar. Las referencias, frases hechas o a obras y lemas de todo tipo plagan los textos de Neuman, por lo que la parodia en su acepción posmoderna enriquece notablemente la lectura.  Os adelantamos un ejemplo de uno de los innumerables fragmentos en los que hallamos una mezcla entre belleza formal, intertextualidad, denuncia y humor. Pertenece a «Panfleto de la nalga»:

Poetas, activistas y peatones levantan al unísono su voz: sin exceso no hay bellezas ni verdades. Merecemos la carne de la realidad. Por eso protestamos ante la disminución impuesta por la alta costura, la más baja de todas. La austeridad física es otro imperialismo, el capital engorda adelgazándonos. Combatamos la opresión de la curva trabajadora. Nalgones del mundo, uníos.

Patricia Esteban Erlés ha escrito una magnífica reseña en Zenda de Anatomía sensible, titulada «El dios del cuerpo», que os recomendamos leer tanto previamente como tras la lectura del libro de Neuman. Pero sobre todo os queremos recomendar la entrevista que también en Zenda le hicieron a Andrés Neuman, en la que él mismo explica todas las claves de la obra y las incógnitas que nos pueden quedar tras su lectura. Y por eso mismo os recomendamos encarecidamente que la leáis… PERO DESPUÉS DE LEER EL LIBRO, para no robaros a vosotros mismos el extrañamiento y la reflexión que suscita.

El pasado año Neuman visitó las Jornadas de la RIUL y nos recitó uno de sus poemas…   a partir del minuto 51.

Como siempre, cerramos nuestra guía con unas preguntas que no son más que eso, «preguntas trampa» que nos dirigen hacia aspectos más importantes de la obra, antes y después de su lectura.

¿A qué género literario dirías que pertenece Anatomía sensible y por qué?

¿Cuál es el capítulo/parte del cuerpo que más te ha gustado y por qué?

¿Has subrayado alguna cita que te ha llamado mucho la atención? ¿por qué?

Sobre la imagen de la portada, ¿de qué crees que se trata o qué te sugiere?

Cuando comenzamos a leer un libro es bastante habitual que las citas iniciales no nos digan nada o no las comprendamos, aunque tengan una relación directa con la obra. Cuando volvemos a ellas, acabado el libro, cobran un enorme significado. Las citas que abren Anatomía sensible, ¿por qué crees que las ha elegido el autor y qué quieren decir?

Con los títulos de los capítulos ocurre algo parecido. Con frecuencia son incluso necesarios para entender los textos. En la mayoría de los títulos de Anatomía sensible hay sátira e intertextualidad. Elige el que más te haya gustado o transmitido (o hecho reír) para comentarlo en el coloquio.

En este especial viaje la última parada es el alma. ¿Qué te ha parecido este capítulo?, ¿Por qué forma parte del cuerpo?

Después de terminar el libro, ¿cómo te sientes?, ¿ha cambiado algo en tu cuerpo o en tu forma de mirarlo?

 

 

Antonio Pereira y 23 lectores cómplices: Coloquio de los socios.

En la última sesión nos reunimos para debatir en torno a Antonio Pereira y 23 lectores cómplices, una de las obras que parece haber gustado más y que ha animado no solo a socios a acercarse hasta la Biblioteca San Isidoro.

Lo primero que se resaltó fue la modernidad de sus tramas, lejos de lo que se suele pensar. “El ingeniero Démencour” no solo gustó sino que encantó a varios socios, al sorprenderse dejándose llevar por el narrador y personaje que encarna el machismo inherente a nuestros constructos culturales. El erotismo (no solamente el de este cuento) ha llamado -y mucho- la atención, especialmente la de aquellos que han vivido una época en que la falta de libertad respecto a la sexualidad condicionó la educación sentimental de varias generaciones. Como le ocurre al protagonista de “Una ventana a la carretera”, descubrir su propia sexualidad y sus dimensiones afectivas se convierte en una ventana que da acceso a un mundo que desconocía por completo: una ventana a la carretera del mundo. “En palabras, palabras para una rusa» ese erotismo se lleva al extremo, siendo uno de los cuento que más ha gustado y que más sugiere, tras el humor compatible con otras sensaciones.

