Kris Kristofferson en su 80 Cumpleaños. Recordando sus 10 mejores canciones

El pasado 22 de junio, el gran Kris Kristofferson cumplió 80 años. Actor, cantante y sobretodo, autor de algunas de las canciones más memorables de la música country. Diagnosticado de Alzheimer hace poco tiempo, está en las fases iniciales de la enfermedad. El quizá olvidará algún día quién fue, pero muchísimos aficionados en el mundo entero nunca lo haremos.

Kristofferson pertenece a una generación de cantantes y compositores de country que cambió los parámetros del género en los años sesenta. Sus temas hablaban de sexo, drogas, cuestiones urbanas y preocupaciones sociales, que no trataba el mundo conservador habitual del country. Su música tiene más que ver con artistas como Bob Dylan o John Lennon, que con músicos tradicionales de country.

Por tanto, como recuerdo y homenaje a este músico inmenso, me propongo recuperar las que creo que son sus mejores y más representativas canciones. Quedan en el tintero otras muchas, pero pienso que es un buen resumen de su carrera, que espero descubra a esta figura fundamental en la música de las últimas décadas, animando a profundizar en su obra, la cual estoy seguro no defraudará a nadie.

Nº 10 – THEY KILLED HIM (1986)

Kristofferson introdujo cada vez más temas políticos y de justicia social en sus trabajos, incluyendo muchas de las canciones con esas temáticas en su álbum de 1986 «Repossessed». A pesar de que no tuvo el éxito en las listas de algunos de sus trabajos anteriores, «They Killed Him» se mantiene como uno de sus mejores temas. La letra rinde homenaje a sus héroes, incluyendo a Martin Luther King, Mahatma Gandhi y Jesucristo. Kristofferson construye la narración magistralmente, explicando cómo cada uno de esos hombres lucharon por la paz, y terminando cada historia con un estribillo impresionante «My God, they killed him», «Dios mio, lo mataron». Johnny Cash y Bob Dylan hicieron versiones de la canción.

Nª 9 – LOVING HER WAS EASIER (1971)

Kristofferson consiguió uno de sus más grandes éxitos en solitario con este tema, que fue lanzado como sencillo de su segundo álbum en solitario. Curiosamente, la canción nunca tuvo gran predicamento en la emisoras y listas de ventas country; en cambio, se convirtió en un éxito en las de pop-rock. Roger Miller también realizó una versión de la canción.

Nº 8 – FOR THE GOOD TIMES (1970)

«For the Good Times» aparecido en el álbum debut de Kristofferson, que ayudó a re-escribir las reglas de composición de las canciones country. Este tema había sido grabado previamente por Bill Nash, pero con mucho, la versión más reconocible de la canción vino de Ray Price, que lo llevó a la cima de las listas en 1970. Su grabación de este tema se llevó el premio a la Canción del Año en los premios de la CMA.

Nº 7 – THE TAKER (1971)

Kristofferson colaboró con Shel Silverstein, que iría a encontrar la fama como autor de libros para niños, en «The Taker», que apareció en su segundo álbum en una versión cargada de sonidos Tex-Mex. Ese mismo año, Waylon Jennings cantó una versión que fue más conocida y la convirtió en la canción que daría título a su álbum The Taker / Tulsa, que contó con un total de cuatro composiciones de Kristofferson. llegó al Nº 5 en las listas.

Nº 6 – PLEASE DON´T TELL ME HOW THE STORY ENDS (1978)

Kristofferson y su entonces esposa, Rita Coolidge, grabaron una versión de este tema en su maravilloso álbum conjunto «Natural Act» de 1978, un año antes de que se divorciaran. Pero fue la grabación de Ronnie Milsap quien lo convirtió en éxito. Milsap registró por primera vez la canción para su álbum debut en 1971, luego re-grabó para su álbum «Pure Love» en 1974. Esa versión alcanzó el Nº 1 en las listas de country. Willie Nelson, Bobby Bare, Joan Osborne y Sammy Davis, Jr. son algunos de los otros artistas que han grabado la canción.

Nº 5 – THE PILGRIM, CHAPTER 33 (1971)

El segundo álbum de Kristofferson es un tesoro con unas composiciónes magistrales, y uno de los cortes más destacados es «The Pilgrim, Chapter 33» La canción fue inspirada por el encuentro con Johnny Cash y en última instancia, escrito como un homenaje a todos los artistas que habían servido como inspiración a Kristofferson, incluyendo Dennis Hopper, Bobby Neuwirth y Ramblin ‘Jack Elliott.

Nº 4 – WHY ME LORD (1972)

Kristofferson es conocido por el crudo realismo de muchas de sus mejores canciones, pero «Why me Lord» es un contraste absoluto. Una canción tan cercana al country como al gospel, pura poesía y sentimiento escrita desde el corazón. Kristofferson se inspiró para escribir la canción en un punto bajo en su vida y después de asistir a un servicio religioso, donde cantaron una canción llamada «Help Me Lord» y que no deja de ser más que una petición directa de la intervención divina.

Nº 3 – HELP ME MAKE IT THROUGH THE NIGHT (1970)

Kristofferson se inspiró para escribir esta canción en una entrevista a Frank Sinatra en la revista «Esquire». La incluyó en su álbum debut, pero también es una de las canciones más grabadas de su repertorio, con versiones de Loretta Lynn, Lynn Anderson, Tammy Wynette, Dottie West, Ray Price, Johnny Cash, Charley Pride y muchos más. Sammi Smith logró el mayor éxito de su carrera con su versión de 1971, alcanzando el Nº 1 en las listas de country y ganando un Grammy a la Mejor Interpretación Vocal Femenina de este género.

