En la última sesión nos reunimos para debatir en torno a Antonio Pereira y 23 lectores cómplices, una de las obras que parece haber gustado más y que ha animado no solo a socios a acercarse hasta la Biblioteca San Isidoro.
Lo primero que se resaltó fue la modernidad de sus tramas, lejos de lo que se suele pensar. “El ingeniero Démencour” no solo gustó sino que encantó a varios socios, al sorprenderse dejándose llevar por el narrador y personaje que encarna el machismo inherente a nuestros constructos culturales. El erotismo (no solamente el de este cuento) ha llamado -y mucho- la atención, especialmente la de aquellos que han vivido una época en que la falta de libertad respecto a la sexualidad condicionó la educación sentimental de varias generaciones. Como le ocurre al protagonista de “Una ventana a la carretera”, descubrir su propia sexualidad y sus dimensiones afectivas se convierte en una ventana que da acceso a un mundo que desconocía por completo: una ventana a la carretera del mundo. “En palabras, palabras para una rusa» ese erotismo se lleva al extremo, siendo uno de los cuento que más ha gustado y que más sugiere, tras el humor compatible con otras sensaciones.
Otro de los cuentos que ha llamado mucho la atención por la caracterización que hace de sus personajes, así como la postura del autor ante el cuento es «El toque de obispo», uno de sus cuentos más célebres del autor villafranquino. Las anécdotas sobre las que se construyen sus relatos son mucho más que eso: tras el «oficio de mirar» del autor, capaz de percibir la esencia de las cosas, a partir de un pequeño fragmento de la realidad, a la manera borgeana, se puede reconstruir todo un universo elidido. El cuento titulado “El gobernador”, a partir de un viaje en coche y una anécdota cercana al chascarrillo es capaz de representar, como señaló José Antonio, todo el funcionamiento de la dictadura franquista. Las pinceladas, breves pero esenciales con las que dibuja a sus personajes les dotan de corporeidad y humanidad con unas pocas palabras. Esa capacidad de generar la sugerencia distingue al cuento literario contemporáneo de otras manifestaciones literarias, caracterizando la escritura de autores como Pereira, quien llevó la sugerencia y la dosificación de la información a cotas muy elevadas. Es por ello que aún hoy discutimos sobre las motivaciones de personajes como la abuela Társila en el cuento “Obdulia, un cuento cruel”, que lejos de ser tan rígida como en apariencia se presenta, encierra en sí misma un mundo en torno al duelo y a las convenciones sociales sobre la muerte, que a través de las camelias del cuento logran la excelencia, hasta el punto de que el propio autor declaró que se trataba de su cuento favorito.
El poso amargo de algunos cuentos como “Obdulia, un cuento cruel”, que en la mayoría de los textos se manifiesta como telón de fondo en forma de melancolía, deja paso, sin embargo, al optimismo a través de personajes como los protagonistas de “La enfermedad”, que desde la desesperación y la exclusión acometen el mayor acto de rebeldía y transgresión a través del amor.
Antonio Pereira ha gustado mucho ya que, en definitiva, como nos recordó nuestro compañero Eugenio a través de las palabras de Antonio Muñoz Molina, publicadas hace solo unos días en el suplemento Babelia a colación de las novelas de Galdós:
Un rasgo de los mejores libros es que al volver a ellos siempre son mejores de lo que uno recordaba: más verdaderos, más sorprendentes, más desmedidos unas veces y otras más lacónicos, más ricos en esos pormenores de observación que son lo primero que se olvida después de la lectura. Es falso que uno recuerde bien los libros. La memoria de lo leído es más frágil todavía que la de lo vivido. La memoria es un reseñista distraído que repite ideas rutinarias y que finge saber mucho más de lo que sabe. Los mejores libros uno vuelve a abrirlos con suficiencia y de pronto le estallan entre las manos. Y la admiración antigua que lo llevó a uno a regresar a ellos se convierte en asombro, en remordimiento por no haber sabido recordar bien.