Otro de los cuentos que ha llamado mucho la atención por la caracterización que hace de sus personajes, así como la postura del autor ante el cuento es «El toque de obispo», uno de sus cuentos más célebres del autor villafranquino. Las anécdotas sobre las que se construyen sus relatos son mucho más que eso: tras el «oficio de mirar» del autor, capaz de percibir la esencia de las cosas, a partir de un pequeño fragmento de la realidad, a la manera borgeana, se puede reconstruir todo un universo elidido. El cuento titulado “El gobernador”, a partir de un viaje en coche y una anécdota cercana al chascarrillo es capaz de representar, como señaló José Antonio, todo el funcionamiento de la dictadura franquista. Las pinceladas, breves pero esenciales con las que dibuja a sus personajes les dotan de corporeidad y humanidad con unas pocas palabras. Esa capacidad de generar la sugerencia distingue al cuento literario contemporáneo de otras manifestaciones literarias, caracterizando la escritura de autores como Pereira, quien llevó la sugerencia y la dosificación de la información a cotas muy elevadas. Es por ello que aún hoy discutimos sobre las motivaciones de personajes como la abuela Társila en el cuento “Obdulia, un cuento cruel”, que lejos de ser tan rígida como en apariencia se presenta, encierra en sí misma un mundo en torno al duelo y a las convenciones sociales sobre la muerte, que a través de las camelias del cuento logran la excelencia, hasta el punto de que el propio autor declaró que se trataba de su cuento favorito. 

El poso amargo de algunos cuentos como “Obdulia, un cuento cruel”, que en la mayoría de los textos se manifiesta como telón de fondo en forma de melancolía, deja paso, sin embargo, al optimismo a través de personajes como los protagonistas de “La enfermedad”, que desde la desesperación y la exclusión acometen el mayor acto de rebeldía y transgresión a través del amor.

Antonio Pereira ha gustado mucho ya que, en definitiva, como nos recordó nuestro compañero Eugenio a través de las palabras de Antonio Muñoz Molina, publicadas hace solo unos días en el suplemento Babelia a colación de las novelas de Galdós:

Un rasgo de los mejores libros es que al volver a ellos siempre son mejores de lo que uno recordaba: más verdaderos, más sorprendentes, más desmedidos unas veces y otras más lacónicos, más ricos en esos pormenores de observación que son lo primero que se olvida después de la lectura. Es falso que uno recuerde bien los libros. La memoria de lo leído es más frágil todavía que la de lo vivido. La memoria es un reseñista distraído que repite ideas rutinarias y que finge saber mucho más de lo que sabe. Los mejores libros uno vuelve a abrirlos con suficiencia y de pronto le estallan entre las manos. Y la admiración antigua que lo llevó a uno a regresar a ellos se convierte en asombro, en remordimiento por no haber sabido recordar bien.

Qué duda cabe de que Pereira es una patria a la que volver, que siempre nos recibirá con los brazos abiertos, y, lo que es más importante, permanecerá siempre ante una nueva mirada colmada de cosas nuevas para darnos.

Antonio Pereira y 23 lectores cómplices: guía a la lectura

Por Raquel de la Varga Llamazares

A continuación veremos unas pinceladas de algunos de los rasgos más destacados que Natalia Álvarez Méndez y Ángeles Encinar señalan con mucha inteligencia en el prólogo de Antonio Pereira y 23 lectores cómplices. Esta antología pone el foco en la admiración que gran parte de la nómina de narradores jóvenes españoles sienten por el maestro Pereira a partir de los comentarios a sus cuentos que cada uno ha elegido. José María Merino, Soledad Puértolas, Patricia Esteban Erlés, Eloy Tizón, etc., son solo algunos de ellos.

Aunque en vida obtuvo reconocimientos literarios tan importantes como el Premio Fastenrath de la Real Academia Española o el Premio Leopoldo Alas, la selección para el Nadal así como el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de León o el Premio Castilla y León de las Letras, entre muchos otros a su poesía, nos sigue pareciendo que la atención que ha tenido por parte de los lectores es insuficiente. La humildad con la que trató su propia obra puede que sea una de las principales causas de su olvidó en nuestra ciudad. Especialmente son muchos los amigos y lectores que lo recuerdan y lo reivindican, pero aún falta una reivindicación de su calidad literaria, algo que no tiene nada que ver con la admiración y el respeto personal que todos los que lo conocieron muestran hacia su figura. 