Nº 2 – ME AND BOBBY McGEE (1970)

«Me and Bobby McGee» se convirtió en una de las canciones más emblemáticas de la década de los setenta. Kristofferson la co-escribió con su productor, Fred Foster, cuyo amigo Boudleaux Bryant tuvo un secretario llamado Bobby McKee. En el original de Kristofferson, Bobby es una mujer. Roger Miller cantó primero la canción en 1969, y Kristofferson lo incluyó en su álbum debut de 1970. Pero en 1971, la grabación que Janis Joplin hizo de la canción, convirtió a Kristofferson en uno de los compositores más importantes de su generación.

Nº 1 – SUNDAY MORNIN´COMIN´DOWN (1970)

Entre las muchas canciones icónicas del álbum debut homónimo de Kristofferson, «Sunday Mornin ‘Comin’ Down» es sin duda la más importante por su impacto a lo largo de su carrera. La primera versión fue de Ray Stevens en 1969. Posteriormente Kristofferson la graba en su citado álbum de debut en 1970. Pero la versión más conocida vino de la mano de Johnny Cash ese mismo año. La canción llegó al Nº 1, ganando el premio CMA a la Canción del Año. Este tema ayudó a lanzar definitivamente a Kris Kristofferson, dando lugar a una trayectoria que lo convertiría en uno de los compositores más prolíficos e importantes del siglo XX.

Kris Kristofferson, Willie Nelson y Waylon Jennings

 

Bill Evans (Sunday at the Village Vanguard) 55º Aniversario

Si existiera la máquina del tiempo, y preguntásemos a cualquier aficionado al jazz que concierto querría presenciar, estoy seguro que muchos nos daríamos cita en aquel lejano día del 25 de junio de 1961 en el mítico Village Vanguard de Nueva York, para presenciar la magia que se materializó allí a cargo del Trío de Bill Evans.

«Sunday at the Village Vanguard» es el testimonio imperecedero de un trío excepcional en el que todos sus integrantes tenían voz, voto y un lugar para expresarse; la piedra angular del trío de jazz moderno y una fuente de inspiración constante para generaciones de pianistas. Sin duda es uno de los discos más grandes de Jazz que vieron a luz.

Su aspecto era tan vulnerable, siempre con ese aspecto de científico chiflado, sus camisas oscuras, y su sempiterno cigarrillo pegado a los labios. Bill Evans venía de haber grabado uno de los discos más importantes de la historia de la música de todos los tiempos ( Kind of Blue): el único blanco en una banda de negros, algo que solo fue posible porque el jefe era Miles Davis, a quien importaba un bledo el color si el músico era bueno. Éste era excepcional. Se llamaba Bill Evans. Había nacido en New Jersey, hijo de un padre alcohólico que regentaba un club de golf y desaparecía por temporadas, y una rusa ortodoxa que sostenía el peso de la familia. En aquellos años finales de la década de los cincuenta ya era reconocido como uno de los mejores pianistas en el panorama del jazz.

Scott LaFaro, Bill Evans y Paul Motian

De pronto su destino se cruzó con el de Scott LaFaro, en la grabación de un disco de Chet Baker allá por 1957. LaFaro tenía apenas 23 años y tocaba el contrabajo casi como si fuera una guitarra; alguien a quien el propio Evans consideraba un caballo desbocado, del exceso de creatividad que derrochaba.

Evans buscaba formar un trío. Ya tenía el batería, Paul Motian, con el que ya había trabajado previamente en numerosas ocasiones. Pero en su modelo de trío el contrabajo debería tomar un papel protagonista, capaz de improvisar simultáneamente con él en lugar de aportar solamente una sólida base rítmica. LaFaro era el hombre. Grabaron juntos tres discos: «Portrait of jazz», «Explorations» y un disco de otro mundo, «Sunday at the Village Vanguard».

En 1961 el grupo actuó varias veces en el Village Vanguard, en pleno Greenwich Village, uno de los locales de referencia del jazz neoyorquino. Estaban tan pletóricos que Orrin Keepnews, productor de Riverside Records, intentó en varias ocasiones conseguir que grabaran algo de lo que interpretaban en directo. Aunque Evans solía intentar escabullirse (con el argumento de que no tenía nada nuevo que decir) al final consiguió su propósito el último día de su gira por el Vanguard, el 25 de junio de 1961. Además de las tres sesiones estándar de la noche, los domingos se incluía un par de pases de tarde. Evans sin embargo no era entonces ninguna figura capaz de agotar las entradas. No deja de ser triste escuchar en cada audición ese jaleo de vasos, risas y conversaciones que demuestran lo poco que importaba lo que allí se estaba creando a algunos de los clientes del local. El propio Evans llegó a decir: “tenían ganas de charlar. Yo me aislé de todo aquel ruido y me concentré más en la música”.

En el Village Vanguard, las características del arte de Evans se desarrollaron hasta la perfección y se muestran en toda su grandeza a través de todo el repertorio, desde las composiciones de LaFaro, «Gloria’s step» y «Jade visions», pasando por un original eterno de Evans, «Watz for Debby», que interpretaría durante toda su carrera , dos originales de Miles Davis, «Milestones» y «Solar» y algún standard como «Alice in Wonderland», «My Foolish Heart» o «My Romace», todos ellos transformados por el genio musical de Evans y su trío, por su sensibilidad única e irrepetible.