Qué duda cabe de que Pereira es una patria a la que volver, que siempre nos recibirá con los brazos abiertos, y, lo que es más importante, permanecerá siempre ante una nueva mirada colmada de cosas nuevas para darnos.
A continuación veremos unas pinceladas de algunos de los rasgos más destacados que Natalia Álvarez Méndez y Ángeles Encinar señalan con mucha inteligencia en el prólogo de Antonio Pereira y 23 lectores cómplices. Esta antología pone el foco en la admiración que gran parte de la nómina de narradores jóvenes españoles sienten por el maestro Pereira a partir de los comentarios a sus cuentos que cada uno ha elegido. José María Merino, Soledad Puértolas, Patricia Esteban Erlés, Eloy Tizón, etc., son solo algunos de ellos.
Aunque en vida obtuvo reconocimientos literarios tan importantes como el Premio Fastenrath de la Real Academia Española o el Premio Leopoldo Alas, la selección para el Nadal así como el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de León o el Premio Castilla y León de las Letras, entre muchos otros a su poesía, nos sigue pareciendo que la atención que ha tenido por parte de los lectores es insuficiente. La humildad con la que trató su propia obra puede que sea una de las principales causas de su olvidó en nuestra ciudad. Especialmente son muchos los amigos y lectores que lo recuerdan y lo reivindican, pero aún falta una reivindicación de su calidad literaria, algo que no tiene nada que ver con la admiración y el respeto personal que todos los que lo conocieron muestran hacia su figura.
El cuento literario español, aunque olvidado en las historias y manuales de la literatura española, vivió su auge de manera paralela al auge del cuento de Antonio Pereira durante los años 90, especialmente en revistas dedicadas a este género como Ínsula o Lucanor, publicaciones en las que muchos de sus relatos vieron la luz. En numerosas ocasiones, sus cuentos fueron fruto de artículos y análisis de teóricos tan importantes sobre el cuento cOmo Fernando Valls, José Luis Martín Nogales o la propia Ángeles Encinar, que incluyó en su Antología de cuento español contemporáneo de la editorial Cátedra «La barbera alemana» como texto representante de la generación del medio siglo. El hecho de que tanto Ángeles Encinar —una de las estudiosas más importantes sobre cuento español contemporáneo y actual— como Natalia Álvarez Méndez —quién ha dedicado gran parte de su investigación a la narrativa de autores leoneses— así como la nómina de grandes y reconocidos narradores, jóvenes y ya consolidados dedique una edición comentada a los cuentos de Pereira nos da una idea de que una década después de su muerte sigue suscitando un gran interés tanto para la crítica como para los escritores generacionalmente posteriores, a quienes ha influido y quienes lo reconocen como un escritor relevante para su propia obra.
Este formato nos permite, primeramente, leer y conocer a escritores del panorama actual que, conozcamos o no, estaremos leyendo, aunque en su sentido más personal. Especialmente para los socios del club resultará llamativo leer las impresiones de autores como Lara Moreno, Ricardo Menéndez Salmón o David Roas, a quienes nos hemos acercado en otras ocasiones, mostrando su admiración por temas o géneros que en nada relacionábamos con ellos. Pero fundamentalmente lo que nos permite es ampliar nuestras perspectivas sobre la significación de los cuentos. Cuatro ojos siempre ven más que dos, y por lo tanto, sus interpretaciones nos pueden ayudar a comprender y a ver aristas que permanecían ocultas para nosotros.
Sobre el autor y su obra
AFIRMACIÓN DE VECINDAD
Soy de una tierra fría, pero hermosa. Aquí la nieve, la esperanza helada de que se alumbre cada madrugada el destino difícil de la rosa. Y me basta. Me basta si esta rosa que al fin ha de nacer inmaculada se la puedo decir a quien me agrada, a quien conmigo va; y en mí reposa. Queden en el dorado mediodía la pronta floración bajo otros cielos y los mares de lunas navegables… Yo, con vosotros. Dando cada día testimonio de cómo entre los hielos abre el amor sus minas imborrables.