El cuento literario español, aunque olvidado en las historias y manuales de la literatura española, vivió su auge de manera paralela al auge del cuento de Antonio Pereira durante los años 90, especialmente en revistas dedicadas a este género como Ínsula o Lucanor, publicaciones en las que muchos de sus relatos vieron la luz. En numerosas ocasiones, sus cuentos fueron fruto de artículos y análisis de teóricos tan importantes sobre el cuento cOmo Fernando Valls, José Luis Martín Nogales o la propia Ángeles Encinar, que incluyó en su Antología de cuento español contemporáneo de la editorial Cátedra «La barbera alemana» como texto representante de la generación del medio siglo. El hecho de que tanto Ángeles Encinar —una de las estudiosas más importantes sobre cuento español contemporáneo y actual— como Natalia Álvarez Méndez —quién ha dedicado gran parte de su investigación a la narrativa de autores leoneses— así como la nómina de grandes y reconocidos narradores, jóvenes y ya consolidados dedique una edición comentada a los cuentos de Pereira nos da una idea de que una década después de su muerte sigue suscitando un gran interés tanto para la crítica como para los escritores generacionalmente posteriores, a quienes ha influido y quienes lo reconocen como un escritor relevante para su propia obra. 

Este formato nos permite, primeramente, leer y conocer a escritores del panorama actual que, conozcamos o no, estaremos leyendo, aunque en su sentido más personal. Especialmente para los socios del club resultará llamativo leer las impresiones de autores como Lara Moreno, Ricardo Menéndez Salmón o David Roas, a quienes nos hemos acercado en otras ocasiones, mostrando su admiración por temas o géneros que en nada relacionábamos con ellos. Pero fundamentalmente lo que nos permite es ampliar nuestras perspectivas sobre la significación de los cuentos. Cuatro ojos siempre ven más que dos, y por lo tanto, sus interpretaciones nos pueden ayudar a comprender y a ver aristas que permanecían ocultas para nosotros.

 

Sobre el autor y su obra

AFIRMACIÓN DE VECINDAD

Soy de una tierra fría, pero hermosa.
Aquí la nieve, la esperanza helada
de que se alumbre cada madrugada
el destino difícil de la rosa.
Y me basta. Me basta si esta rosa
que al fin ha de nacer inmaculada
se la puedo decir a quien me agrada,
a quien conmigo va; y en mí reposa.
Queden en el dorado mediodía
la pronta floración bajo otros cielos
y los mares de lunas navegables…
Yo, con vosotros. Dando cada día
testimonio de cómo entre los hielos
abre el amor sus minas imborrables.

En este poema titulado “Afirmación de vecindad”, soneto originalmente publicado  en su poemario El regreso (1964) y especialmente en su último terceto,  encontramos toda la esencia humana y literaria sobre la que se sostiene toda la obra de Antonio Pereira. “Yo, con vosotros”, el verso que representa el profundo humanismo que demostró no solamente en la poesía, sino también en la novela, el cuento o el artículo periodístico, los varios géneros que cultivó a lo largo de su vida. Como sabemos gracias a entrevistas, Antonio Pereira siempre quiso ser fundamentalmente poeta, y sin embargo, en el terreno lírico no fue todo lo innovador que sí que resultó en el cuento, convirtiéndose en uno de los más insignes  y mejores cuentistas en lengua castellana del siglo XX

El 13 de junio de 1923 nació Antonio Pereira en Villafranca del Bierzo.  Su origen familiar entre el comercio y el mundo del hierro así como su esencia Villafranquina no lo abandonarían nunca. Como reza el propio título de uno de los mejores relatos de su volumen publicado en el año 2000 Cuentos de la Cábila siempre llevo por insignia su origen humilde, enorgulleciéndose de ser “un chico de la cabila”. Además de las tardes que pasó de niño en la imprenta de su tío en contacto con los libros, son otros dos los hechos que condicionaron su particular inclinación por las letras: primeramente el haber podido acudir como alumno a la escuela de Manolo Santín, y en segundo lugar, el haber sido un niño miope, apartado de los juegos violentos de los otros niños, condicionado a apartarse para desarrollar una lectura solitaria. 