Tras acompañar a Stan Getz en el festival de New Port, diez días después de aquella memorable grabación en el Vanguard, Scott LaFaro regresaba a casa de sus padres en Geneva, en el estado de Nueva York. Su coche se salió de la carretera y se estrelló contra un árbol. Murió casi en el acto. Evans estuvo meses sin volver a tocar el piano. Muchos creen que nunca superó aquella pérdida.

Muchos pianistas han querido seguir la estela de Bill Evans, pero ninguno de ellos ha llegado a tener la habilidad de improvisar y penetrar el estado de ánimo del oyente para proyectar una calma sin igual.

ENLACE AL ÁLBUM COMPLETO

Kate Bush (Wuthering Heights) 1978

Pongámonos en situación. Reino Unido, comienzos de 1978, quizás uno de los mayores periodos de transición dentro de la música popular moderna. Estamos en plena eclosión del punk, el comienzo de la new wave, Paul Weller inicia su revival mod con The Jam. Todo ello acompañado con el fin del dominio sobre las listas de esa ganadería de dinosaurios del rock progresivo, que dominaron gran parte de la década.

En estas circunstancias aparece una joven de diecinueve años, que con su primer single llega directa al Nº 1 y se mantiene en el durante cuatro semanas, convirtiéndola en la primera mujer cantautora en lograrlo. Pero ¿Quién logró semejante prodigio? y con una canción tan peculiar e inclasificable, tanto, que algún crítico la definió como «pop victoriano».

Dieciséis años tenía Kate Bush cuando dejó maravillado a David Gilmour (guitarrista de Pink Floyd), quién la apadrinó musicalmente y le facilitó un contrato con la discográfica EMI. Ya con diecinueve, tras terminar sus estudios musicales, editó «The Kick Inside», un álbum compuesto completamente por ella en su adolescencia y en el que estaba incluido «Wuthering Heights» («Cumbres Borrascosas»).

Escrita por Kate cuando  tenía dieciocho años, la canción se basa en la novela del mismo nombre. Kate Bush se inspiró para escribir la canción de los últimos diez minutos de la versión cinematográfica de 1970. Al leer el libro descubrió que ella comparte su cumpleaños (30 de julio) con Emily Brontë, autora del mismo. Bush supuestamente escribió la canción, en unas pocas horas en una noche tormentosa.

Kate Bush y David Gilmour

«Wuthering Heights» es una de las canciones más hipnóticas y adictivas que se puedan encontrar, especialmente por su extravagante, e insoportable para algunos, voz aguda, y por unas notas de piano absolutamente magnéticas.

Se hicieron dos vídeoclips para el tema que contribuyeron, y de que manera, a la imagen exótica y misteriosa de la artista. Uno, lanzado en Reino Unido, aparece caracterizada como un espectro que danza atormentado en un paisaje de niebla y otro para USA, conocido como versión «red dress» debido al color del vestido de la artista en la interpretación, ambientada en un bosque.

Fue el primer y último gran éxito de su carrera, a pesar de una fructífera producción en la década de los ochenta, quizá por desarrollar un estilo un tanto inaccesible para el gran público, no exento en absoluto de calidad. Y aunque muchos se olvidaron de Kate Bush, «Wuthering Heights» pasará a la historia, como demuestra que fuera catalogada por la revista Q en el puesto Nº 32 de la lista Top 100 Singles of All Time, según la votación de los lectores. Además, se ubica en el lugar Nº 14 de la lista Top Singles of All Time del portal  Rate Your Music.

Enlade al Vídeoclip (1ª Versión)

Enlace al Vídeoclip (2ª versión, «Red Dress»)

José Luis Armenteros. La Banda Sonora de Nuestra Vida (1943 – 2016)

Se nos acaba de ir uno de los mayores talentos de la música popular española. José Luis Armenteros, compositor de innumerables éxitos del pop-rock español, casi siempre acompañado por el también extraordinario Pablo Herrero. Para la inmensa mayoría del público era un perfecto desconocido, pero no sus composiciones. La lista de éxitos que salieron de su genio es realmente mareante, de hecho, hay cantantes que su obra no se concibe sin las composiciones del dúo Armenteros / Herrero.

Su actividad musical empieza ya en su adolescencia a finales de los cincuenta. Cinco jovencísimos madrileños crean el conjunto «Dick y Los Relampagos». Comprando instrumentos a plazos con el dinero de las propinas y ensayando en un local que anteriormente había sido una tienda de ultramarinos, poco a poco empiezan a hacerse un hueco en la efervescente escena musical madrileña.

El 18 de noviembre de 1962 es una flecha clave en su carrera y en la música joven española de entonces. Ese día comienzan las míticas matinales del Price, autentico punto de partida del pop español. El empresario Arturo Castilla organiza los domingos por la mañana una serie de actuaciones musicales en el circo Price de su propiedad. A lo largo de quince ediciones pasaron por allí lo más granado del naciente pop español de la época. Dick y Los Relámpagos compartieron escenario con bandas como Los Pekenikes o Micky y Los Tonys.