En este poema titulado “Afirmación de vecindad”, —soneto originalmente publicado en su poemario El regreso (1964)— y especialmente en su último terceto, encontramos toda la esencia humana y literaria sobre la que se sostiene toda la obra de Antonio Pereira. “Yo, con vosotros”, el verso que representa el profundo humanismo que demostró no solamente en la poesía, sino también en la novela, el cuento o el artículo periodístico, los varios géneros que cultivó a lo largo de su vida. Como sabemos gracias a entrevistas, Antonio Pereira siempre quiso ser fundamentalmente poeta, y sin embargo, en el terreno lírico no fue todo lo innovador que sí que resultó en el cuento, convirtiéndose en uno de los más insignes y mejores cuentistas en lengua castellana del siglo XX.
El 13 de junio de 1923 nació Antonio Pereira en Villafranca del Bierzo. Su origen familiar entre el comercio y el mundo del hierro así como su esencia Villafranquina no lo abandonarían nunca. Como reza el propio título de uno de los mejores relatos de su volumen publicado en el año 2000 —Cuentos de la Cábila— siempre llevo por insignia su origen humilde, enorgulleciéndose de ser “un chico de la cabila”. Además de las tardes que pasó de niño en la imprenta de su tío en contacto con los libros, son otros dos los hechos que condicionaron su particular inclinación por las letras: primeramente el haber podido acudir como alumno a la escuela de Manolo Santín, y en segundo lugar, el haber sido un niño miope, apartado de los juegos violentos de los otros niños, condicionado a apartarse para desarrollar una lectura solitaria.
ESE NIÑO QUE MIRO Y QUE ME MIRA
[…]
Repliego la mirada hacia mi hondura y es un niño sin voz lo que contemplo. Torpe para nadar, le duele el agua. Torpe para los saltos y los juegos. -Torpe, torpe…-le dicen. Y él me mira. Tiembla una luz delgada entre sus dedos. Nunca se alzó bastante hasta los nidos. Torpe, si no era en alcanzar los sueños. Agua miope y dulce va a sus ojos. Yo me conozco naufragando en ellos. (Situaciones de ánimo, 1962)
El profundo autobiografismo que caracteriza a su obra, más como juego entre él y el lector que como un mero mecanismo de verosimilitud, es uno de los rasgos más destacados especialmente en la cuentística; de ahí que el mundo comercial así como las circunstancias históricas entre la Segunda República la Guerra Civil el franquismo o la transición, la vida y las tertulias literarias de las que participaría en su madurez hayan sido el telón de fondo de sus cuentos, muy reconocible especialmente para los lectores leoneses y amigos. Es por ello también qué Villafranca del Bierzo, Lugo, León, o Madrid sean las localidades y los referentes reales en los que se localizan gran parte de sus historias desde la niñez. Por ejemplo, Cuentos de la Cábila, refleja las principales vivencias personales y colectivas de sus primeros años como un niño de la guerra y las consecuencias que esta tuvo en un pequeño pueblo como Villafranca del Bierzo. Las circunstancias vitales le llevaron a continuar con la estela familiar y el negocio de ferretería de su padre, incluso con la oposición de maestro nacional aprobada, y es que su primer empleo fue el de viajante de comercio, profesión que, por cierto, desempeñan varios de sus personajes.
A los 28 años se casó con la que sería su mujer hasta el día de su muerte y la inspiradora de textos tan conocidos como el poema «Úrsula ciudad» o el cuento titulado «El síndrome de Estocolmo». Una vez afincados en León y tras la prosperidad del negocio que les permitiría vivir holgadamente, se dedicaron a viajar a países cercanos como Francia o Portugal así como a otros como Rusia, Jordania, Israel, Puerto Rico o Brasil, lo que alimentaría su cosmopolitismo literario. Sin embargo, como buen homo viator para él la vida es un viaje, viaje que no tiene sentido sin la idea del regreso, por eso se convierte este en un motivo literario omnipresente en su literatura.