ESE NIÑO QUE MIRO Y QUE ME MIRA

[…]

Repliego la mirada hacia mi hondura
y es un niño sin voz lo que contemplo.
Torpe para nadar, le duele el agua.
Torpe para los saltos y los juegos.
-Torpe, torpe…-le dicen.
Y él me mira.
Tiembla una luz delgada entre sus dedos.
Nunca se alzó bastante hasta los nidos.
Torpe, si no era en alcanzar los sueños.
Agua miope y dulce va a sus ojos.
Yo me conozco naufragando en ellos.
(Situaciones de ánimo, 1962)

El profundo autobiografismo que caracteriza a su obra, más como juego entre él y el lector que como un mero mecanismo de verosimilitud, es uno de los rasgos más destacados especialmente en la cuentística; de ahí que el mundo comercial así como las circunstancias históricas entre la Segunda República la Guerra Civil el franquismo o la transición, la vida y las tertulias literarias de las que participaría en su madurez hayan sido el telón de fondo de sus cuentos, muy reconocible especialmente para los lectores leoneses y amigos. Es por ello también qué Villafranca del Bierzo, Lugo, León, o Madrid sean las localidades y los referentes reales en los que se localizan gran parte de sus historias desde la niñez. Por ejemplo, Cuentos de la Cábila, refleja las principales vivencias personales y colectivas de sus primeros años como un niño de la guerra y las consecuencias que esta tuvo en un pequeño pueblo como Villafranca del Bierzo. Las circunstancias vitales le llevaron a continuar con la estela familiar y el negocio de ferretería de su padre, incluso con la oposición de maestro nacional aprobada, y es que su primer empleo fue el de viajante de comercio, profesión que, por cierto, desempeñan varios de sus personajes. 

A los 28 años se casó con la que sería su mujer hasta el día de su muerte y la inspiradora de textos tan conocidos como el poema «Úrsula ciudad» o el cuento titulado «El síndrome de Estocolmo». Una vez afincados en León y tras la prosperidad del negocio que les permitiría  vivir holgadamente, se dedicaron a viajar a países cercanos como Francia o Portugal así como a otros como Rusia, Jordania, Israel, Puerto Rico o Brasil, lo que alimentaría su cosmopolitismo literario. Sin embargo, como buen homo viator para él la vida es un viaje, viaje que no tiene sentido sin la idea del regreso, por eso se convierte este en un motivo literario omnipresente en su literatura.

En los años 60  comenzaron a vivir entre León y Madrid, dedicándose de lleno a la vida literaria. No quiere decir esto que la concepción de la literatura que mostró Antonio Pereira fuese la habitual, sino que se dedicó a leer y a conocer a escritores, a participar en tertulias literarias, pero sobre todo para escribir lo que quiso y de la manera en la que el quiso, algo que especialmente sus cuentos ponen de manifiesto y es que, aunque se le considera integrante de la Generación de los 50 o también llamada del medio siglo, a cuyas motivaciones responde su obra, lo hizo siempre más allá de dictados o de modas literarias. Siempre se suele decir que, aunque partan de anécdotas cotidianas, sus cuentos no son especialmente fáciles, sobre todo si tenemos en cuenta la ironía o el humor que solamente un lector avezado sabrá interpretar. Pedro Ugarte, en su comentario dentro de Antonio Pereira y 23 lectores cómplices, se refiere a esa dificultad propia de autores como Pereira o Chejov, escritores de cuentos en los que parece que no pasara nada, cuentos con final abierto. Esos cuentos «donde no ocurre nada son cuentos fatales». Como el propio autor manifestó en el prefacio a su antología titulada Cuentos para lectores cómplices (1989), en un guiño a Julio Cortázar, lo que escribía no estaba pensado para una mayoría, sino para los lectores que estuviesen dispuestos a entrar en su juego literario.