En 1965, actuando ya con el nombre de Los Relámpagos, crean un estilo propio del grupo: interpretar con instrumentos y ritmos modernos viejas melodías españolas y composiciones clásicas de Albéniz, Turina, Granados, etc… Música que era bailada por jóvenes y escuchada por mayores, que reconocían en ella sus melodías clásicas favoritas. Un ejemplo es «La Danza del Fuego», con una introducción casi psicodélica, efectuada con un Theremín.

Este mismo año llega el que sería su mayor éxito y la canción por la que se les recordará siempre: “Nit de Llampecs”. En su segundo EP para Novola, Los Relámpagos no se conforman con hacer adaptaciones más o menos afortunadas de piezas populares españolas, sino que se plantean grabar sus propios temas sin abandonar el camino estilístico que habían iniciado poco antes. El tema, con ritmo de sardana, es un tema original de Pablo Herrero. Este disco les va a situar durante varios meses en el top 10 español y va a rozar el nº 1.

Los Relámpagos (Nit de Llampecs) 1965

En 1968 abandonaron el grupo José Luis Armenteros y Pablo Herrero. Querían componer para otros artistas y producirlos. Ambos constituirían una de las parejas de autores-productores más prolíficas y triunfantes de la historia de nuestra música popular moderna.

Su labor creadora no conocía fronteras y lo mismo podían escribir para un grupo de pop como Fórmula V («Cuéntame», «Eva María») como dar forma a la canción esencial de la Transición para Jarcha («Libertad sin ira»), que escribir para Rocío Jurado («Como una ola»), Juan Bau («La estrella de David») o Francisco («Latino») y por supuesto, firmando las composiciones más notables para Nino Bravo como «Libre», «Un beso y una flor» o «América».

Herrero y Armenteros se adaptaban al artista y fueron unos magos de la composición, de los que entendían la música popular en toda su extensión y combinaban tendencias de moda y preferencias del público para dar con canciones que acababan siendo éxitos. Su talento, inspiración e intuición son innegables, y siempre intentaron dotar de calidad a los temas con los que trabajaron, por dispares que fueran los géneros o los intérpretes para los que escribieran.

Fórmula V (Cuéntame) 1969

Nino Bravo (Un Beso y una Flor) 1972

Juan Bau (La Estrella de David) 1973

Jarcha (Libertad sin Ira) 1976

Rocío Jurado (Como una Ola) 1981

Concierto Final de Curso de las Agrupaciones Juventudes Musicales-Universidad de León (19/Junio/2016)

Domingo, 19 junio, 2016 – 12:00 H.
Auditorio Ciudad de León
Entrada libre, control de aforo en el acceso

Concierto final de curso de las agrupaciones Juventudes Musicales-Universidad de León

 

CORO JUVENTIL “ÁNGEL BARJA”

Lux Aurumque – Eric Whitacre

Someone Like You – Adele Adkins; Arr: Machuff

Al Shlosha D´varim – Allan E. Naplan

Piano: Antonio Escoriza

Directores: Elena F. Delgado, Aitor Olivares García

 

ORQUESTA JJMM-ULE

Salutis Humanae Sator – Bonifacio Manzano Vega

(Himno de la Ascensión)

Obra recuperada del Archivo de la Catedral de León por Samuel Rubio

Solistas: Yanicet Lobaina Gilbert, soprano

Sofía Suárez González, contralto

Luis Miguel Maestro Gilmarín, tenor

Marcos García Fernández, bajo

For the Beauty of the Earth – John Rutter

Director: Juan Luis García

 

CORO “ÁNGEL BARJA” JJMM-ULE

Día Dha Mo Chaim (Trad. Escocesa) – A. O. G.

Bogoroditse Devo – Sergei Rachmaninoff

Filandón (Pop. León) – Josu Elberdin

Director: Aitor Olivares García

 

BANDA DE MÚSICA JJMM-ULE

Smile Boulevard – David Rivas

Goddess of Fire – Steven Reineke

Director: Luis Martínez García de Longoria

 

 

La Música en la Corte de Fernando VI (1746 – 1759)

El reinado de Fernando VI ha quedado totalmente eclipsado por los de su padre Felipe V y su hermanastro Carlos III, entre los cuales se desarrolló. Muchos historiadores lo consideran incluso un reinado de transición entre ambos, nada más lejos de la realidad.

Su figura, cada más reivindicada, continuo el impulso reformador de su padre, el primer Borbón que reinó en España. Todo ello a pesar en la pésima educación recibida bajo los auspicios de su intrigante madrastra Isabel de Farnesio.

El reinado de Fernando VI entre los años 1746 y 1759 trajo en España un periodo de relativa paz y prosperidad y posiblemente una de las épocas más favorables para la música. Partiendo de la figura del propio monarca, excelente clavecinista que tuvo como maestro al organista de la Real Capilla Sebastián de Albero y continuando con su esposa, la Reina María Bárbara de Braganza, que aprendió música y canto con Domenico Scarlatti, y su afición musical la llevó a componer melodías, cantar y a ser una consumada clavecinista.