En los años 60 comenzaron a vivir entre León y Madrid, dedicándose de lleno a la vida literaria. No quiere decir esto que la concepción de la literatura que mostró Antonio Pereira fuese la habitual, sino que se dedicó a leer y a conocer a escritores, a participar en tertulias literarias, pero sobre todo para escribir lo que quiso y de la manera en la que el quiso, algo que especialmente sus cuentos ponen de manifiesto y es que, aunque se le considera integrante de la Generación de los 50 o también llamada del medio siglo, a cuyas motivaciones responde su obra, lo hizo siempre más allá de dictados o de modas literarias. Siempre se suele decir que, aunque partan de anécdotas cotidianas, sus cuentos no son especialmente fáciles, sobre todo si tenemos en cuenta la ironía o el humor que solamente un lector avezado sabrá interpretar. Pedro Ugarte, en su comentario dentro de Antonio Pereira y 23 lectores cómplices, se refiere a esa dificultad propia de autores como Pereira o Chejov, escritores de cuentos en los que parece que no pasara nada, cuentos con final abierto. Esos cuentos «donde no ocurre nada son cuentos fatales». Como el propio autor manifestó en el prefacio a su antología titulada Cuentos para lectores cómplices (1989), en un guiño a Julio Cortázar, lo que escribía no estaba pensado para una mayoría, sino para los lectores que estuviesen dispuestos a entrar en su juego literario.
Como hijo de su tiempo, tras su primer libro de cuentos Una ventana a la carretera (1967), ambientado mayoritariamente en el mundo rural de provincias, participo en los años 70 del afán experimentalista, especialmente imbuido —más que por los españoles como Benet o Martín Santos— por los escritores hispanoamericanos por los que siempre demostró una profunda admiración, como Cortázar o especialmente Jorge Luis Borges. Una muestra muy evidente de ello es el cuento titulado «Las erotecas infinitas», así como el relato que da título al volumen del que del que ambos forman parte, un texto injustamente olvidado dentro de su producción cuentística: «El ingeniero Balboa«.
Otro aspecto que no hay que perder de vista es que, especialmente desde niño, quiso ser periodista, como le dijo al entonces director del Diario de León Filemón de la Cuesta en el año 1936, con solamente 13 años, pidiéndole el carnet de periodista. A lo largo de su vida escribiría en prensa artículos de opinión entre los que destaca la colaboración con el diario La Vanguardia a través de la columna de opinión titulada «Oficio de mirar». Este rótulo, elegido en numerosas ocasiones como título (en artículos, publicaciones, tesis doctorales o en el recientemente publicado volumen que contiene sus diarios) resume uno de los aspectos más destacados de su poética. Ese oficio de mirar nos remite a la observación directa de la vida, de los hechos en apariencia más sencillos y cotidianos, casi anecdóticos, de los que parten mucho desde sus cuentos. Pero esto no debe llevarnos a engaño porque es precisamente a través de su mirada humanizadora y profunda, por lo que a partir una anécdota es capaz de recrear una historia de profundo calado cómo lo es, por ejemplo, «La enfermedad».
Como a tantos otros autores de su generación, a Antonio Pereira se le ha definido por su escritura realista, en ocasiones mal tachada de costumbrista, lo cual no es incompatible con el cultivo de la literatura no mimética, un aspecto qué ha pasado desapercibido en los análisis de su obra, y que sin embargo destaca en algunos de sus cuentos («El señor de los viernes» y «Teoría y práctica de las islas»).