Como hijo de su tiempo, tras su primer libro de cuentos Una ventana a la carretera (1967), ambientado mayoritariamente en el mundo rural de provincias, participo en los años 70 del afán experimentalista, especialmente imbuido —más que por los españoles como Benet o Martín Santos— por los escritores hispanoamericanos por los que siempre demostró una profunda admiración, como Cortázar o especialmente Jorge Luis Borges. Una muestra muy evidente de ello es el cuento titulado «Las erotecas infinitas», así como el relato que da título al volumen del que del que ambos forman parte, un texto injustamente olvidado dentro de su producción cuentística: «El ingeniero Balboa«. 

Otro aspecto que no hay que perder de vista es que, especialmente desde niño, quiso ser periodista, como le dijo al entonces director del Diario de León Filemón de la Cuesta en el año 1936, con solamente 13 años, pidiéndole el carnet de periodista. A lo largo de su vida escribiría en prensa artículos de opinión entre los que destaca la colaboración con el diario La Vanguardia  a través de la columna de opinión titulada «Oficio de mirar». Este rótulo, elegido en numerosas ocasiones como título (en artículos, publicaciones, tesis doctorales o en el recientemente publicado volumen que contiene sus diarios) resume uno de los aspectos más destacados de su poética. Ese oficio de mirar nos remite a la observación directa de la vida, de los hechos en apariencia más sencillos y cotidianos, casi anecdóticos, de los que parten mucho desde sus cuentos. Pero esto no debe llevarnos a engaño porque es precisamente a través de su mirada humanizadora y profunda, por lo que a partir una anécdota es capaz de recrear una historia de profundo calado cómo lo es, por ejemplo, «La enfermedad».

Como a tantos otros autores de su generación, a Antonio Pereira se le ha definido por su escritura realista, en ocasiones mal tachada de costumbrista, lo cual no es incompatible con el cultivo de la literatura no mimética, un aspecto qué ha pasado desapercibido en los análisis de su obra, y que sin embargo destaca en algunos de sus cuentos («El señor de los viernes» y «Teoría y práctica de las islas»).

Como ya se ha adelantado, el humor, un humor muy fino, a veces próximo al humor negro, caracteriza a toda su obra cuentística, en la que encontrar un texto que participe de un tono verdaderamente dramático es algo excepcional. Por muy dramático que pueda resultar el fondo argumental siempre hay humor (algo que demuestran cuentos como «Obdulia, un cuento cruel» o «El gobernador»). Ese humor es especialmente Cervantino, a través del cual nunca juzga a sus personajes, y que es consecuencia directa de la forma humanista en que trata a sus personajes, y que es lo que convierte a cuántos cómo «Obdulia, un cuento cruel» en una verdadera obra de arte. El humor suele ir también acompañado de una importante carga de erotismo sin caer nunca en lo chabacano, y cuya utilización nos transmite las carencias de una educación sentimental que condicionó o a quienes se educaron en la posguerra, la transición o el franquismo, desde «Una ventana a la carretera» de 1967, pasando por «El ingeniero Démencour» pasando por «Cuadros para una exposición» o «Así empezó Lourido» o «El hilo de la cometa».

La literatura se convierte protagonista dentro de la literatura a través de diferentes recursos y temáticas, por lo que es habitual encontrar en sus cuentos a personajes lectores, escritores, editores, etcétera, que le sirven como reflexión metaliteraria. Algunos de sus cuentos nos dan una visión concreta puesta en práctica de las ideas literarias del autor con mucha más intensidad de la que mostró en su propia teoría poética, especialmente en entrevistas, o en el ya celebre decálogo para cuentistas que quiso realizar siguiendo la línea  de Horacio Quiroga o Julio Cortázar. «Palabras, palabras para una rusa» es uno de sus cuentos más conocidos, y uno de los cuentos favoritos de quiénes tuvieron la suerte de escuchar al propio Antonio Pereira leerlo. Sin embargo, solemos quedarnos con su contenido más humorístico olvidando la profunda carga en torno al valor y al poder de las palabras. «Picassos en el desván», «Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos», «Sesenta y cuatro caballos», «El toque de obispo» y su último cuento publicado en vida, «Bradomín», son todos ellos magníficos textos que se sustentan en las reflexiones acerca de la propia literatura. Alguno de ellos es además la demostración de que Antonio Pereira no solo fue un maestro del cuento, sino que también se adelantó al auge del género del microrrelato