Bárbara de Braganza

Bárbara de braganza, hija de Juan de Portugal y de la archiduquesa Mariana de Austria, era posiblemente la princesa más fea de Europa; de hecho, cuando se estaba negociando el matrimonio, los portugueses tardaron meses en enviar un retrato a la Corte de Madrid, por miedo a que el príncipe se echase para atrás. A cambio, era un dechado de virtudes. Melómana, sensible, culta, muy piadosa y, sobre todo, afectada por el incurable virus de la melancolía. Una verdadera alma gemela del heredero español. Fernando, que de primeras desconfió, pronto supo ver en su ya esposa una compañera perfecta y afín a su modo de entender la vida. El príncipe nunca había conocido a su madre, por lo que siempre arrastró una falta crónica de afecto, hueco que Bárbara supo rellenar con creces. Durante años fueron los príncipes más dichosos de Europa. De palacio en palacio, entregados a la música, al teatro y al cultivo de la su acendrada fe.

Con el fin de distraer a su marido, Bárbara de Braganza ordenó construir un pequeño teatro en el Palacio Real del Buen Retiro, ya que el rey era aficionado a las obras teatrales y a la música como era ella. Así, casi todas las noches y en la intimidad, solía representarse una función escénica de una comedia española y a veces portuguesa, una ópera o un concierto. Además, la reina organizaba veladas musicales en las que interpretaba entusiasmada sus propias composiciones cantando y tañendo con gran maestría el clavecín o bien acompañando a un cuarteto de cuerda. Entre los músicos que contribuyeron al solaz y entretenimiento de los reyes, destacaron muy especialmente dos italianos: Scarlatti y Farinelli.

Domenico Scarlatti

El maestro napolitano Domenico Scarlatti, compositor, clavinecista y organista. Tras pasar unos años de estancia en Roma, se dirigió a Lisboa para enseñar música a la infanta doña Bárbara de Braganza. Después marchó a España, donde residió desde 1725 y falleció en Madrid en 1757. Además, formó parte del séquito de la infanta lusitana cuando se casó con Fernando VI y fue nombrado tañedor de cámara, con la obligación de tocar el clave todas las noches ante los reyes y componer música para dicho instrumento. Una vez en la corte española, Scarlatti supo incorporar con gran sutileza en su obra musical los ritmos populares españoles, expresándolos de forma magistral, y logró agotar las posibilidades del teclado.

El otro notable músico italiano fue el ya mencionado Carlo Broschi «Farinelli», que perteneciente al grupo de los castrati. Dotado de una voz prodigiosa, había antes deleitado en las cortes europeas de Italia, Austria, Inglaterra y Francia, alcanzando la cúspide de su fama a la edad de 32 años. Sin duda, su presencia y su arte influyeron decisivamente en la popularización de la ópera italiana en España.

Farinelli vino a España en 1737 a instancias de la reina Isabel de Farnesio, gozando de gran influencia en la corte española durante el reinado de Felipe V. Tras la muerte de este en 1746, pudo continuar en la corte, pues Fernando VI y su esposa le mantuvieron al no querer prescindir de su voz privilegiada y capaz de realizar las más difíciles ejecuciones, que siempre expresaba con gran sentimiento, gusto y delicadeza.

Farinelli

Este célebre cantante de ópera, el más famoso de su época, era de aspecto apuesto y bien parecido. Su gran influencia en la corte se debió no sólo a su voz, con la que las reinas Isabel de Farnesio y Bárbara de Braganza intentaron atenuar la crónica melancolía depresiva de sus maridos, sino también a su condición de tertuliano y amigo íntimo de los reyes.

Al conocer Bárbara de Braganza el talento y la habilidad artística de Farinelli para deleitar y aliviar la melancolía de su esposo, le favoreció y distinguió haciéndole figurar siempre en el séquito de los reyes en todos sus viajes. Pero a pesar de su gran influencia, sobre los monarcas, Farinelli fue un hombre muy modesto y desinteresado. Fernando VI y Bárbara de Braganza le protegieron y le honraron con la merced del hábito de la Orden de Calatrava, que él aceptó para no ofenderles; no obstante, jamás ambicionó riquezas ni tampoco honores, salvo aquellos que creía merecer por su arte incomparable.

Parece ser que a Farinelli se debió la idea de la construcción del mencionado pequeño teatro para distraer a Fernando VI, que se convertiría después en el Teatro de la Ópera del Buen Retiro y del que sería nombrado director. Él mismo se encargó organizar las célebres temporadas de ópera del Buen Retiro, haciendo venir de Italia a los cantantes más relevantes y lo mejor que se conocía en coreografía, maquinaria y música, con lo que las representaciones de este teatro real rivalizaron, y superaron las más afamadas representaciones escénicas de las cortes europeas.

Fernando VI y Bárbara de Braganza no dieron un heredero a la corona, pero impulsaron la modernización de España, convirtiendo la corte española en la capital mundial de la música y el teatro.

SEBASTIÁN ALBERO (SONATAS PARA CLAVE)

El manuscrito de las “Sonatas para clavicordio”  contiene 30 obras. El «clavicordio” a que se refiere el manuscrito no es lo que actualmente entendemos por tal. En el siglo XVIII, en español, se llamaba “clavicordio” a lo que hoy llamamos “clave” y “monacordio” a lo que hoy llamamos “clavicordio”. Sebastián Albero nació en 1722 en la villa del Roncal (Navarra). Fue organista de la Capilla Real de Madrid de 1746 a 1756, año de su muerte.