Como ya se ha adelantado, el humor, un humor muy fino, a veces próximo al humor negro, caracteriza a toda su obra cuentística, en la que encontrar un texto que participe de un tono verdaderamente dramático es algo excepcional. Por muy dramático que pueda resultar el fondo argumental siempre hay humor (algo que demuestran cuentos como «Obdulia, un cuento cruel» o «El gobernador»). Ese humor es especialmente Cervantino, a través del cual nunca juzga a sus personajes, y que es consecuencia directa de la forma humanista en que trata a sus personajes, y que es lo que convierte a cuántos cómo «Obdulia, un cuento cruel» en una verdadera obra de arte. El humor suele ir también acompañado de una importante carga de erotismo sin caer nunca en lo chabacano, y cuya utilización nos transmite las carencias de una educación sentimental que condicionó o a quienes se educaron en la posguerra, la transición o el franquismo, desde «Una ventana a la carretera» de 1967, pasando por «El ingeniero Démencour» pasando por «Cuadros para una exposición» o «Así empezó Lourido» o «El hilo de la cometa».
La literatura se convierte protagonista dentro de la literatura a través de diferentes recursos y temáticas, por lo que es habitual encontrar en sus cuentos a personajes lectores, escritores, editores, etcétera, que le sirven como reflexión metaliteraria. Algunos de sus cuentos nos dan una visión concreta puesta en práctica de las ideas literarias del autor con mucha más intensidad de la que mostró en su propia teoría poética, especialmente en entrevistas, o en el ya celebre decálogo para cuentistas que quiso realizar siguiendo la línea de Horacio Quiroga o Julio Cortázar. «Palabras, palabras para una rusa» es uno de sus cuentos más conocidos, y uno de los cuentos favoritos de quiénes tuvieron la suerte de escuchar al propio Antonio Pereira leerlo. Sin embargo, solemos quedarnos con su contenido más humorístico olvidando la profunda carga en torno al valor y al poder de las palabras. «Picassos en el desván», «Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos», «Sesenta y cuatro caballos», «El toque de obispo» y su último cuento publicado en vida, «Bradomín», son todos ellos magníficos textos que se sustentan en las reflexiones acerca de la propia literatura. Alguno de ellos es además la demostración de que Antonio Pereira no solo fue un maestro del cuento, sino que también se adelantó al auge del género del microrrelato.
Con el paso de las décadas su trayectoria como cuentista se fue afianzando, publicando volúmenes de relatos que han pasado a la historia como Los brazos de la i griega (1982), Picassos en el desván (1991) o Las ciudades de Poniente (1994). Tras su consolidación en los años 90, publicó dos libros de relatos Cuentos de la Cábila y La divisa en la torre, ya en la década de los 2000. Especialmente este último ha pasado bastante desapercibido tanto para la crítica como para los lectores.
Desde antes de su muerte se preocupó por legar gran parte de su biblioteca así como el legado de su obra a través de la creación de la fundación que lleva su nombre, en la que podemos encontrar mucho material sobre su figura, un gran fondo bibliográfico así como un repositorio institucional (Cábila) en el que acceder a todo lo referente a su obra y a su figura literaria.
Me gustan esos cuentos donde no pasa nada. En realidad, son los únicos en los que todo se hace realmente visible: lo que ya ha pasado y lo que pronto va a pasar. Todo lo que no se cuenta se puede entrever, de forma misteriosa, cuando un escritor de raza maneja los silencios con sabia autoridad. A través del silencio, asoma en esos cuentos la certidumbre de lo que ya ha ocurrido, y también la certidumbre de lo que va a ocurrir. Y sin remedio.
Los cuentos donde no ocurre nada son cuentos fatales. Señalan, sin palabras explícitas, que la vida de los seres humanos se retuerce en medio de una marea irresistible de acontecimientos, que no hay paz en esa sucesión de corrientes y tormentas, y que resistirse a las fuerzas del destino es una tarea inútil. Querríamos algo de paz, pero ganarla, intentar ganarla, supone estar en guerra constante con el mundo, con los demás, con uno mismo.