Con el paso de las décadas su trayectoria como cuentista se fue afianzando, publicando volúmenes de relatos que han pasado a la historia como Los brazos de la i griega (1982), Picassos en el desván (1991)  o Las ciudades de Poniente (1994). Tras su consolidación en los años 90, publicó dos libros de relatos Cuentos de la Cábila y La divisa en la torre, ya en la década de los 2000. Especialmente este último ha pasado bastante desapercibido tanto para la crítica como para los lectores.

Desde antes de su muerte se preocupó por legar gran parte de su biblioteca así como el legado de su obra a través de la creación de la fundación que lleva su nombre, en la que podemos encontrar mucho material sobre su figura, un gran fondo bibliográfico así como un repositorio institucional (Cábila) en el que acceder a todo lo referente a su obra y a su figura literaria.

Vídeos de entrevistas a Antonio Pereira

 

Reliquias, de Ana Martínez Castillo. Coloquio

La segunda sesión del club de lectura destinada a analizar Reliquias, primer volumen de cuentos de Ana Martínez Castillo, nos ha permitido reflexionar sobre las sensaciones que han generado las composiciones que lo integran. Hemos empezado el coloquio hablando de la estructura tripartita del libro y los nexos temáticos que existen entre los relatos agrupados en una misma sección. Fueron varios los socios que pusieron de relieve que la primera sección, «Ecos», remitía al lector al contacto con el pasado y lo fantasmal, pues los textos resaltaban la vinculación con lo antiguo. Asimismo, se apuntó que la segunda sección, «Reflejos», permitía «vernos reflejados» en los miedos que articulaban los relatos, empatizando mucho con los personajes. En esta parte, los miedos son más cotidianos y las situaciones tienden a participar de la órbita de lo ridículo y absurdo. Finalmente, todos los socios señalaron que en la última sección, «Descenso», se podía apreciar mejor la temática común los relatos. En este sentido, se apuntó la relevancia del inframundo y el más allá como ejes articuladores, así como la presencia continuada del componente religioso.

Una vez abordada la estructura general del libro, empezamos a compartir nuestras opiniones sobre los relatos. Incidimos en las diversas vertientes del miedo que coexistían en la obra. Se mencionó el uso del terror salvaje en «El nido», el relato que más pavor suscitó entre los lectores por su crudeza, el terror macabro que impregnaba la trama de la mayor parte de los relatos y también el empleo puntual de un terror con marcadas dosis de ironía.

Santa Muerte, Laurie Lipton

Sin duda, el relato que más gustó entre el público fue el que da comienzo al universo tenebroso trazado por Martínez Castillo, «Reliquias». Se detallaron las características de ese mundo distópico que desecha lo antiguo y trata de eludir la experiencia del duelo y cualquier tipo de pensamiento acerca de la muerte, por considerar que puede contaminar las mentes de los ciudadanos. Muchos comentarios profundizaron en la caracterización de la Marquesa, personaje que funciona como antiheroína, y en los propósitos de la Hermandad que funda, sin olvidar los homenajes que la ficción guarda con otras composiciones admonitorias ni el papel que desempeñan el resto de personajes, debatiendo incluso el motivo que llevo a la autora a concederles el nombre propio que tienen. «Más allá» fue un relato que también acaparó nuestra atención, puesto que en él el otro mundo aparece concebido como un auténtico lugar de recreación al alcance de todos los ciudadanos, un parque temático que permite a sus clientes visitar a sus muertos más queridos, tratando de mitigan el dolor ante la pérdida. A través del análisis de este texto, varios socios se percataron también del poder subversivo que alberga lo insólito, al poner en primer plano y ofrecer una crítica de elementos inherentes de nuestra sociedad.