OBRAS INTERPRETADAS POR RYAN LAYNE WHITNEY

DOMENICO SCARLATTI (SONATAS PARA CLAVE)

La grandeza de las sonatas de Scarlatti reside en su riqueza de motivos musicales, en todas las figuras de su retórica musical. Destaca en su quehacer la variedad en la invención rítmica y melódica y la habilidad casi diabólica en la utilización de todas las capacidades del clavicémbalo. A primera vista la limpia y ordenada escritura de sus sonatas harían pensar en que la ejecución de estas obras es relativamente sencilla. Nada más lejos de la realidad. La claridad de su pentagrama esconde terribles dificultades para el músico que las interpreta. Algunas contienen cambios de mano, saltos de octavas, complicados arpegios y escalas rapidísimas.

OBRAS INTERPRETADAS POR IGOR KIPNIS (1ª PARTE)

OBRAS INTERPRETADAS POR IGOR KIPNIS (2ª PARTE)

Pedro Ruy Blas (A los que Hirió el Amor) 1970

Pedro Ruy Blas es el típico ejemplo de lo que los anglosajones denominan «One hit wonder», es decir, un artista de un solo éxito, pero eso no menosprecia en absoluto una carrera muy rica y variada, de alto contenido musical, aunque solo una vez conociera las mieles del éxito masivo, que creo no le importara mucho.

Pedro Ruy Blas, nombre artístico de Pedro Ample Candel, nació en 1949 en Madrid. Desde muy joven se integra en diversos grupos. Pero su gran oportunidad le llega a finales de 1968, cuando entra a formar parte de Los Canarios para sustituir a Teddy Bautista, vocalista y líder del grupo, que cumplía el servicio militar.

Pedro Ruy Blas con Los Canarios (Foto Tomada de la Web del Artista)

Pedro tuvo una actuación muy destacada con el grupo, y llamó la atención del productor del mismo, Alain Milhaud. Este ve grandes posibilidades en Pedro y empieza a diseñar su lanzamiento en solitario, en una época, la primera mitad de los setenta, donde los grupos desaparecieron, el rock quedó reducido a la clandestinidad, y el mercado estaba copado por cantantes melódicos.

Milhaud buscó entre el catálogo de canciones de la discográfica la canción más adecuada para el, y eligió «Ceux que l´amour a blessés», que había grabado Johnny Hallyday con un éxito más bien discreto.

La versión de Pedro supera de largo a la original, Milhaud consiguió una producción impecable y poco habitual para un cantante melódico. Un órgano casi opresivo, un bajo y una batería contundentes e inmisericordes y una sección de metales que consiguen alcanzar unas cotas de épica inigualables. A esto se suma la voz grave de Pedro, con un toque «soul», que hacen de esta canción algo fuera de lo común, atípica completamente, pero que atrapa inmediatamente y con una calidad poco común en las producciones de aquella época.

La canción fue un bombazo, se escuchó y vendió muchísimo, llegando al número uno de ventas en enero de 1971.

Tras este éxito, Ruy Blas siguió una temporada en esta línea melódica, bajo el padrinazgo de Milhaud. Pero la escasa repercusión de sus siguientes trabajos, problemas con la censura incluidos, le hizo desistir y empezó una fructífera carrera dentro del jazz, donde destaca la creación del grupo Dolores, que practicaron un jazz-fusión realmente memorable.

La carrera de Ruy Blas llega hasta nuestros días, donde sigue centrada en el jazz y su participación en diversos musicales, destacando «Los Miserables» y «Jesucristo Superstar» entre ellos.

Serge Gainsbourg IV (1977 – 1991). Últimos Éxitos, Decadencia y Autodestrucción

«La fama me destruyó. Destruyó mi alma, mi conciencia y mi subconsciente. Éste es un oficio extremadamente cruel porque hay que liberar el alma. Si no lo haces, eres un hipócrita y no llegarás lejos. Y la sinceridad tiene un precio muy, muy alto»

El relato de los últimos años de Serge Gainsbourg, es el de una decadencia progresiva, tanto en lo artístico como en lo personal. Fueron años de experimentación, de buscar nuevos caminos, algunos más afortunados que otros. Pero también fueron años de sumergirse en una vorágine de excesos, de soledad y frustraciones, de buscar la provocación como única forma de mantenerse en el candelero y no caer en el olvido.

En 1977 se estrena la película «Madame Claude» de Just Jaeckin, para quién Serge había desestimado hacer la banda sonora de su primer Emmanuelle, algo que lamentaría, pues sería un bombazo mundial, haciéndola finalmente Francis Lai. Pero esta vez compone la banda sonora de la película. Como adelanto se publica el single “Yesterday Yes a Day”, cantado en inglés por Jane Birkin y escrito a medias con Jean Pierre Sabar. Es una de sus joyas ocultas. Una delicada pieza sustentada sobre un sonido cristalino, apenas esbozadas unas lineas de sintetizador y unos majestuosos y evocadores arreglos de cuerda.

Jane Birkin (Yesterday Yes a Day) 1977

Arrepentido por el dinero que perdió renunciando a «Emmanuelle», acepta componer la banda sonora de «Goodbye Emmanuelle» tercera y última de la saga, al menos de las dirigidas por Jaeckin y protagonizadas por Sylvia Kristel.

En 1978 estará dedicado a componer el nuevo disco de Jane, “Ex Fan de Sixties”. A mitad de año publica un nuevo sencillo. “Sea, Sex and Sun” es su último éxito veraniego, una maravilla discotequera, La canción todo el mundo se la toma en serio menos el. En el fondo no es más que una pequeña venganza por el nulo éxito de los discos anteriores. La canción llega al número cuatro, no acaba de explotar del todo, pero en septiembre Patrice Leconte la incluye dentro de la banda sonora de su película “Les Bronzés”. Ambas, canción y film, pulverizan las taquillas.