(Pedro Ugarte, en «Antonio Pereira y 23 lectores cómplices» Eolas 2019. pag. 246)
Y a ti ¿te gustan los cuentos en los que no pasa nada? ¿prefieres los textos concisos y directos a las peroratas floridas? ¿disfrutas con las historias en las que se hace presente lo insólito, el humor e incluso la socarronería? ¿Quieres leer con nosotros algunos cuentos escogidos de Antonio Pereira?
Entonces te espero en nuestro Club de Lectura, el lunes 11 de noviembre para abordar la guía a la lectura de la obra «Antonio Pereira y 23 lectores cómplices». A las 19:00 horas, en la Biblioteca General San Isidoro de la Universidad de León.
En abril de 2019, fecha en la que se cumplen diez años de la desaparición física del escritor nacido hace 95 años en Villafranca del Bierzo (León, España), la Fundación Antonio Pereira, en colaboración con la Universidad de León y el Grupo de Investigación GEIG, rinde tributo a su obra con la organización de una serie de eventos académicos y culturales entre los que se encuentra Entre la seda y el hierro. Congreso Internacional Antonio Pereira.
La seda —las influencias y el mundo literario que le marcaron desde su infancia— se mezcla con el universo vital del hierro —representante de la profesión de su padre y abuelo, del mundo mercantil, de su experiencia como viajante y su negocio de ferretería—. La seda y el hierro son, por lo tanto, los símbolos de lo personal y lo profesional que se funden en su universo literario, especialmente en la poesía y en el cuento, del que se ha convertido en uno de los maestros indiscutibles en lengua española.
Este congreso se celebrará en la Fundación Sierra Pambley los días 2, 3 y 4 de abril. Contará con la presencia de destacados especialistas del mundo académico y estará destinado a:
Con nuestra fiesta del 22 de mayo hemos finalizado las actividades en torno a la lectura de este curso 2017-2018. Ya estamos programando el próximo curso, pero hoy te hacemos una interesante propuesta.
La Universidad de León imparte a través de Cursos de verano, durante los meses de julio y agosto, una formación complementaria dirigida a aquellos que deseen completar o especializar su curriculum, pero también a la sociedad en general y a cualquier persona con la inquietud de seguir aprendiendo y profundizando en algún tema que resulte ser de su interés.
Desde tULectura te proponemos uno de ellos: «El cuento español actual: entre lo canónico y lo fracturado (Homenaje a la cuentística de Antonio Pereira)», que se celebrará entre el 10 y el 12 de julio. Ver programa
Este Curso de verano se centra en la poética del cuento español actual y sus peculiaridades respecto al cuento contemporáneo. Para ello:
partirá de una visión panorámica de ambas tendencias. se detendrá en uno de los representantes destacados del cuento contemporáneo, Antonio Pereira
profundizará en los entresijos de la evolución del cuento actual, con especial énfasis en lo que se ha denominado como «postcuento», campo narrativo en el que sobresale la ruptura con los cánones tradicionales del género.
Se pondrá de relieve la capacidad de renovación del cuento y sus relaciones con la cuentística de Antonio Pereira.
El curso contará con la presencia de académicos especialistas y con un número amplio de relevantes autores actuales que combinarán sus reflexiones con análisis de cuentos planteados desde la perspectiva de la escritura creativa:
Natalia Álvarez Méndez. Profesora. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de León.
Ángeles Encinar. Profesora de Literatura Española en la Saint Louis University, Madrid
Tomás Albadalejo Mayordomo. Profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Universidad Autónoma de Madrid
Gonzalo González Laiz. Crítico de cine y profesor de Enseñanza Secundaria Obligatoria.
Juan Jacinto Muñoz Rengel. Escritor y profesor de talleres de escritura creativa
Eloy Tizón . Escritor y profesor de talleres de escritura creativa
Clara Obligado. Escritora y profesora de talleres de escritura creativa
Pablo Andrés Escapa. Escritor
Berta Vias Mahou. Escritora y traductora
Ana Calvo Revilla. Profesora de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Universidad San Pablo CEU, Madrid
Departamento y Centros Implicados
Departamento de Filología Hispánica y Clásica.