Otros aspectos que generaron diálogo fueron los siguientes: el ritmo de la prosa, la variedad de narradores, la técnica o descripción cinematográfica de muchos pasajes y la capacidad de la autora para fusionar variadas referencias literarias del ámbito no realista, principalmente. Respecto al primer aspecto, los socios indicaron que se apreciaba la influencia de la faceta poética de la autora en varios relatos —especialmente en «Reliquias»— si bien ese estilo se va modificando a lo largo del libro, derivando en frases cortas de gran contundencia en la segunda mitad del volumen. Por lo que se refiere a la variedad de narradores y la técnica cinematográfica, se indicó la capacidad creativa de la autora para introducirnos de lleno en el ambiente recreado y empatizar desde las primeras líneas con los personajes. En este sentido, muchos coincidían en cómo se identifica el lector con la madre en las páginas iniciales de «El nido» y en el modo en que, a medida que avanza el argumento, se logra focalizar la atención en la desvalida hija, generando una sensación de indignación y repulsión hacia la actitud de la progenitora. Finalmente, se repasaron algunos de los guiños literarios con los que la autora juega a lo largo del volumen. Todos los socios remarcaron la originalidad alcanzada por Martínez Castillo en «Paciencia», donde se logra una estupenda vuelta de tuerca en relación al cuento de «Caperucita roja». No obstante, coincidimos en señalar que habría más referencias que se nos habrían pasado por alto y que quizás la autora concretaría durante su visita. Ese es uno de los múltiples motivos por los que esperamos impacientes su llegada a nuestro club de lectura.

Las madres negras: coloquio de los socios

(Actualizado  19- diciembre -2018:
Vídeo del  Encuentro de los socios con Patricia Esteban Erlés)

Ayer nos reunimos para debatir sobre las inquietantes cuestiones que propone la lectura de Las madres negras, sin duda una de las obras que más debate e intensidad han provocado en nuestro club. Lo más comentado por todos los socios que esperaban al inicio de la sesión y por lo que no pudieron esperar para comentarlo fue la dureza y lo terrible de lo narrado. Para muchos de ellos, las torturas y el maltrato descrito asociado a ciertas instituciones estaba mucho más cerca que de los más jóvenes por edad, por lo que les llamó especialmente la atención y vivieron era crueldad como algo más cercano y significativo.

El personaje Dios fue unánimemente sorprendente e innovador, algo nada esperado que despertó tanta inquietud como odio, e incluso admiración por su construcción, al igual que las monjas, en cuya maldad todavía algunos buscan un atisbo de humanidad. Destacó también la belleza de Pola, que como alguno de nuestros socios señaló, “no es de este mundo”; aunque por la belleza y el simbolismo de lo que encarnan, los personajes de Mida y de su madre fueron los más destacados: la vida sencilla y sin tapujos en comunión con la naturaleza, la desnudez inocente, la unión irrompible más allá de la muerte entre abuela, madre e hija, todos los tópicos asociados a la brujería bajo la luz indicada.

Hablamos y mucho de la maternidad, porque como señalaba Ana, ‘madre’ es la palabra más importante del libro, desde el mismo título. Un tema tan importante como conflictivo, que evidencia la actualidad de los tapujos y prejuicios sobre un valor que siempre se ha considerado como positivo, y que en la novela es casi siempre frustrado y terrible. El simbolismo de la maternidad y de tantos otros elementos fue junto con la mezcolanza de códigos lo más destacado y complejo. Nuestra compañera Amelia (¡gracias!) nos explicó de forma muy acertada y apasionada su lectura simbólica de la novela que, pese a la sencillez que puedan mostrar lo popular de la tradición mezclada con tradiciones muy diversas, alcanza nuevos y muy ricos significados. La presencia gótica y la contemporaneización de lo popular es ya base de nuestra cultura, y se constituye en la nueva tradición oral y en el imaginario actual. La valoración que se da de lo femenino asociado a la naturaleza, tan presente en la obra, adquiere nuevos valores y sigue resultando extremadamente seductor, y sobre todo inquietante.

Hablamos de eso y de mucho más, como la agencialidad femenina, el papel de la transgresión, del fuerte simbolismo y los muchos niveles de lectura, resultando una de las sesiones más intensas y con más debate.

 

 

Vídeo del  Encuentro de los socios con Patricia Esteban Erlés

Raquel de la Varga Llamazares y Patricia Esteban Erlés