Serge Gainsbourg (Sea, Sex and Sun) 1978

Decidido a emprender una nueva senda, escoge la del reggae. Animado por Lerichomme, bien situado en Polygram donde trabajaba desde hacía cinco años, contactan con Island records. Este sello, distribuido por Polygram, había sacado del gueto a la música jamaicana, popularizándola y consiguiendo estupendos réditos. Les sugieren músicos y proporcionan ideas

En enero de 1979, Gainsbourg y Lerichomme preparan los ensayos de grabación del álbum “Aux Armes et Caetera” en los estudios Dynamic sounds de Kingston.

Poco después conocen al bajista Robbie Shakespeare, quién cree que Serge es el productor, al ser más viejo que Philippe. Cuando llega el verdadero productor, los músicos pasan del disco y aplican el principio de toma el dinero y corre. Están completamente sobrepasados por sus hábitos de trabajo. Finalmente Serge se sienta al piano y toca algunas armonías que parecen gustarles. De repente, para animar la sesión, les pregunta si conocen algo de música francesa. Pitorreo general. De repente, uno de los músicos exclama: “Je t’aime”, los demás asienten. También la conocen. La tararean. Serge contesta riendo; “¡es mia!”. Todo cambia, han caído bajo la atracción de Serge.

Sorprendentemente “Aux Armes et Caetera” es un éxito. El primer LP suyo que llega a disco de oro en Francia, mas de 100.000 copias vendidas. Pero el escándalo y la controversia es algo inherente a Gainsbourg.

El disco contiene una versión del himno nacional, de «La Marsellesa», precisamente la canción que da título al álbum. Esto desata una campaña feroz contra Serge. Michel Droit, un gaullista bastante reaccionario, publica un artículo en “Le Figaro” atacándolo; le acusa de parodiar el himno nacional, de sacar beneficio de algo casi sagrado.

Gainsbourg le contesta a la mañana siguiente en las páginas de “Le Matin dimanche”; «El cerumén y las cataratas del neo-gaullismo, están personificadas en este extremista llamado Droit. El puede juzgar y yo consentir que juzge mi Marsellesa, heroica tanto por sus pulsaciones rítmicas como por la dinámica de sus armonías, tan revolucionaria como la original en su llamada a las armas. Estoy pues desolado de saber que, por ese don de la ubicuidad que él ha desgraciadamente perdido, pero que yo aun poseo, la grabación en vinilo, la emisión en la radio y el éxito televisivo se podrá propagar. Que esta visión personal del himno nacional, que es también el mío, aun pueda ser difundida en Europa, Africa, en Japón, en América, incluso en la Jamaica donde fue creada.

Serge Gainsbourg (Aux Armes et Caetera) 1979

Tras un segundo disco reggae (“Mauvaises Nouvelles des Étoiles), innecesario y repetitivo, y que seguramente Gainsbourg acometió por la ilusión de volver a Jamaica, otros proyectos fallidos, aunque no carentes de interés, se suceden. El disco con Catherine Deneuve, el compuesto a Isabelle Adjani, canciones e incluso discos para otros artristas, etc. Serge necesita reinventarse una vez más. Improvisador genial, necesita un hilo conductor, madurar sus arrebatos de genialidad antes de llevarlos a cabo. Y por encima de todo, no perder nunca el protagonismo y la notoriedad pública que siempre buscó.

Su siguiente álbum, “Love on the Beat”, se publica a principios de octubre de 1984, acompañado de una enorme campaña promocional. Gainsbourg está en todas partes. Había viajado en 1984 con Philippe Lerichomme a Nueva York tras su aventura reggae. Allí contactan con Jean Pierre Weiller, un francés emigrado que conoce las últimas tendencias de la gran manzana. Este le hace escuchar algunos discos, entre los que está “Trash it Up” de Southside Johnny & the Ashbury Dukes. Este último entusiasma a Serge y contactan con los productores, Nile Rodgers y Billy Rush. El primero, miembro de Chic, acaba de producir el bombazo de David Bowie, “Let’s Dance”, y se halla enfrascado en la grabación de  “Like a Virgin” de Madonna, por lo que desiste. El segundo acepta el reto.

Billy Rush recuerda: «Cuando Jean Pierre Weiller me habló de Serge yo no conocía absolutamente nada de él, ni tan siquiera el “Je t’aime”. Concertamos una cita en New Jersey, en mi garaje convertido en estudio. Vi llegar a un tipo muy tímido, que no hablaba más que una pocas palabras en inglés. Me puso una de sus casettes, en las cuales se hallaban las bases melódicas de sus canciones. La atmósfera era un tanto extraña, nunca habría imaginado que era una estrella en Francia. Delante de él me puse a trabajar, elegí un ritmo, pegué una base, programé algunos teclados y guitarras. No me hablaba, le veía inseguro, ahora creo que me estaba examinando. Al final del día había podido terminar dos o tres maquetas. Se la pusieron bajo el brazo y se marcharon. Yo pensé que había sido divertido, aunque también que no los volvería a ver. Pero a la mañana siguiente volvieron y me dijo: Genial!, continuemos”.