Grupo de Estudios literarios y comparados de lo Insólito y perspectivas de Género (GEIG).
Biblioteca Universitaria. Curso de Verano integrado en el Programa Institucional de Actividades tULEctura, con la consiguiente grabación en vídeo de las conferencias que generará un material multimedia disponible gratuitamente en el repositorio de la ULE y en el Blog tULEctura.
Tal vez pienses que tu formación específica no es la literaria y que no te vas a enterar de la mitad de lo que te cuenten en el curso; tal vez incluso haga años que no asistes a ningún curso y te sientas un poco «oxidado». Por eso, para tentarte, te invitamos a leer el cuento de Antonio Pereira «El toque del obispo», incluido en su obra «Cuentos de la Cábila» ( León, Edilesa, 2000, págs. 7-10.)
El toque de obispo
Postal de la antigua estación de tren de Villafranca del Bierzo, término del ramal desde Toral de Los Vados.
Mi padre era económico, no digo tacaño, y si en casa había que coger el tren se viajaba en tercera. Por esto fue una fiesta la vez que los dos cenamos en el vagón-restaurante, como un par de personajes.
Era por los días más largos del año y a media tarde habíamos salido de casa bajo un sol que pegaba duro. El correo de Galicia llegó con retraso al trasbordo de Toral, y tan lleno que nos costó trabajo meternos. Luego, ya camino del puerto de montaña, el tren se paraba a cada poco, por el mal estado de la vía. Íbamos en el pasillo de nuestra clase, pensar en un asiento aunque fuera el borde de una maleta sería mucha fantasía. Mi padre me miraba con preocupación, sudoroso yo en mi trajecillo de mocete. Él era fuerte de haber martillado el hierro en la fragua de los abuelos y aunque fuera en traje de vestir se le notaba la musculatura.
Un empleado de chaquetilla blanca se abría paso avisando con una campanilla. Mi padre me miró y esta vez era con compasión. Sin levantar mucho la voz, como si no quisiera que los otros viajeros se enteraran, le dijo al empleado que nos apuntara para el primer turno de la cena.
-Si es para el primer turno, los señores pueden pasar a sentarse -dijo el de la chaquetilla.
Anduvimos pasillos de coches alfombrados, menos llenos que los de tercera. En el restaurante había ventiladores. Rodábamos por la minería tristona del carbón, pero allí dentro te veías en un escenario de espejos y marquetería, y a mayores el mundo fascinante de los idiomas extranjeros, Companhia Internacional dos Grandes Expressos Europeus.
-Aquí se cena temprano como en los barcos -dijo mi padre cuando nos sentamos a la mesa y el sol de poniente se resistía a dejarnos del todo.
-¿Usted ha ido alguna vez en barco? -le pregunté.
-Toda la vida es un viaje. -Con las respuestas de mi padre no siempre sabías a qué carta quedarte.
Trajeron un caldo poco sólido, aunque sí lo era el bol como de metal estañado. Tortilla francesa y un pescado pequeño. Mi padre tenía la curiosidad de mirar el culo de los platos y vasos para verles la marca de fábrica, y a los cuchillos de mesa les tentaba el filo con la yema del dedo. Me habló de la fábrica de loza de San Claudio, del cristal escogido que se requiere para los catavinos, del corte inigualable de los fabricantes de Solingen en Alemania…
Mi padre no tenía preparación literaria, pero sí un gusto por las expresiones realzadas. Lo atraían los calificativos «suntuosos». Éste, precisamente: que en los programas de las fiestas -él era de la comisión- se anunciara «la suntuosa procesión del Santísimo Cristo». Los paisajes los quería «deleitosos». Y todavía más: «ubérrimos». Aprobaba mi inclinación hacia la literatura. Que leyera. Le enorgullecía que su chico pudiera escribir lo que él acaso tendría escrito si le hubiesen dado los conocimientos. Pero pensaba que la escritura era una afición llevadera con el comercio y tenía el empeño de que sus hijos estuviesen al tanto, acaso un día nuestra tienda fuese una firma almacenista para surtir a los ferreteros de la región. Ahora mismo, a donde íbamos era a Castrocontrigo, allí estaba el mejor fabricante de fuelles del país y mi padre quería comprarle toda la producción, doce fuelles diarios que se hacían con madera de castaño y la piel más flexible. Aquella tarde, por el ambiente o porque encartara así, yo sentí como si tuviera más cerca que nunca al autor de mis días.
Qué cursilada lo del autor de mis días. Es por no repetir tanto mi padre, mi padre. Había que dejar sitio a los comensales del segundo turno, y además el tren se acercaba a Astorga, donde teníamos casa de orden.
Salimos a la plataforma del vagón, y el olor a carbonilla no derrotaba al que venía de los trigales. La noche estaba estrellada, con una franja luminosa por el oeste que idealizaba las torres de la capital de los maragatos, la catedral, el palacio de cuento de hadas. Es verdad que era un junio hermoso y ubérrimo. Mi padre puso su mano en mi cabeza, pero en la familia no somos querenciosos y me revolvió el pelo para que no fuese a parecer una caricia.
De pronto, el silbato de la máquina sonó con gravedad, casi solemne, un silbido largo y dos cortos.
-¿Has oído? -dijo mi padre-. ¡Es el maquinista, que ha hecho el toque de obispo!
-¿Y eso? -me admiré yo.
-Ellos tienen su código de señales, atención, atención especial, máquina de cola que se separa del tren. Y el toque de obispo, éste es de reverencia cuando se acercan a una ciudad episcopal, de las que tienen obispo y no tienen gobernador civil. Astorga, Calahorra, Guadix…
La maravilla se repitió. Una señal profunda, declinante en sus tramos finales, donde la pompa parecía dar paso a una emoción que te apretaba el pecho, y ya entrábamos en agujas.
-Pero el toque de obispo -a mi padre le tiraba su origen- donde hay que oírlo es cuando el maquinista avista la insigne sede mitrada de Mondoñedo, a las ferias de San Lucas te he de llevar.
Luego supe que en Mondoñedo no hay tren, pero eso importa poco cuando la historia es bonita.
Desde la Fundación Antonio Pereira y la Biblioteca de la Universidad de León, a través de tULEctura, hemos organizado una velada en torno a la figura y la obra de este autor. Intervendrán miembros y amigos de la Fundación, profesores de la Universidad de León, poetas, escritores, músicos…
Esta actividad está incluida en la programación de la Semana Cultural de la Universidad de la Experiencia, pero está abierta a toda la sociedad. Por eso invitamos a todo el mundo a asistir, a participar y a difundir esta noticia. (Puedes ayudarnos compartiendo esta noticia en tus redes sociales o repartiendo los carteles del evento en aquellos lugares que conozcas y que te parezcan de interés)
PROGRAMA
Bloque I Úrsula Rodríguez. Vicepresidenta Fundación Antonio Pereira
Ana I. Arias. Archivera Fundación Antonio Pereira
Bloque II: Ponencias José Enrique Martínez. Sobre el microrrelato Carmen Busmayor. Temática de la poesía pereiriana Tania Martínez. Pereira: lusista de corazón
Bloque III: Lectura de poemas Rafael Saravia Eloísa Otero
Juan Carlos Pajares
Música Keller Quartet, Cuarteto de cuerda de la Orquesta JJMM-ULE:
David Martínez, Elvira Gutiérrez (violines), David Blanco (viola) y Eugenio Madrid (cello)
Obras de Haendel, Mozart, Dittersdorff, Sibelius y Morricone
(selección Juan Luis García, Director de la Orquesta de la ULE)
Bloque IV: Filandón Francisco Flecha – Antonio Barreñada ‒ Fulgencio Fernández
Entre todos los asistentes se sortearán 3 lotes de libros de Antonio Pereira