Una vez más, Gainsbourg ha encontrado un nuevo mundo musical en mitad de una etapa personal, cuanto menos, delicada. La música disco como vehículo y la homosexualidad como leit motiv, el elemento provocador que le sirve de motor. En un momento de duda y lucidez confiesa a Lerichomme: ”¿Pero que coño estamos haciendo aquí?, mi música es Chopin, nada que ver con esto”. Philippe le calma; “Es justamente por eso por lo que estamos aquí, para intentar cosas nuevas”.

Para la portada, fotografiado por el cineasta William Klein, se maquilla y pinta como un maduro y ajado travesti. Los labios rojo carmesí, uñas y pestañas postizas y un fino cigarrillo humeante. Deja de beber durante quince días para ocultar las ojeras y se hace pegar las orejas con el fin de disimularlas.

El disco, más que un tratado acerca del ideal homosexual, es un canto a la decrepitud, al paso del tiempo. Nuevos caminos para los viejos deseos. Desde luego lo que se espera de él. Se imagina atrapado en un limbo etéreo entre el bien y el mal, entre la pasión promiscua y la pureza platónica homosexual.

Para cerrar, otro más de esos episodios malévolos de los que tanto gustaba; “Lemon Incest”, La necesidad vital, una vez más, de la provocación. En realidad una declaración del amor incondicional paterno-filial, bajo la melodía del estudio nº 3 en mi mayor de su amado Chopin, con su pequeña Charlotte. Las palabras aceradas como balas, los juegos semánticos para escándalo de los biempensantes y los hipócritas. La pureza, el candor incluso, de los sentimientos. La honestidad de un tipo tan peculiar que de tan honesto, escandalizaba.

Serge Gainsbourg & Charlotte Gainsbourg (Lemon Incest )

Serge Gainsbourg publicó su decimoséptimo y último álbum de estudio el año 1987. Tras el escandaloso éxito de su anterior disco,“Love on the Beat”, decidió regresar a Nueva York, inspirarse en el funk y lanzarse en los brazos del rap, un movimiento musical que comenzaba su andadura por entonces. Serge tenía 58 años. Los escándalos se acumulaban. Sus textos cada vez eran más provocativos y él seguía obsesionado en bucear en los sonidos de los años ochenta.

“You’re Under Arrest” es un álbum que evoca las pasiones de un hombre maduro por las jovencitas, él las «llamapisseusses», especialmente por una de nombre Samantha. Recuerda en ese sentido a los álbumes protagonizados por otras mujeres (Melody y Marilou). Como en sus últimos discos, las letras tienen un contenido altamente sexual, con multitud de juegos de palabras marca de la casa. El sonido enlaza con el electro-funk ochentero, con una poderosísima línea de bajo. Todo el disco se presenta como un especial paseo por el Bronx, con música muy negra, funky, bastante cercana al rap, y como colofón una versión funk de “Mon Legionnaire”, el clásico de Edith Piaf. Tal vez este trabajo no sea uno de sus mejores discos, pero resulta fascinante. sobretodo por su afán de experimentación y el no quedarse descolgado ante las nuevas tendencias que imperaban entonces.

Serge Gainsbourg (You’re Under Arrest) 1987

La promoción del disco será en tono de despedida, con un Gainsbourg paseando su evidente alcoholismo por los platós de televisión. La conmemoración de sus 30 años de carrera (1958-1988) le sorprendieron en el hospital, luchando por sobrevivir a una operación que le extirpó dos terceras partes de su hígado carcomido por la cirrosis. Serán tiempos duros, él en una espiral de autodestrucción imparable en el hospital, y su compañera de entones, Bambou, en la comisaría por tráfico de drogas.

Una última ronda de conciertos en toda Francia le servirá como adiós, ya consciente de que su salud no le va a permitir aguantar mucho más. Con la misma actitud de siempre, con un cigarrillo permanente encendido entre los dedos, Gainsbourg pasó revista a todo su repertorio. Por entonces, su figura ya era transgeneracional y su influencia entre el público, inaudita. Había por fin conseguido aquello que había perseguido durante tres décadas: domar a un público que le era hostil.

La actuación más memorable de esa gira fue en el Zénith parisino, en donde le acompañó su banda de siempre, incluidos sus músicos americanos, y al que acudieron muchas de sus amistades para despedirse. El éxito fue total, las entradas se agotaron, hecho no muy frecuente para Gainsbourg, y los críticos se rindieron a la evidencia de que estaban delante del músico más importante que había dado Francia en el último medio siglo.

Y después del Zénith, el ocaso.

Se sucedieron tres años entre hospitales, alguna aparición en la tele y pequeñas colaboraciones con otras artistas. Conforme su furia se iba apagando, un Gainsbourg plácido y sereno emergía para despedirse.

El dos de Marzo de 1991 se apagaba la vida del compositor que quiso “no tener que esperar a estar muerto para ser inmortal”. La vida que el pequeño Lucien empezó a fumarse frenéticamente desde su adolescencia se acabó de consumir una fría tarde de invierno en la que olvidó tomarse la pastilla para su galopante cardiopatía, tal y como ya le había sucedido a su mentor y amigo Boris Vian 33 años antes.

“Serge Gainsbourg supo elevar la canción al rango de obra de arte; su obra es el testigo de la sensibilidad de toda una generación francesa”.
François Miterrand

Tumba de Serge Gainsbourg en el Cementerio de Montparnasse (París)

Initials BB (B.S.O. Gainsbourg, Vie Héroïque) 2010